Residente y su monumental canción autobiográfica
El cantante y fundador de Calle 13 plasma sus miedos y anhelos más profundos en una de las mejores composiciones de los últimos años
A veces, mirar atrás supone llegar hasta la profunda raíz de todo. Un viaje doloroso, pero también inspirador. René Pérez Joglar, conocido artísticamente como Residente, la mitad de Calle 13, una de las más grandes e influyentes bandas latinas del último cuarto de siglo, acaba de protagonizar uno de estos viajes a través de René, su nueva canción, publicada este viernes.
René es, en palabras de su autor, “la canción más importante” de su vida. Más que una hipérbole del músico puertorriqueño, es toda una declaración reveladora: Residente tiene una buena colección de canciones importantes pero en este caso lo indica porque suena a verdad. Es más: es verdad. René es una monumental composición, quizá ya una de las más grandes canciones de su carrera, que se antoja con apenas unas horas en el aire como una de esas composiciones que atraviesan el tiempo y el espacio. Se hablará de ella en los próximos días. Permanecerá en los próximos años.
Titulada con el verdadero nombre de su creador, la nueva canción es en sí misma una inmersión absoluta en la propia vida de Residente, quien sale en un poderoso videoclip cantando en primer plano en un campo de béisbol. Es una obra confesional que impacta por su honestidad desde el primer verso, justo después de la voz femenina que pregunta a René: «¿Con qué parte del cuerpo jugaban a la pelota los indios taínos?”.
“Desde pequeño quería ser beisbolista, no llegué”. Es lo primero que dice la voz del narrador. Una voz que más que cantar o rapear lo que hace es abrir en canal un alma, la de su protagonista, Residente, la de un hombre que se esconde detrás de una estrella. Un hombre llamado René que ha presentado así la canción en su cuenta de Twitter: “Una noche me sentía muy mal, estaba en Mexico, el estadio esperándome, y yo no quería salir del hotel. Llamé a mami porque quería tirarme del balcón y no sabía porqué. Esa noche llegaba un amigo y se quedó conmigo. Al otro día comencé a escribir este tema”.
Líricamente, René es como si Residente se hubiese tirado por el balcón y durante la caída viese pasar su vida. Una existencia marcada por aquellas cosas que se saben y otras que, en cambio, se pueden intuir pero no se saben. Se saben su éxitos como músico y sus enfrentamientos con los gobernantes de su país, Puerto Rico (“Me comí el mundo de un mordisco / En Puerto Rico despidieron empleado, insulté al gobernador y quedó televisado”, canta), se saben con algo de intuición -o conocimiento de su carrera- otros como los problemas con el alcohol (“Volví a tomar alcohol en mi despacho / Escribo bien sobrio, pero escribo mejor borracho”) y se desvelan otros que son la verdadera fuerza de la canción.
Estos últimos son aquellos que corresponden a las tribulaciones de su alma, a todo eso que está dentro del artista y que sale como un torrente desde el más remoto pasado (“Las peleas con mi padrastro cuando perdía el control / Las resolvía con él viendo un partido de béisbol / Me invitó a pelear un par de veces / Me escapé de casa un par de veces”) hasta el presente (“En verano y en navidades / Quiero limpiar la casa con mis hermanos escuchando a Ruben Blades”), incluso el futuro (“Que no me importan las giras, los discos, los Grammy / Y que en la Calle 11 / Quiero volver a ver el cometa Halley con mami”)
La vida hecha música. O la música, con esa base moderna y simple de cuerdas y piano, latiendo con vida propia. René es como el cometa Halley, el único cometa a simple vista que quizás aparece dos veces en una vida humana. Es una canción que no aparece muchas veces en la carrera de un artista, dejando en los oyentes un rastro brillante difícil de olvidar. Un rastro que marca en el aire el peso de sensaciones universales como la depresión, la ansiedad, la soledad y el fracaso. Y una que planea en toda la canción, como el cometa: la búsqueda de uno mismo, resumida en su verso final. “Yo quiero volver a ser yo”.
A veces, mirar atrás supone llegar hasta la profunda raíz de todo. Más allá de la historia oficial. De nuestra historia oficial, esa que contamos a los demás en casa, en la calle y en las redes sociales. Mirar atrás hasta el tiempo en el que “jugaban a la pelota los indios taínos”, como dice la voz femenina al comienzo de la canción. Los indios taínos fueron los primeros habitantes precolombinos de las Bahamas, las Antillas Mayores y el norte de las Antillas Menores, toda esa zona caribeña a la que pertenece Puerto Rico. Aquellos primeros habitantes indígenas que poblaban unas islas que luego fueron dominadas por los conquistadores, quienes impusieron sus leyes y cambiaron la fisonomía original de una tierra bañada por el sol y el ritmo. Es la tierra de Residente, un lugar bello en percusiones como las que cierran René. Hoy en día, los conquistadores no llegan en calaberas, pero están en todas partes desde que uno nace, pero sobre todo desde que tiene edad de votar y buscar un lugar en el mundo con el trabajo y la familia.
“¿Con qué parte del cuerpo jugaban a la pelota los indios taínos?”. Al mirar atrás, esa voz femenina es la madre de René. La voz que le canta el truco para que no lo olvide, aunque, a veces, el niño, como el René adulto y la superestrella Residente, lo olvide. “Cabeza, rodilla, muslos y cadera”. Todas esas partes juntas conforman el ser humano, el mismo que al viajar hasta sus orígenes se le revela la esencia de su vida, aquella primera y auténtica felicidad, la verdadera conquista que nos pertenece y que no deberíamos dejar que nadie ni nada nos arrebatase.