ANÁLISIS
Tomás Flores Rosales
• Delfina y lo que ya se está convirtiendo en costumbre, “acordar” en Palacio Nacional.
• Meta presidencialismo mexicano, las mismas secuelas priistas, panistas y morenistas.
• Gobernar al Estado de México desde El Estado de México, la lógica pura del poder estatal.
• Priistas y panistas por los extensos jardines de la otrora poderosa residencia oficial de “Los Pinos”.
• AMLO, Bartlett y Ayotzinapa.
No hay la menor duda que el sistema presidencial en México ha acuñado disciplinas intensas y extensas , por lo que hasta la fecha , independientemente de la filiación del jefe del Ejecutivo federal en turno, las y los actores políticos con cierto oficio suelen “cuadrarse” ante esa figura hoy hospedada en Palacio Nacional .
El priismo y el panismo , con Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa , los más recientes , respectivamente, despacharon en la residencia oficial de “Los Pinos“, lugar emblemático que incluso uno de los principales hombres más cercanos actualmente del gabinete de Andrés Manuel López Obrador , salía y entraba como “Pedro por su casa” de esos otrora extensos jardines en donde solían caminar con cierta gallardía , gentileza, buen aire y disposición de cuerpo de “Jefes de Estado” de primer mundo los inquilinos aludidos .
Pero no fue cotidiana la presencia de gobernadores y gobernadoras en “Los Pinos”, al menos que algo extraordinario sucediera en los vaivenes de la política hegemónica del priismo y panismo, este último en un periodo de dos sexenios consecutivos. Quien entraba acuerdo con el presidente de la República en turno en pocos minutos se convertía en una o un individuo bipolar amén de que no lo fue en el resto de su vida así, en virtud de que ingresaba con una inocultable sonrisa de todo poderoso y en muchos de los casos salía con semblante abominable, usando este último término a modo de víspera actual de ritual de “día de muertos” en nuestro país.
La verdad maquiavélica , apasionante , destiladora de adrenalina pura cada visita a “Los Pinos” de aquellos tiempos , de lo cual Manuel Bartlett Diaz tiene , seguramente , muchas historias que contar al respecto , personaje cercanísimo a Carlos Salinas de Gortari, en un tiempo el villano favorito de muchas y muchos políticos y adversario casi frontal de Andrés Manuel López Obrador que con el devenir de la recta final del actual sexenio presidencial , el tabasqueño lo ha convertido en intocable , como lo ha hecho con Enrique Peña Nieto , el “licenciado demócrata “, como lo considera el Presidente, quien por cierto en menos de un año , AMLO , tendrá que lidiar con tres pendientes que lo marcarán casi toda su vida de político :
1.- El haber arropado a Manuel Barttlet Díaz .
2.- El no haber resuelto con contundencia el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la escuela normal rural de Ayotzinapa , y
3.- El no haber desterrado la inseguridad y la violencia del país .
Por eso el metapoder del presidencialismo mexicano taladrará con efecto inverso sobre el historial del periodo sexenal federal por concluir , como ocurrió puntualmente con los gobiernos priistas y panistas amén que con secuelas distintas y distantes por las tres maneras de haber ejercido todo ese incalculable “meta poder presidencial” de dimensiones poco imaginadas en lo inmediato hasta que muestran su real rostro .
En función de esto , ayer mismo se analizó aquí la urgente necesidad de que la nueva gobernadora debe :
1.- Impregnar a su mandato su propio estilo de gobernar .
2.- Ampliar su libre albedrío político en la toma de decisiones de tipo gubernamental, y
3.- Nutrir un círculo cercano a su estirpe .
De no actuar en función de estos tres puntos , la salida de Andrés Manuel López Obrador de Palacio Nacional la podría dejar en desventaja , lo que le significaba volver a empezar cuando el tabasqueño haya entregado la banda presidencial a su sucesora o sucesor.
Y es que la maestra, no obstante, su filiación morenista, está procediendo, quizá sin proponérselo, como en aquellos tiempos del todopoderoso presidencialismo que, si hoy no emana de “Los Pinos», sí brota de Palacio Nacional.
La verdad conductas que millones de mexicanos y mexiquenses ya no desean atestiguar en virtud de que, si bien la jerarquía presidencial es absoluta, misma que se debe acatar de manera ciega en ciertos momentos del meta poder presidencial, no lo debe ser tanto cuando una gobernadora como la mexiquense tiene el respaldo popular basto y de sobra para acotar al máximo poder institucional y así evitar suspicacias de que desde Palacio Nacional se pretende gobernar al Estado de México.
Y es que como también ayer aquí se afirmó: “ni López Obrador debe ser el gobernador del Estado de México, ni el Estado de México debe equipararse al país que administra el mandatario«