La Atlántida europea estuvo perdida 600 años en aguas alemanas y ahora es redescubierta por una nueva investigación
El domingo 16 de enero de 1362, una terrible tormenta proveniente del océano Atlántico inundó las zonas costeras de Alemania, Inglaterra, Países Bajos y Schleswig. A este fenómeno se le conoció como Grote Mandrenke en neerlandés o Den Store Manddrukning en danés. La relación entre ambos nombres es que significan lo mismo: «el gran ahogamiento de hombres» y es que se estima que causó entre 40,000 y 100,000 personas.
Esta inundación causó la completa desaparición de Rungholt, una antigua ciudad medieval que tras su inundación pasó a ser parte del folclore europeo, llegando a ser una «Atlántida del Mar del Norte«. Perdida por más de 600 años, una nueva investigación acaba de redescubrirla.
Una ciudad dedicada al comercio
Rungholt alguna vez fue una próspera ciudad dedicada al comercio. Era una tierra rica en recursos naturales con una tierra de lo más fértil para la cosecha. Parecía un paraíso, hasta el 16 de enero de 1362, cuando un violento clima y el aumento del nivel del mar barrió con este poblado de la antigua Frisia (hoy una región de Países y Alemania).
A raíz de este suceso, muchos cuentos y leyendas surgieron. Se decía que Rungholt fue inundada como castigo divino y que, después de su desaparición, aún podían escucharse las campanas de la iglesia resonando con desesperación para anunciar su trágico destino. Sin embargo, los restos de esta ciudad perdida fueron redescubiertos por un equipo de investigadores, financiados por la Fundación Alemana de Investigación.
Todo esto se logró con una combinación de geofísica y arqueología. El grupo en conjunto entre la Universidad de Kiel, la Universidad Johannes Gutenberg, el Departamento de Arqueología de Schleswig-Holstein y el Centro de Arqueología Báltica y Escandinava lograron identificar restos de la iglesia de Rungholt.
Como se comenta en una entrada de ZBSA, este hallazgo es realmente importante gracias a cómo estaba estructurada la sociedad medieval. La mayoría de las ciudades europeas de aquella época escogían como centro a su iglesia principal, a partir de la cual comenzaban a expandirse.
«La particularidad del hallazgo radica en la importancia de la iglesia como centro de una estructura de asentamiento, que por su tamaño debe interpretarse como una parroquia con función superior.»
La organización Rungholt Project y Wadden Sea ya habían logrado encontrar 54 terps en un área de más de 10 kilómetros cuadrádos. Un terp es como se le conoce a estructuras artificiales (hechas por la humanidad) como las bases de las casas. Entre todo lo descubierto había sistemas de drenaje o fragmentos del puerto.
Por su parte, la Universidad Johannes Gutenberg explica qué tan grande era la iglesia de Rungholt, siendo una estructura de considerable tamaño
«Uno de estos terps muestra estructuras que sin duda pueden interpretarse como los cimientos de una iglesia de 40 a 15 metros de tamaño. Los primeros sondeos y excavaciones han proporcionado los primeros datos sobre la estructura y los cimientos del edificio sagrado.»
Sin falta de memoria
Toda esta investigación se llevó a cabo cerca de la isla de Hallig Südfall, ubicada en el Mar de Wadden, la zona de bancos de arena y fangales más grande del mundo. Es una región reconocida por la UNESCO como reserva de la biosfera. Algo que suma a lo especial que es el redescubrimiento de Rungholt.
Como adelantamos al inicio, se utilizaron métodos geofísicos relacionados al electromagnetismo y el estudio sísmico para desentrañar los restos de Rungholt. Pero no solo se trató de encontrar los restos de una ciudad perdida, sino que también se logró obtener más información respecto a la vida de quienes vivían en aquella zona de Frisia.
El redescubrimiento de Rungholt, no solo representa un hito arqueológico, sino también sirve como recordatorio de la conexión entre los fenómenos climáticos y la alteración de comunidades humanas a lo largo de la historia. La Grote Mandrenke debe resonar en la memoria colectiva para recordar el desafío ambiental al que nuestra generación se está enfrentando, para sí recordar las consecuencias del cambio climático. Nuevamente, la historia nos echa en cara la importancia de no olvidar.