Cada vez más personas participan en maratones populares. La ciencia sabe que pasarse de optimista tiene sus riesgos
Cuenta la historia que después de la batalla de Maratón, que enfrentó en el 490 a.e.c. a las polis griegas con el imperio persa, el soldado Filípides ejerció de correo para llevar las noticias de la victoria griega hasta Atenas. La carrera de Filípides le costó la vida: murió de extenuación nada más llegar a su destino.
Realidad o ficción, la historia de la prueba atlética de resistencia por antonomasia es otra cosa: un cuento con moraleja.
Y la moraleja de esta historia es que la extenuación es peligrosa, y 42.125 metros dan para mucho. La maratón es solo una de tantas pruebas físicas que pueden llevar a nuestro cuerpo al extremo, pero es quizás una importante dada su significancia y a que salir a correr es una de las actividades más accesibles para quienes quieren comenzar a ejercitarse.
¿Cómo de peligrosa es una maratón? Es imposible saber exactamente el riesgo ya que éste depende de muchos factores como nuestro estado de salud y preparación física, las condiciones climáticas y nuestro desempeño. En promedio, un estudio reciente calculó que la mortalidad promedia era de 0,67 por cada 100.000 personas que acababan la carrera, o una muerte por cada 149.968 participantes. Un riesgo bajo.
El estudio observó también que el riesgo era mayor entre los hombres (0,98 por cada 100.000 corredores en llegar frente a 0,41 de cada 100.000 mujeres). Los autores de este análisis comprobaron también que las muertes solían ocurrir durante el último cuarto de la carrera. Algo que no resulta especialmente llamativo.
Que el ejercicio moderado es bueno para la salud es algo bien conocido, pero a medida que aumentamos en intensidad los riesgos aumentan a mayor ritmo que los beneficios. Los riesgos pueden ir desde lesiones hasta eventos cardiacos que pongan en riesgo nuestra vida.
El cardiólogo Juan Carlos Portugal del Pino se pronunciaba recientemente en el portal Runners World con respecto a este último riesgo. Ponía en relieve los datos de la última maratón de Madrid, donde 42 personas requirieron asistencia médica (nueve tuvieron que ser trasladados al hospital) de entre más de 20.000 participantes.
Entonces, ¿es el ejercicio intensivo más peligros que beneficioso? No lo sabemos. No existe un consenso científico sobre el punto en el que los riesgos de aumentar la intensidad superan a los beneficios, o siquiera de si existe tal punto.
Existen estudios que señalan la existencia riesgos asociados a esta práctica. Por ejemplo un estudio publicado en 2017 que estibaba que las personas cuya actividad física semanal era triplicaba las recomendaciones del Departamento de Salud estadounidense aumentaban su riesgo de padecer una calcificación de las arterias coronarias a largo plazo.
Otro estudio, publicado en 2022, no encontraba evidencia de problemas en salud cardiovascular asociados a la actividad física “vigorosa” a largo plazo. La American Medical Association señalaba que siguen siendo necesarios más estudios en la materia.
¿Debemos decir adiós al running? Obviamente no. Correr es un ejercicio adecuado para la mayor parte de la población. Es una opción práctica ya que no necesitamos material como bicicletas o siquiera compañía. Además, los riesgos descritos no son exclusivos de este deporte y se extienden a otros deportes.
Salvo que alguna condición o enfermedad nos lo impida, correr es mucho mejor que no hacer nada, la cuestión está en conocer nuestros límites. Y si tenemos dudas, mejor pecar de cautos. El ejercicio moderado ya es suficiente para mejorar nuestra salud y ponernos al límite no va a hacer que nos pongamos en forma antes: es más posible que una lesión nos suponga lo contrario. Y ese no es el peor riesgo.
Imagen | Miguel A Amutio