Un pueblo de León quiso obligar a sus ganaderos a recoger las boñigas de sus vacas. Ganaderos (y vacas) tenían otros planes
En Boca de Huérgano, un pueblo de la comarca leonesa de Riaño, acaban de protagonizar una sonora polémica que ha desatado el cabreo de los agricultores de la provincia y generado un acalorado debate entre los vecinos, los empresarios que viven del turismo y los ganaderos que se dedican a pastar sus rebaños. Lo curioso no es sin embargo el alcance de la disputa ni que haya trascendido las fronteras de Boca de Huérgano para ganar una repercusión nacional. No. Lo curioso es qué está en el epicentro del debate: las boñigas que dejan las vacas y ovejas a su paso.
El Ayuntamiento leonés ha intentado que sean los propios ganaderos quienes recojan las bostas de sus reses, una exigencia que no sentó demasiado bien al sector. El resultado: Boca de Huérgano no ha tardado en dar marcha atrás.
La ordenanza de la polémica. El origen de la polémica está en una ordenanza aprobada por el pleno del Ayuntamiento de Boca de Huérgano hace ya dos meses, el 25 de abril. La nueva norma, que llegó a anunciarse a través del Boletín Oficial de la Provincia (BOP) de León y puede consultarse íntegra en este link, regulaba básicamente «el cuidado de los animales en su explotación, transporte, experimentación y sacrificio». Hasta ahí nada excepcional.
Lo que desató el debate es el artículo sexto del texto, el dedicado a las «normas comunes» para animales. Allí el Consistorio aclaraba una serie de pautas, como que para transitar por caminos el ganado debía estar controlado por su dueño o que vacas, ovejas y demás animales no podían permanecer en zonas públicas por las noches para «evitar molestias» a los vecinos. A mayores deslizaba otra norma, está sí más polémica: se exigía a los ganaderos que recogiesen las bostas.
«Serán responsables». La norma era muy clara. Básicamente obligaba a que tras el paso de los animales las calles quedasen limpias, sin restos de boñigas. «En caso de deposiciones en la vía o espacio público cuando estén transitando por el casco urbano, sus poseedores o propietarios serán los responsables de la retirada de los excrementos y la limpieza», precisaba. Es más, la ordenanza incluso tipificó como «infracción leve» dejar una bosta abandonada, aunque no llegaba a aclarar qué consecuencias o sanción, en caso de haberla, afrontaría el ganadero.
Cabreo del sector. Aunque aglutina a otras ocho localidades, Boca de Huérgano es un pueblo pequeño, de apenas 435 vecinos. Su tamaño no evitó sin embargo que la ordenanza generase malestar entre los ganaderos de toda la región. A finales de mayo la organización agraria ASAJA lanzó un comunicado rotundo en el que exigía a la Junta de Castilla y León que impugnase la norma. Su principal argumento era que el Consistorio había invadido competencias de otras administraciones, aunque los ganaderos no ocultaban su malestar con el artículo sexto, el de las bostas.
«Nada relevante aporta la ordenanza sobre lo ya legislado, salvo lo de obligar a los propietarios del ganado a ‘retirar los excrementos de los mismos cuando transiten por vía o espacios públicos'», lamentaba el colectivo profesional, muy duro con el Consistorio. Primero lo acusaba de no tener medios para cumplir con los controles que se recogían en la ordenanza. Segundo, censuraba su falta de «empatía” con los ganaderos justo cuando el sector «se queja de la excesiva carga burocrática».
… y marcha atrás del Consistorio. Tal fue la repercusión de la medida que el Ayuntamiento acabó dando marcha atrás. Solo unos días después del comunicado de ASAJA y que la noticia circulase por medios de todo el país, su alcalde, Tomás de la Sierra, confirmaba a El Periódico de España su intención de dejar las cosas como estaban. «Es algo de sentido común, pero tras la polémica hemos decidido retirar la ordenanza. El motivo principal no era perjudicar a los ganadores».
El primer edil recalca que la ordenanza quería garantizar «la salubridad de las calles» y que su objetivo era «tener el pueblo lo más limpio posible», pero admitía que el Ayuntamiento cometió el «error» de transponer una normativa autonómica que aumentaría la carga administrativa de los ganaderos. «Se metieron cosas que no venían a cuento, y los ganaderos protestaron con razón porque se les obligaba a duplicar los papeles que tenían que presentar en la Junta y el Ayuntamiento».
Cuestión de ganadería… y turismo. Para entender la polémica hay que entender a Boca de Huérgano, una localidad pequeña de la comarca de Riaño en la que se aglutinan alrededor de una decena y media de ganaderías, pero que también tiene un importante perfil turístico. EPE precisa que en la zona hay una veintena de albergues, hoteles, casas rurales, bares y restaurantes que se benefician de los visitantes que acuden al Riaño para disfrutar de escapadas de turismo rural.
«Tenemos que convivir todos. No es agradable salir a la calle y encontrarte con ellas», reconocía al diario un hostelero de la región al hablar sobre las boñigas que deja el ganado a su paso. Otro empresario dedicado al turismo recordaba que la medida no es muy distinta a la que ya se aplica con los perros. «En cualquier sitio de España vas con tu bolsa si tienes uno y recoges los excrementos. Los dueños conviven con el resto de personas, ¿no? En este caso es igual», reivindicaba.
Donde dije ordenanza, digo bando. Aunque el Consistorio ha optado por retirar la ordenanza, de la Sierra insiste en que el pueblo debe velar también por su atractivo para los visitantes. De ahí que, tras renunciar a la norma municipal, ya planee sacar un bando con «recomendaciones» para los ganaderos. «Tenemos que cuidar el turismo y mantener la salubridad en las calles […]. Dependerá del civismo de cada uno, pero si aparece abono en las calles que se tire un poco de escobón. No se va a multar ni perseguir a los ganaderos», garantiza el regidor de Boca.
La localidad leonesa no es la primera a la que le toca buscar el complicado equilibrio entre el turismo y la ganadería. En Francia ya han legislado sobre la materia y hace poco en España un pueblo segoviano, Duruelo, llegó a instalar un cartel para advertir a sus turistas: «No es para ti si no puedes adaptarte».
Imágenes | Ben Grantham (Flickr) y Asqueladd (Wikipedia)