El movimiento anti-turismo se está cocinando a fuego lento en toda España. Y un lugar es su punta de lanza: Mallorca
Mallorca ha dado «un golpe sobre la mesa» para mostrar el hartazgo y cansancio con el que sus vecinos viven la masificación turística. Y el entrecomillado es en este caso literal, una de las muchas frases empleadas ayer por las miles de personas que salieron a las calles para exigir que se ponga «límites» a la afluencia de visitantes. Importa el apoyo que tuvo la marcha, importa su mensaje, pero sobre todo importa el dónde y cuándo: la movilización se organizó en plena temporada alta y uno de los puntos más turísticos del país, lo que deja la enésima demostración de hasta qué punto la masificación turística se ha convertido en un reto para el sector.
Y Mallorca no es el único ejemplo.
«Límites» al turismo. Eso es lo que reclamaron ayer miles de personas en las calles de Palma. Como suele ser habitual, las cifras de asistentes bailan en función de la fuente que se consulte, pero la lectura que dejan unas y otras es contundente: la marcha convocada por ‘Menys Turisme Més Vida’ con el respaldo de más de un centenar de colectivos ha logrado un respaldo considerable en la isla.
Sus responsables hablan de 50.000 asistentes. La Policía Nacional de 12.000. Suficientes en cualquier caso para colarse en el debate público y captar la atención mediática, tanto en España, como en el extranjero, donde los medios siguen cada vez con mayor interés las movilizaciones que se suceden en España contra la afluencia masiva de visitantes y se habla de muestras de «anti turismo».
«Un punto de inflexión». En la manifestación pudieron leerse pancartas y carteles que exigen poner «límites» al turismo y buscar un modelo «sostenible» que no colisiona con el día a día de los residentes de la isla. «¡Turismo sí, pero no así!», podía leerse en uno de los cartones que levantaban los manifestantes durante su marcha por las calles de la ciudad. El mensaje más claro lo dejó sin embargo Pere Joan Femenía, portavoz de la plataforma convocante: el objetivo de la marcha es promover «un punto de inflexión» que marque “el inicio de acciones en las cuatro islas, no únicamente en Mallorca, que se extenderán más allá del verano».
La de ayer de hecho no fue la primera manifestación organizada en Palma. A finales de mayo los vecinos críticos con la masificación ya hicieron una primera demostración de fuerza al convocar a miles de personas en la calle con un discurso similar al de ayer. Tampoco las movilizaciones son del todo nuevas. En septiembre de 2017 la capital balear acogió también una marcha crítica con la saturación turística impulsada básicamente por colectivos ecologistas.
Pero… ¿Qué reclaman? «El objetivo de esta protesta es cambiar el rumbo, la gente está harta de un modelo económico que no tiene en cuenta los problemas que el turismo causa a los residentes», recalca Femenía. Más allá de la denuncia, el colectivo plantea además propuestas «concretas» para atajar la masificación, como explica el portavoz a Efe: limitar los vuelos, los cruceros, el alquiler de coches y las viviendas destinadas al alquiler vacacionales, además de «controlar» las compras de casas realizadas por gente que no resida en la isla. Al menos una de las opciones que se aboga es que el comprador deba mostrar un tiempo mínimo de residencia.
«Inhabitable». «Hay 13 turistas que vienen a las islas por cada residente. Seguimos con el argumento de que vivimos del turismo, pero no es cierto porque desde hace años los ingresos derivados de esta actividad quedan acumulados en los grandes capitales y la pobreza alcanza al 21% de la población», asegura Femenía a El País. Durante la marcha se insistió en ese doble mensaje: buscar soluciones para que Palma deje de ser «totalmente inhabitable» y, al mismo tiempo, proteger «la gallina de los huevos de oro” que suponen ahora las playas y paisajes.
¿Qué dicen las cifras? Femenía advierte que para las islas resultará «insostenible» llegar a los 20 millones de turistas, una cifra que según algunas estimaciones podría alcanzarse o al menos rozarse este año en Baleares. Según los registros de ocupación hotelera del INE, entre enero y mayo las islas acogieron alrededor de 3,1 millones de turistas frente a los 2,7 anotados en 2023.
Con respecto al encarecimiento de la vivienda, otra de las quejas que ayer llevó a miles de personas a criticar los efectos de la masificación turística en las calles de Palma, Baleares afronta una clara subida de precios al alza. En abril Tinsa lanzó un informe que concluía que en Baleares el precio de la vivienda superaba ya en un 7,1% los valores del boom inmobiliario y el portal Idealista le atribuye el mayor incremento anual en los precios del alquiler del país, cerca de un 21,5%.
Más allá de Baleares. Si la manifestación de este fin de semana resulta interesante es porque no supone una movilización aislada y puntual. Y no solo porque la ciudad ya hubiese acogido otra similar en mayo. Más allá de Baleares, se han registrado protestas contra la masificación en Canarias, Madrid, Andalucía, Valencia… En Cantabria la perspectiva de convertirse en «la Ibiza del norte» con una ambiciosa iniciativa inmobiliaria ha movilizado también a miles de vecinos y en Barcelona, probablemente el ejemplo más claro, hace poco dispararon con pistolas de agua a turistas en el transcurso de una manifestación.
La tendencia va más allá de España, con movimientos también para acotar la afluencia de turistas en Países Bajos, Italia, Corea del Sur o Japón, que acaba de registrar un récor de viajeros. En España también se han adoptado medidas, con moratoriasa las licencias de alquiler vacacional y propuestas que plantea limitar el número de cruceros o reforzar las tasas turísticas. Conscientes de la problemática, también en Baleares se ha movido ficha en un intento por paliar sus efectos.
Imagen | Yves Alarie