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Imane Khelif no es trans. Su caso ilustra los enormes problemas de los JJOO para gestionar la intersexualidad

Ni la recreación «drag» durante la ceremonia de apertura, ni la contaminación del Sena, ni la piscina «anti récords» de La Défense. La gran polémica hasta la fecha de los Juegos Olímpicos de París la deja una cifra: 46, que son los segundos que tardó en claudicar ayer la boxeadora italiana Angela Carini ante la argelina Imane Khelif. La polémica, claro está, no son los 46 segundos en sí, si no su contexto.

Khelif no es una luchadora cualquiera. Junto con Lin Yu-ting es una de las dos boxeadoras que llegan a París señadas por sus índices de testosterona después de que el año pasado la organización del Campeonato Mundial, la IBA, las excluyese al considerar que gozan de «ventajas competitivas» frente al resto de mujeres.

¿Qué ha pasado? La secuencia dura menos de un minuto y ha corrido como la pólvora por las redes. En cuestión de segundos Khelif asesta dos fuertes puñetazos a su contrincante, Angela Carini, en el ring. El primero le soltó el barboquejo. El segundo le ocasionó un dolor tan intenso en la nariz que, aseguraría poco después la italiana, le llevó a arrojar la toalla. «Sentí un fuerte dolor. Dije basta. No podía terminar la pelea tras el puñetazo, así que era mejor ponerle punto y final».

46 segundos. Ni uno más. La pugna acabó en un tiempo sorprendente, pero si algo se transpiraba en la lona era tensión, con Carini rehuyendo sin disimulos el saludo de Khelif y dejándose caer de rodillas, entre lágrimas. «No está bien», murmuraba, visiblemente enfadada antes de que el árbitro levantara el brazo de su contrincante para proclamarla vencedora. Minutos más tarde, durante una charla con la BBC, Carini sería aún más explícita. La pelea de ayer, lamentaba, «podría haber sido la de mi vida», pero decidió ponerle fin porque «también tenía que velar por mí».

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«Estoy aquí por el oro». Esa es la escueta valoración que dejó Khelif tras la pugna. En declaraciones también a la cadena británica se limitó a insistir que su objetivo es el oro, y recalcó: «Pelearé con cualquiera, pelearé con todos». El gran combate al que se enfrentará en París no es sin embargo el que disputó ayer Carini o el que la mida a partir de hora con el resto de boxeadoras, sino el de la polémica que la persigue como atleta, una controversia relacionada con su condición física que viene de mucho antes de París 2024 y se ha caldeado a lo largo de los últimos días con declaraciones de alos cargos italianos, incluidos Meloni y Salvini.

La primera aseguraba ayer que la pelea entre Khelif y Carini no fue «equitativa» y proclamó que «las atletas con características genéticas masculinas no deberían ser admitidas en las competiciones femeninas». El segundo, Matteo Salvini, fue más allá y deslizó en su cuenta de X y sin aportar prueba alguna que la argelina es una boxeadora «trans», por lo que, sostiene el viceprimer ministro, que compita con mujeres es «una locura fruto de la hipocresía de la corrección política».

El origen de la polémica. La polémica en torno a Khelif y la taiwanesa Lin Yu-ting es en realidad anterior a los JJOO de París. Ninguna de las dos es una recién llegada al ring. La primera tiene 25 años. La segunda, 28. Ambas han participado en competiciones de la International Boxing Association (IBA) y en los juegos de Tokio 2020. Es más, en la competición japonesa la argelina llegó a cuartos de final en la división de peso ligero (60 kg) y se convirtió en la primera boxeadora de su país en lograr una medalla en el mundial al conquistar la plata en 2022.

Su compañera taiwanesa llegó a octavos en Tokio 2020 en la categoría de peso pluma y ha sido tres veces medallista en campeonatos mundiales, con oro en 2018 y 2022 y bronce en 2019. Desde hace un año sin embargo tanto Lin Yu-ting como Khelif están en el candelero. Sobre todo desde el inicio de los Juegos Olímpicos de París. El motivo: en 2023 la IBA las desclasificó en el Mundial que se celebraba en Nueva Delhi. El organismo internacional tomó la decisión además cuando Yu-ting ya había ganado el bronce y la argelina se preparaba para disputar la final.

¿Y por qué lo hizo la IBA? Por la condición de ambas mujeres, aunque la asociación no ha sido clara al justificar y detallar su dictamen. Al contrario. En marzo de 2023, tras tomar la decisión, el presidente del organismo, el ruso Umar Kremlev, se limitó a deslizar que la IBA había expulsado de la competición de Nueva Delhi a deportistas que habían intentado hacerse pasar por mujeres.

«Tras los resultados de las pruebas de ADNI, identificamos a varias atletas que intentaron engañar a sus colegas y se hicieron pasar por mujeres, y se demostró que tenían cromosomas XY. Estas deportistas fueron excluidas de la competición», aseguró por entones Kremlev a la agencia de comunicación TASS sin aportar más detalles sobre lo ocurrido ni desvelar tampoco ningún nombre concreto. Yu-ting no apeló. Khelif sí lo hizo, aunque acabó retirando su queja durante el proceso.

¿No ha dado más detalles? Sí. A raíz del revuelo generado por la participación de Khelif y Yu-ting en los Juegos Olímpicos de París, la IBA emitió un comunicado esta semana en la que se reafirma en la decisión que tomó en 2023. El motivo: ni la taiwanesa ni la argelina cumplían «los criterios de elegibilidad» para participar en una competición femenina. «La decisión, tomada tras una revisión meticulosa, fue extremadamente importante y necesaria para mantener el nivel de imparcialidad».

«Cabe señalar que las atletas no se sometieron a un examen de testosterona, sino a una prueba independiente y reconocida, cuyos detalles son confidenciales. Esta prueba indicó de forma concluyente que ambas atletas no cumplían los criterios de elegibilidad necesarios y se descubrió que tenían ventajas competitivas sobre otras competidoras», concluye el comunicado. Entre ambas atletas podría haber también diferencias, apunta El País: Khelif acabó eliminada en India por sus elevados niveles de testosterona; la taiwanesa debido a «una prueba bioquímica».

¿India no, París sí? Que Khelif y Yu-ting acabaran fuera del mundial de Nueva Delhi pero puedan competir en París quizás resulte contradictorio, pero hay una explicación sencilla: una simple cuestión de organización. Y criterios. Detrás del mundial estaba la IBA. Tras los JJOO francés está el COI, que «por el interés de los deportistas y la comunidad del boxeo» —cuestiones ajenas a Khelif o Yu-ting— ha decidido mantener a la IBA excluida de la organización de los últimos torneos olímpicos. Esa circunstancia queda bien clara en la nota emitida por la IBA.

«Expresamos nuestra preocupación por la aplicación incoherente de los criterios de elegibilidad por parte de otras organizaciones, incluidas las que supervisan los JJOO —sostiene la IBA—. Las diferentes regulaciones del COI sobre estos asuntos, en los que la International Boxing Association no está involucrada, plantean serias dudas tanto sobre la equidad competitiva como sobre la seguridad de los atletas».

Lo que dice el pasaporte. Las cosas se ven diferente desde el COI, que se ha mantenido en sus trece al defender que tanto Khelif como Yu-tin cumplen todos los requisitos para competir en Francia. Con mujeres, claro. «Todos los atletas que participan en el torneo de boxeo de los JJOO de París cumplen con las normas de elegibilidad y de inscripción de la competición, así como todas las regulaciones médicas aplicables», replicó el Comité en un comunicado lanzado ayer.

El organismo concluye además con una idea clave: «Al igual que en las competiciones de boxeo olímpicas anteriores, el género y la edad de los atletas se basan en su pasaporte». Sin dar nombres, ni citar expresamente a Khelif y Yu-ting, el COI da además un severo tirón de orejas a la IBA, cuyo dictamen del año pasado, sostiene, está detrás de la polémica que se ha generado en los Juegos de París.


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«Una decisión arbitraria». «La agresión actual contra estas dos atletas se basa enteramente en esa decisión arbitraria, que fue tomada sin ningún procedimiento adecuado, especialmente considerando que las atletas habían estado compitiendo en pruebas de alto nivel durante muchos años». Y a modo de conclusión, el COI insiste, con tono tajante: las normas que aplica ya se usaron en Tokio 2020 y los criterios de elegibilidad «no pueden cambiarse durante la competición en curso». Alterarlos exigiría seguir los «procesos apropiados» y «evidencia científica».

Polémica… y mucho (mucho) ruido. El cruce de reproches entre el COI y la IBA y lo ocurrido ayer con Angela Carini —hoy Yu-ting competirá en el North Paris Arena— han servido para caldear una agria polémica que ha llegado a su punto de ebullición en las redes sociales. Hay quien como Salvini ha deslizado que Khelif es una «boxeadora trans». Ni la argelina ni la taiwanesa se han identificado nunca como transgéneros, ni como hombres, ni como intersexuales, recuerdan desde la revista TIME. En sus respectivas fichas de los Juegos Olímpicos se identifican con género femenino y el portavoz del COI Mark Adams ha insistido por activa y pasiva que las dos llevan ya «muchos años» compitiendo. «No han llegado de repente».

El comentario de Salvini sobre Khelif no se basa en evidencias. El propio Mark Adams ha deslizado en los últimos días, ya en plena polémica, que «no se trata de una cuestión transgénero». Al menos en el caso de Khelif habría otro factor igual de relevante y que han comentado ya algunos analistas: la deportista es y representa a Argelia, un país que aplica leyes restrictivas al colectivo LGBTQ. Es más, Amnistía Internacional denuncia que su Gobierno llegó a impulsar «una campaña contra todos los productos que contuvieran ‘colores y símbolos contrarios a la moral'».

«Propaganda infundada». El comité olímpico argelino (COA) ha hecho además bandera de la causa de Khelif y también se ha sumado a la polémica al condenar de forma pública y tajante los ataques «infundados» a su compatriota. En su opinión, se trata de «difamaciones», acusaciones «poco éticas» y «propaganda infundada». «Estos ataques a su personalidad y dignidad son profundamente injustos. El COA ha tomado todas las medidas necesarias para proteger a nuestra campeona».

El debate de fondo. Los casos de Khelif y Yu-ting resultan interesantes porque en realidad trascienden a ambas. No es la primera vez que el género, los niveles de testosterona y la intersexualidad acaparan el debate de los JJOO. Ocurrió en los 80 con la exatleta española María José Martínez Patiño después de que unas pruebas de la Universidad de Kobe señalasen que tenía cromosomas XY. «Nadie, ni una prueba, puede decir si eres o no mujer”, reivindicaba en El Diario Vasco.

El caso más popular es sin embargo el de Caster Semenya, atleta sudafricana que se ha visto cuestionada también por sus altos niveles de testosterona y cuyo caso ha llegado incluso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En el polo opuesto están quienes, como la capitana de boxeo de Australia, Caitlin Parker, considera inadecuado que deportistas como Khelif compitan con mujeres. «Especialmente en los deportes de combate. Puede ser increíblemente peligroso”, comentaba hace poco, en línea con las declaraciones que dejó ayer Carini tras el combate.

El desafío de la intersexualidad. Lo ocurrido en París vuelve a poner sobre la mesa uno de los mayores desafíos que tienen por delante los Juegos Olímpicos y el deporte profesional en general: cómo afrontar la intersexualidad, aquellos atletas que, en grados variables, muestran características de ambos sexos. No es un tema sencillo. Y el debate no surge desde luego con Khelif y Yu-ting. En 2023 el Tribunal de Derechos Humanos ya falló que Semenya pudo sufrir «discriminación de sexo» cuando la IAAF le vetó ciertas pruebas por su intersexualidad y testosterona.

Una de las claves es la propia complejidad del sexo. «Es más complicado de lo que a simple vista se cree. El binarismo biológico macho/hembra no es inamovible y así lo desmiente el fenómeno de la intersexualidad, el cual combina características biológicas masculinas y femeninas: cromosomas, gónadas, genitales», comenta la sexóloga Loola Pérez en un interesante hilo de X sobre la materia.

En redes también han surgido voces que centran el debate en los rangos de testosterona. De telón de fondo, la necesidad de un reglamento claro que tenga presente una realidad que sacude cada cierto tiempo los cimientos del deporte.

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