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En España murieron 1.149 jóvenes entre 1983 y 1989 sin conflicto bélico mediante. Todos estaban haciendo la mili

Hace unas semanas lo contábamos. Mientras media Europa parece entrar al debate sobre recuperar o no la mili (el servicio militar obligatorio), el ejército español tiene otras ideas: 80.000 reservistas. Sea como fuere, aquí viene una serie de datos oficiales sobre el pasado de la mili en España. Curiosamente, en una época sin ningún conflicto abierto, murieron miles de jóvenes.

Las cifras. Un pantallazo en Twitter da una pista. Se trata de un texto del psiquiatra Guillermo Rendueles, “Las enseñanzas de la mili” (2000). En el mismo, y según los datos oficiales del investigador, entre los años 1983 y 1989, murieron 1.148 jóvenes españoles en la mili. Además, hubo casi 13.000 heridos y 179 suicidios.

Los datos no están mal si nos fijamos en las entradas de los diarios de la época. Por ejemplo, en este artículo del diario El País de 1985, se informaba que, desde el 1 de enero de 1980 hasta el 1 de abril de 1985, habían fallecido mientras cumplían el servicio militar obligatorio 848 jóvenes españoles. Datos todos que llevan a una segunda pregunta, ¿y de qué fallecían los jóvenes si no estaban en guerra?

La vida en la mili. Hasta su abolición en 2001, la mili era obligatoria para los españoles que alcanzaran la mayoría de edad (salvo algunas excepciones). La duración del servicio variaba, pero generalmente se extendía entre 12 y 18 meses, y sus destinos cambiaban en función del servicio (Ejército de Tierra, Armada o Fuerza Aérea).

La mili implicaba la integración de jóvenes, muchos de los cuales no tenían experiencia previa en ambientes militares, en un entorno de disciplina estricta y, en ocasiones, extremas condiciones físicas y psicológicas. Esto, al menos en gran parte, explica los fallecimientos que se vivieron dentro del servicio militar

La fatal noticia. Contaba El País en pleno apogeo de la mili que la mayoría de las muertes se trataban como “accidentes”, destacando que no eran más que jóvenes sin ninguna experiencia “en el mejor momento de sus vidas”. No solo eso. A los familiares de los fallecidos muchas veces le llegaba la fatal noticia con semanas de retraso y con una vaga explicación sobre cómo se produjo. Incluso en ocasiones, los casos se archivaron.

Morir por llegar tarde. En 1985, el 40% de las muertes entre los soldados se producían en accidentes de tráfico. “El hecho de apurar hasta el último momento los permisos de que disfrutan los soldados provoca que éstos, en muchas ocasiones a altas horas de la madrugada y sin haber dormido, se desplacen en automóvil hacia sus cuarteles en precarias condiciones físicas”, narraba el medio.

Morir en maniobras. Esta era, posiblemente, la otra gran pata de los fallecimientos. Muchos de los jóvenes en la mili fallecían por culpa de accidentes mortales durante maniobras militares, ya sea por el mal manejo de armas o explosivos (500 muertos así entre 1980 y 1985).

Morir por envenenamiento. Otra de las causas de muerte se debía al mal manejo de productos extremadamente tóxico, fallecimientos por inhalación de humos tóxicos contenidos en las denominadas candelas o botes de humo que se empleaban para ocultar los movimientos de fuerzas propias a través de zonas que son visibles para un hipotético enemigo.

A este respecto, El País contaba de una tendencia incomprensible. Al parecer, algunos mandos empleaban esos artefactos en locales cerrados. ¿La razón? El argumento era que los soldados debían acostumbrarse a resistir en ese ambiente hostil. Así fallecieron dos soldados destinados a Canarias.

Morir por disparar sin saber hacerlo. Los casos de soldados muertos por “disparos fortuitos” fueron también elevados. Estas muertes se debían al uso defectuoso de fusiles y armas individuales que se habían registrado o manipulado de forma indebida.

Suicidios. La última tasa de muertes en la mili fue una consecuencia de la misma, y finalmente supuso una de las principales causas. El estrés y las condiciones de vida de muchos de los que sirvieron en la mili terminó en tragedia. Entre 1980 y 1985 se suicidaron 205 soldados mientras estaban haciendo el servicio, y en el mismo período se registraron 250 casos de suicidios frustrados.

¿Una vuelta a la mili? Todos estos datos, muy posiblemente, los guarda en la memoria el gobierno español ante cualquier debate sobre la implantación del servicio militar obligatorio. En España la ministra de Defensa ha descartado de lleno retomar la mili, pero eso no evita que la conversación circule en el ejército. Al menos a nivel teórico. Y en esas esferas hay una fórmula que parece verse con interés: el modelo nórdico.

En este caso, se trata de un servicio militar obligatorio, pero con opciones flexibles. El modelo combina el reclutamiento universal con la posibilidad de servicio civil alternativo para quienes objetan el servicio armado, y promueve la igualdad de género al permitir o exigir la participación de mujeres. Además, enfatiza la preparación militar generalizada como una medida de defensa nacional, con un enfoque en la formación cívica, la defensa territorial y la participación ciudadana, mientras mantiene un ejército profesional y reserva activa.

Sea como fuere, a los nórdicos les funciona hasta el punto de que atrae con su eslogan a los jóvenes. Lo que no queda tan claro es que el mismo modelo pueda si quiera calar mínimamente entre la población española, ya no la joven, si recordamos el pasado reciente.

Imagen | Rafael Jiménez, Anual

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