La "puerta al infierno" en Siberia está más activa que nunca. Es una advertencia de los riesgos del cambio climático
Lo llaman la “puerta de entrada al infierno”, o cráter de Batagay. Se trata de una enorme depresión en la tundra siberiana fruto del deshielo del permafrost, hielo infiltrado en el suelo y uno de los principales quebraderos de cabeza de los expertos en clima.
Puerta al infierno. Un grupo de investigadores ha analizado el cráter de Batagay y sus dinámicas. Entre ellas la velocidad a la que este enorme cráter se expande por su entorno.
Las primeras imágenes conocidas de este recóndito cráter fueron tomadas por satélites en la década de 1960. A partir de la década de los 90, el cráter de Batagay comenzó a crecer en tamaño: se estima que entre 1991 y 2018 este cráter triplicó su tamaño.
Detrás de esta “megadepresión” está el deshielo del permafrost. El permafrost es una capa de suelo helado que puede encontrarse bajo la superficie en regiones cercanas a los polos, como Siberia.
Permafrost. El permafrost es también un uno de los factores más intrigantes en el contexto del estudio del cambio climático. El motivo está en las complejas interconexiones entre este suelo helado y el clima.
La relación directa entre uno y otro es evidente: si las temperaturas suben, este suelo se derretirá. Sin embargo este deshielo también puede desencadenar un proceso de retroalimentación. El motivo está en gases de efecto invernadero como el metano y el dióxido de carbono “atrapados” en este hielo.
Los expertos creen que al derretirse el permafrost todos estos gases podrían ser liberados a la atmósfera. Es por eso que el análisis de Batagay y otras estructuras semejantes resulte de tal importancia.
Más de 4.000 toneladas al año. El último análisis de las dinámicas del cráter de Batagay ayuda a poner este fenómeno en perspectiva. El equipo generó un modelo geológico tridimensional del entorno del cráter para estudiar su evolución.
Estimaron así que, desde la década de 1990 el cráter habría “movilizado” unos 35 millones de metros cúbicos de materia. Desde 2014 la cifra sería de un millón de m³ al año. Esta materia movilizada consistiría principalmente de agua y sedimentos procedentes del suelo.
Quizás la cifra más relevante en este contexto sea la de las emisiones de carbono asociadas a esta depresión. Según las estimaciones del equipo estas emisiones oscilarían entre las 4.000 y las 5.000 toneladas. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Geomorphology.
Cuestión de cráteres. El cráter de Batagay, por su tamaño y su rápida expansión es uno de los más singulares que conocemos. Sin embargo son muchas las depresiones formadas en las regiones polares como consecuencia de este deshielo.
La liberación de los gases de efecto invernadero atrapados es tan solo uno de los problemas asociados a la desaparición del permafrost. Existen también problemas ecológicos que podrían derivarse del deshielo, como la pérdida de ecosistemas y la liberación de patógenos conservados en estos suelos.
Imagen | USGS