Sam Altman se postula como el Zuckerberg de la IA: está cada vez más solo, y que OpenAI triunfe o fracase será cosa suya
El anuncio ayer de la dimisión de Mira Murati, CTO de OpenAI, ha sacudido una vez más a la industria tecnológica en general y al segmento de la IA en particular. Es en realidad una más en una desbandada preocupante
Un CEO con un sueldo de soldado raso. Sam Altman siempre dijo que no quería tener acciones de OpenAI, que ya tenía suficiente dinero. Lo tenía y lo tiene, desde luego, pero ahora podría tener mucho —muchísimo más—. Su sueldo en OpenAI, que en 2022 fue de unos 73.000 dólares, es sorprendentemente bajo para el CEO de una startup de estas dimensiones, pero la transformación de la empresa puede convertirle en un multimillonario de primer nivel.
Ronda de inversión colosal. En las últimas semanas se acumulan los datos y filtraciones sobre una nueva ronda de inversión. Según dichos datos, OpenAI levantará 6.500 millones de dólares, lo que hará que su valoración de mercado sea de 150.000 millones de dólares. Eso la situaría al nivel de Disney o Inditex, pero además hay otro cambio fundamental.
Hola, ánimo de lucro. Aunque OpenAI nació como una organización sin ánimo de lucro, las cosas comenzaron a cambiar en 2018, cuando la empresa pivotó. Pasó a adoptar una estructura en la que parte de la empresa si tenía ánimo de lucro, aunque con beneficios limitados artificialmente para cada socio. Aquel era en realidad un primer paso para la transformación total de la empresa en una compañía tradicional con ánimo de lucro. Esa metamorfosis permitirá lograr mejores inversiones a largo plazo, pero tendrá otro efecto.
Sam Altman se postula como el Zuckerberg de la IA. La larga lista de fundadores y directivos de OpenAI que han ido dejando la empresa ha hecho que su CEO, Sam Altman, asuma cada vez más poder y responsabilidad. En la actualidad no hay otras grandes figuras a su alrededor. Greg Brockman, uno de los últimos fundadores que aún siguen en la empresa, está de excedencia. Todo ello hace pensar un par de cosas. La primera, que algo no funciona en OpenAI —al menos, a juzgar por las dimisiones—, y eso que no funciona podría ser precisamente Sam Altman. Y la segunda, que todo apunta a que el futuro de OpenAI depende ya del citado Altman, que tiene un control casi absoluto de la empresa.
Acciones para Altman. Esa reestructuración y ese creciente protagonismo absoluto han levantado cada vez más dudas. Entre otras cosas, por las posibles implicaciones económicas que eso tendrá para el propia Altman Según Bloomberg, la directiva de OpenAI está debatiendo darle a Sam Altman un 7% de la compañía una vez se convierta totalmente en una empresa tradicional con ánimo de lucro. De confirmarse esa reestructuración y esa participación, Altman tendría un 7% de esos estimados 150.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo, 10.500 millones de dólares a los que sumaría su actual fortuna personal, que se estima ronda los 2.000 millones de dólares. Estará aun muy lejos de las grandes fortunas actuales: en estos momentos Elon Musk tiene una fortuna de 195.000 millones de dólares según Forbes, por ejemplo.
Prepárense para las curvas. El futuro de OpenAI parece por tanto tan difícil de predecir como lo era el de Twitter cuando Elon Musk tomó el mando. La forma de actuar de Sam Altman en los últimos años parece dejar claro que él aboga de momento por el «muévete rápido y rompe cosas» y por lanzar (y comercializar) sus modelos de IA cuanto antes.
Del dicho al hecho hay mucho trecho. Su discurso público es también interesante. Por ejemplo, abogó por regular la IA con reuniones con varios mandatarios en la UE, pero lo hizo con un mensaje que beneficiaba a OpenAI. Lo mismo ha hecho con sus promesas sobre lo cerca que estamos de lograr desarrollar una AGI: sus recientes declaraciones son muy optimistas, pero no hay pruebas de que eso pueda ocurrir. Ni pronto, ni tarde. Esa promesa le conviene, por supuesto: está tratando de conseguir esa colosal ronda de inversión porque sabe mejor que nadie que OpenAI necesita mucho, muchísimo dinero para poder seguir trabajando en sus modelos de IA.
Imagen | TechCrunch | Anthony Quintano
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