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Hay alguien cuyo cerebro se sincroniza cuando le miras a los ojos. Y ese alguien es tu perro

Los poetas lo llamaban «amor», «seducción» o «tocar el alma de otra persona con solo una mirada»; pero resultó ser un simple «acoplamiento (o sincronización) neuronal«. Es decir, un proceso por el que la actividad cerebral de dos o más individuos se alinean durante una interacción entre ellos.

Es algo que pasa entre individuos de muchísimas especies (ratones, murciélagos y primates). Ahora, un equipo de investigadores chinos acaba de demostrar que también es algo que pasa entre especies distintas.

Entre seres humanos y perros, sin ir más lejos.

Esa cosa llamada «acoplamiento». Soy consciente de que puede sonar extraño, pero esta sincronización es muy común. En los seres humanos es algo que ocurre constantemente cuando tenemos una conversación o, incluso, cuando escuchamos una historia. Hay mucho debate sobre su utilidad, pero (como señala Jaqueline Boyd en The Conversation) se cree que tiene un papel clave en la posibilidad misma de tener un comportamiento complejo, trabajar en equipo o formas estructuras sociales avanzadas.

No obstante, nadie se sorprende: al fin y al cabo, todos los cerebros de la misma especie funcionan de forma muy parecida. Que el proceso salte interespecies es algo mucho más sorprendente.

¿En qué piensan los perros? Por que sí, está claro que los animales de compañía (como los perros) nos conocen a niveles emocionales muy profundos, pero su cerebro funciona de formas muy distintas a las nuestras. ¿Puede haber mecanismos parecidos? Eso es lo que se preguntaron los investigadores y descubrieron que no. Que no eran mecanismos parecidos: era exactamente el mismo mecanismo.

Un viaje dentro del cerebro. Para comprobarlo, realizaron encefalografías a perros y humanos en tres situaciones distintas: aislados, juntos sin mirarse y juntos mirándose a los ojos. Cuando se miraban (o cuando los humanos acariciaban a los perros) las señales cerebrales se sincronizaban. En concreto, las áreas clave eran las relacionadas con la atención.

Esto es verdad para parejas que no se conocían entre sí, pero si se conocían desde hace más de cinco días los efectos eran mucho mayores.

Mucho por hacer. Además, descubrieron que el LSD (que ya sabemos que tiene efectos prosociales en humanos y primates) hacía que los perros se acoplaran mejor. Evidentmeente, este es un trabajo muy inicial y queda mucho aún para comprender bien cómo funcionan estos mecanismos (o para saber si su sustrato evolutivo es el mismo o una feliz coincidencia).

Sin embargo, este tipo de ensayos esconden bajo la apariencia de estudio menor es una puerta completamente nueva a lo que nos hace humanos.

Imagen | Rebecca Campbell

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