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Tras la DANA, los aparcamientos subterráneos están bajo la lupa en Valencia. Y ya hay un referente: el "modelo Ikea"

Tras las inundaciones, los cambios. O al menos las reflexiones. Si algo demostró la DANA que sacudió la provincia de Valencia hace justo un mes es que, durante los aguaceros intensos, las construcciones subterráneas pueden convertirse en una trampa fatal. Lo confirmaba hace unas semanas el Centro de Integración de Datos (CID), que en su recuente de fallecidos deslizaba una idea demoledora: buena parte de las víctimas que perdieron su vida durante las lluvias torrenciales se encontraron en las plantas bajas de viviendas, garajes y sótanos. De ahí que ya haya quienes abogan por un cambio radical en el modelo de los parkings.

Y hay un referente al que señalan: el «modelo Ikea».

La trampa de los parkings. Los datos del CID son rotundos. E invitan irremediablemente a la reflexión. Buena parte de  los más de 200 fallecidos que dejó la DANA se encontraron en construcciones bajas y, por lo tanto, más expuestas a las inundaciones y trombas de agua. En concreto, de las 218 víctimas mortales que tenía contabilizadas el organismo la semana pasada, 68 aparecieron en plantas bajas de viviendas y 35 en aparcamientos y sótanos.

Si esas cifras no fuesen suficientes, los parkings cobraron un protagonista inesperado con el baile de informaciones (y sobre todo bulos) que giraron en torno al aparcamiento de Bonaire, que durante días mantuvo en vilo a buena parte del país. Con todo eso sobre la mesa, no es extraño que, como recogía ayer Levante-El Mercantil, haya urbanistas e ingenieros valencianos que ya aboguen por repensar el modelo actual de los garajes. ¿Cómo? Revisar la normativa para vetar los subterráneos y buscar alternativas.


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Un dato para la reflexión: 3.125. Hace poco Sergio Palencia, profesor de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad Politècnica de València (UPV), tuvo que hacer un recuento estimado para valorar los daños en las construcciones con sótano de la zona afectada por la DANA y obtuvo un resultado llamativo. Le salieron 3.125. Es decir, más de 3.100 edificaciones residenciales, comerciales e industriales dotadas de sótano. Y la mayoría de esos espacios, precisa, se dedican a un mismo fin: estacionar vehículos. «Tenemos muchos sótanos en zonas inundables», asume en declaraciones al diario valenciano.

Pero… ¿No están regulados? Sí. Aunque como insisten ingenieros y urbanistas de la región, lo ocurrido durante la DANA invita como mínimo a la reflexión. La primera clave la aporta el propio Palencia: la «mayoría» de esos sótanos son previos al plan de la Comunidad Valenciana de prevención de riesgos de inundación, más conocido por sus siglas, Patricova, aprobado en 2003 y que impuso limitaciones a las construcciones bajas. Para ser más precisos, permite las plantas en sótano o semisótano en edificaciones de zonas inundables que se vayan a dedicar a uso «residencial intensivo» siempre y cuando se ajusten a ciertas condiciones.

Los edificios pueden incluir garajes, pero su acceso debe ser estanco y tienen que estar dotados de un sistema de bombeo independiente de la red de saneamiento, con grupo electrógeno. No es la única pauta del Patricova, que obliga a que en las construcciones para usos residencial, industrial, comercial o de servicios la cota del forjado se ajuste a cierta altura.

El plan también desgrana indicaciones relacionadas con las puertas, ventanas y cerramientos de la fachada y la parcela. Además del Patricova, hay otra legislación relacionada, como los planes de actuación municipales para inundaciones, Pamri. La gran pregunta que ha dejado botando la DANA es… ¿Son suficientes?

«Se debería prohibir». La fase vuelve a ser de Palencia, quien durante su entrevista con Levante-EM se muestra rotundo: «Se debería prohibir construir aparcamientos subterráneos». «Hay alternativas como los aparcamientos en altura aprovechando el espacio de los patios de manzana e incluso en primeras plantas de edificios», remarca el experto. En su opinión, lo ocurrido debe  marcar «un antes y un después» en el planeamiento urbanístico.

El diario citatambién a expertos que lamentan que, a pesar de que hay recursos que permiten paliar los riesgos de inundaciones en garajes, «no se aplican». Y esa queja, precisan, es extensible tanto a construcciones ya levantadas como obras nuevas. «Es necesario aprender de los errores y adaptar los códigos técnicos  de la edificación para que no vuelva a suceder», concuerda Pedro Calderón, ingeniero también de la UPV, antes de recordar que hoy por hoy no hay «normativa específica» que impida construir garajes subterráneos en zonas inundables.

Su opinión vuelve a ser la misma, sobre todo tras lo ocurrido hace un mes: los ayuntamientos tendrían que mover ficha y en el futuro debería de replantearse la construcción de aparcamientos en superficie o en altura.

Un modelo «made in Suecia». No todo es teoría. La DANA no solo ha dejado un reguero de víctimas, destrucción y una reflexión abierta en torno a las construcciones soterradas. Nos ha brindado también un modelo de éxito, un ejemplo arquitectónico de cómo un edificio puede evitar el envite de la peor DANA del siglo. Y curiosamente lo protagoniza Ikea.

La multinacional sueca tiene un amplio local en Alfafar, en plena «zona cero» de la DANA, que apenas sufrió destrozos en comparación con otras construcciones de su entorno. De hecho, a finales de octubre, justo después de la tragedia, sirvió de refugio a cientos de valencianos afectados.

¿Y cómo lo consiguió? Lo explica también Levante-EM en esta otra crónica: los responsables de levantar la estructura fueron previsores, comprendieron el riesgo que suponía el agua y optaron por replantearse el proyecto que ya tenían sobre la mesa para evitarlo. Dicho de otro modo, que el Ikea de Alfafar saliese mucho mejor parado de la DANA que otras edificaciones vecinas no fue fruto de la casualidad, sino de una decisión deliberada de construir la tienda en altura y la reformulación del proyecto.

La multinacional escandinava se propuso levantar la tienda por encima del nivel del suelo, conseguir una planta más de las que estaban inicialmente previstas y descartar así la construcción soterrada. De hecho, en un principio su idea era crear una planta de aparcamiento bajo tierra. Gracias a un acuerdo con los propietarios de los terrenos y un cambio en el Plan de Actuación Integral (PAI), proyectó una edificio con cuatro alturas, en las que la tienda ocuparía los dos niveles altas y los inferiores se reservarían para los accesos y estacionamiento.

El tiempo ha demostrado que fue una decisión atinada. Y la ha convertido en un modelo inesperado que los urbanistas miran con interés tras la DANA.

Imágenes | Xataka, IDP

Vía | Levante-El Mercantil Valenciano

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