Cómo China se convirtió en una potencia nuclear y espacial de la forma más inesperada: con un alumno del MIT expulsado por EEUU
“Fue la cosa más estúpida que este país haya hecho jamás. Él no era más comunista que yo, y lo obligamos a irse”. Estas palabras las pronunció el ex secretario de la Marina de Estados Unidos, Dan Kimball, cuando ya no había marcha atrás. El alumno considerado un genio tras ingresar en el MIT y doctorarse en Caltech, el hombre que luego formó parte de las élites científicas estudiando la propulsión a chorro uniéndose al Proyecto Manhattan, fue expulsado y recibido con los brazos abiertos en China. La historia nunca volvería a ser igual.
Forjando a un genio. Nacido en 1911 en Hangzhou, en la provincia de Zhejiang, Qian Xuesen creció en una familia educada y de carácter progresista. Su padre, un funcionario del gobierno, ayudó a establecer el sistema educativo nacional de China. Desde joven, Qian mostró una brillantez académica fuera de lo normal, una que lo llevó a estudiar ingeniería en la Universidad Jiaotong de Shanghái, donde se graduó con los más altos honores.
Con 24 años, en 1935 se dio el primero de los dos momentos clave en la vida de Qian: obtuvo una beca para estudiar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos, país al que se trasladó y donde continuó destacándose en sus estudios. Un año después, el brillantísimo alumno se trasladó al Instituto Tecnológico de California (Caltech), donde pasó a trabajar bajo la guía del legendario ingeniero aeroespacial Theodore von Kármán, quien no tardó en calificarlo como “genio indiscutible”.
El ascenso de una estrella científica. En Caltech, Qian se unió a un grupo de jóvenes innovadores conocidos como el «Suicide Squad», apodados así por los riesgos de llevaban en sus experimentos con la propulsión de cohetes. En un momento en que la ciencia de los propios cohetes era considerada poco menos que un sueño de fantasía, Qian y sus colegas comenzaron a desarrollar tecnologías que transformarían la aviación y el armamento.
Durante la Segunda Guerra Mundial y tras la entrada de Estados Unidos al conflicto, su trabajo en la propulsión a chorro llamó rápidamente la atención del ejército estadounidense. Aquel encuentro terminó en una iniciativa que hoy perdura en el país: la creación del legendario Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) en 1943, con Qian como uno de sus miembros clave.
Y nuclear. No solo eso. Qian también participó en el Proyecto Manhattan, contribuyendo en gran medida al desarrollo de la primera bomba atómica. Su papel llegó a ser tan elevado que el hombre fue enviado a Alemania al final de la guerra para interrogar a científicos nazis como el mismo Wernher von Braun.
En este punto de la historia, Qian era considerado uno de los principales expertos mundiales en propulsión de cohetes y un activo valioso para el esfuerzo militar estadounidense. Si la ciencia del país tenía líderes, Qian estaba en los primeros puestos.
La sospecha y expulsión. Sin embargo, su meteórica carrera científica en Estados Unidos se detuvo abruptamente con el inicio de la Guerra Fría. ¿La razón? la creación de la República Popular China en 1949 y el ascenso del comunismo en términos globales generaron la conocida paranoia en muchas élites de Estados Unidos. Bajo este clima de tensión, el nuevo director del JPL expresó sospechas de que había un anillo de espías “en casa», en el interior del laboratorio, señalando a varios empleados, incluidos Qian y otros colegas judíos y chinos. La acusación llegó el mismo año que su nombre sonaba como director del laboratorio de propulsión a chorro de Caltech.
Una investigación posterior del FBI reveló que Qian había asistido a reuniones en la década de 1930 vinculadas al Partido Comunista, aunque no existían pruebas de que hubiera actuado como espía y él negara firmemente cualquier implicación política. Dio igual. Qian fue despojado de todo acceso a proyectos clasificados y puesto bajo arresto domiciliario durante cinco años. A pesar de los esfuerzos de figuras como von Kármán y otros colegas para defender su inocencia, las acusaciones persistieron.
Hola China. Cuando solicitó la ciudadanía estadounidense, su solicitud fue denegada. Perdió su autorización de seguridad. Cuando solicitó abandonar Estados Unidos, fue detenido porque se decía que sabía demasiado sobre el sistema de armas estadounidense. Finalmente, en 1955, el presidente Eisenhower decidió deportarlo a China, calificando la decisión como un «riesgo necesario» en el contexto anticomunista.
Y entonces ocurrió el segundo momento más importante en la vida de Qian. “No pienso volver”, dijo a los periodistas en ese momento. “No tengo motivos para regresar… Pienso hacer todo lo posible para ayudar al pueblo chino a construir una nación en la que puedan vivir con dignidad y felicidad”. Lo cierto es que jamás regresó a Estados Unidos.
Transformando una nación. Echando la vista atrás en el tiempo, el regreso de Qian a China fue recibido como un regalo invaluable, o una metedura de pata histórica por parte de Estados Unidos. Recibido como un héroe, inmediatamente se le encomendó la creación del Instituto de Mecánica en Beijing y se unió a la Academia China de Ciencias. Aunque inicialmente no fue admitido en el Partido Comunista debido a sus vínculos pasados con Estados Unidos y su matrimonio con la hija de un líder nacionalista, en 1958 fue aceptado y comenzó a trabajar en proyectos estratégicos clave.
Qian lideró el desarrollo del misil Dongfeng y supervisó la creación de la primera bomba atómica de China, que fue probada con éxito en 1964. Estos avances consolidaron a la nación como miembro del “club nuclear global” apenas 15 años después de la fundación de la República Popular. Además, sentó las bases del programa espacial de China, que culminó con el lanzamiento del primer satélite del país en 1970. Décadas más tarde, su investigación permitiría el desarrollo de los cohetes Shenzhou junto a otros logros espaciales.
Repercusiones geopolíticas. Qué duda cabe, la deportación de Qian tuvo consecuencias irónicas y de largo alcance. Por ejemplo, los misiles Silkworm, basados en su investigación, fueron utilizados contra los intereses estadounidenses durante la Guerra del Golfo en 1991 y en Yemen en 2016. Una paradoja que subrayaba aún más el error estratégico histórico de Estados Unidos. Al rechazar a Qian, no solo fortalecieron a su rival geopolítico, sino que también aceleraron el desarrollo tecnológico de China.
Un legado para la historia. Pasaron los años y Qian mantuvo un perfil bajo tras su retiro en 1991, aunque no pudo evitar que la nación lo honrara con todos los honores como héroe nacional. En contraste, se diría que su contribución a la ciencia estadounidense ha sido ignorada en gran medida, sobre todo a diferencia de otras figuras como Wernher von Braun, cuyo pasado nazi no impidió que se reconocieran sus logros en Estados Unidos.
Hace unos años hubo otro momento cargado de significado. Ocurrió con la elección de China de aterrizar una sonda en el cráter Von Kármán, en honor al mentor de Qian, simbolizando cómo las políticas anticomunistas estadounidenses contribuyeron inadvertidamente al ascenso espacial de China.
Qian murió en 2009 a la edad de 98 años. La difunta Iris Chang, que escribió un libro sobre su figura, concluyó que el Servicio de Inmigración estadounidense nunca tuvo pruebas concretas que respaldaran su acusación de que Qian era comunista. Hay pocas personas que hayan dejado una impresión tan duradera en dos países tan antagonistas, dos naciones en las que alguna vez tuvo la intención de ser uno de ellos. En último término, la vida del científico es un recordatorio de los peligros de excluir el talento por razones tan inherentemente humanas como la política o ideológica.
Imagen | TimeLess, China News Service, Martin Trolle, Los Angeles Times