POR: Arturo Albíter Martínez
- Fueron 185 días de Ana Lilia Herrera en el PRI luego de la derrota.
- Junto con Alejandro Castro entregaron su renuncia al dirigente nacional, Alejandro Moreno.
- Todo felicidad para una gran cantidad de priistas.
- Sólo algunos se molestaron como el diputado Eduardo Zarzosa que pidió reconocer el trabajo realizado por la ahora ex líder.
- Parece entendible el enojo del legislador del norte, pues es cercano a “Alito” Moreno y no le costó ningún trabajo, menos dinero acceder a su cargo tres años.
- No queda clara la sonrisa de Ana Lilia Herrera y Alejandro Moreno en la foto donde se daba a conocer la renuncia. ¿Burla o aceptación?
- LA SEGUNDA OPCIÓN QUE DEJARÍA A TODOS HELADOS.
- La renuncia sólo es un trámite para poder participar en la elección estatutaria del próximo año y “milagrosamente” regresar a su cargo.
Tuvieron que pasar 185 días para que la dirigente del Partido Revolucionario Institucional renunciara al cargo, luego de la desastrosa derrota que sufrieron el pasado mes de junio.
Pocos líderes se pueden dar el lujo de entregar peores resultados, ni siquiera Eric Sevilla se atrevió a tanto.
Desde el año pasado, el PRI ha vivido en medio de traiciones, engaños y malos manejos.
Los casos más claros de traición se pueden resumir en tres personajes. Dos ex gobernadores y los dos, se beneficiaron enormemente de lo que el PRI les dio durante su carrera política que ha sido muy larga. Una más Alejandra del Moral, que sin moral alguna y luego de ser candidata del PRI a la gubernatura jugó a favor de Morena.
El primero en dar la espalda cínicamente fue Eruviel Ávila que vía el Partido Verde se convirtió de la noche a la mañana en un fiel seguidor de la 4T, de AMLO y sobre todo de Claudia Sheinbaum.
Desde la gubernatura, Alfredo del Mazo hacía su trabajo, debilitaba enormemente al que se supone era su partido y a los “operadores”, si así se les puede llamar” más cercanos los puso a trabajar para evitar que los priistas fueran apoyados
Malos manejos políticos, el mismo Alfredo del Mazo, Eric Sevilla, Alejandra del Moral, Ana Lilia Herrera que tiró la toalla y fue una simple observadora.
Cuando termina el sexenio del horror para los priistas, Ana Lilia era la mujer ideal para dirigir al PRI. Luego de que el ex gobernador la marginara de la candidatura.
Pero fue todo lo contrario, se burló de todos los que confiaron en ella. Las figuras más importantes que trataron de ayudarle en la elección de este año se fueron no decepcionados, algunos se hicieron a un lado enojados, muy enojados.
El cinismo en el PRI ya era normal, la mayoría se iba porque Ana Lilia Herrera que sólo obedece órdenes de Cristina Ruíz los marginaron, pocos se podían dar el lujo de estar dentro del gusto de la dirigente de la CNOP. Eso sí, llegaron priistas de otros estados o desconocidos a ocupar las primeras posiciones en las planillas de Ayuntamientos.
Pasaron 184 días de una derrota como no se había visto. Ana Lilia Herrera y Cristina Ruíz sin remordimiento alguno optaron por darle la vuelta a la página.
Casi medio año y Ana Lilia Herrera toma la decisión de renunciar a su cargo. Cuando trasciende, las muestras de felicidad no se hicieron esperar. Es clara la aberración que sienten por la ex dirigente en muchos sectores priistas. Otros pocos la defienden.
Dos casos llaman la atención y que podrían plasmar claramente el sentir de los priistas ante la renuncia de Ana Lilia Herrera.
Primero Ricardo Aguilar, en un mensaje que subió a sus redes sociales, primero pide que de frente a la militancia, los dos personajes que renuncian den explicaciones de sus resultados y porque tomaron la decisión. Critica la postura del líder nacional que se impone a los priistas mexiquenses.
Adelantó que ahora nombrarán a una dirigencia ilegítima, pero que se debe convocar al Consejo Político de forma presencial y que se determine el método democrático para elegir al próximo líder del PRI mexiquense.
Del otro lado se encuentra el diputado, Eduardo Zarzosa, que también en redes sociales dio a conocer su molestia por comentarios de priistas que han denostado y desprestigiado el esfuerzo de los que renunciaron.
Es más, felicitó a sus “queridos” amigos por su gran “trabajo, esfuerzo, convicción y dedicación”. El mensaje está lleno de molestia en contra de los que critican la labor de Ana Lilia Herrera al frente del instituto político.
Parece fácil salir a defender una postura, cuando se es de los pocos “consentidos” que todo les llegó fácil. El hombre cercano a Alejandro Moreno o su “compadre”. Fue tanto el interés para que llegara a la diputación que al inicio incluso lo ponían en las listas como candidato por mayoría y plurinominal.
Es fácil defender a la dirigente cuando estás en una oficina y sales algunas ocasiones sin gastar de tu dinero en una campaña que no se notaba equitativa. Es fácil defender cuando no fuiste el que llegó a pedir apoyo y no te lo dieron, incluso ni te atendieron. Es fácil defender cuando sabes que tienes elementos para pelear en los tribunales y te dejan sólo.
LA OPCIÓN DEL TERROR PARA LOS PRIISTAS
Renunció Ana Lilia Herrera, lo que llenó de alegría a muchos, pero algo no cuadra. La soberbia que la caracteriza no cuadra con la sonrisa que muestra en la fotografía con Alejandro Moreno, lo mismo que la pose del mismo líder nacional.
¿Burla o aceptación? La otra opción que no pocos han manejado en el PRI y que sería terrible para aquellos que quieren ver una luz al final del camino, es que Ana Lilia Herrera está muy sonriente porque renunció pero ahora ya puede ser candidata a la dirigencia el próximo año.
¿Se pueden imaginar el escenario? Ana Lilia Herrera se apunta para ser líder del PRI el próximo año. Con el control de los órganos del partido hacen de todo para que el método que elijan sea el mejor para cobijar a la que ahora renuncia.
¿Alguien puede dudar que Alejandro Moreno sea capaz de eso y más?
Pasaron 184 días y finalmente Ana Lilia Herrera renunció. Se acaba el conteo, por el momento, ¿Pero el cinismo llegará al nivel de regresar el año entrante? La respuesta parece clara, si algo ha mostrado la que ahora se va, es que carece de la más mínima autocrítica.