La guerra comercial de EEUU y China ha escalado a los minerales estratégicos. Es un giro preocupante para las renovables
La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha alcanzado un nuevo nivel de restricciones que empieza a afectar a la exportación de materiales críticos. Para la industria energética, el principal temor es que sean solo un preludio de medidas más severas que limiten el desarrollo de las renovables.
El contexto. Desde 2019, la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha escalado con prohibiciones mutuas. La semana pasada, el gobierno de Joe Biden añadió más de 140 empresas asiáticas a la lista negra del comercio para limitar el acceso de China a tecnologías avanzadas, incluidos los semiconductores y las herramientas de fabricación relacionadas con la fabricación de chips.
Las sanciones que China esgrimió como respuesta son las más directas hasta ahora. Dirigidas específicamente a Estados Unidos, prohíben la exportación de minerales estratégicos como el galio, el germanio y el antimonio, esenciales para la fabricación de transistores y baterías, además de materiales «superduros» utilizados en tecnología de defensa.
De las tierras raras al galio. Esta no es la primera vez que China ejerce presión sobre Occidente restringiendo el acceso de Estados Unidos y sus aliados a materiales críticos. A finales de 2023, también prohibió la exportación de algunas de sus tecnologías de procesado de tierras raras. China extrae el 70% de las tierras raras y controla el 90% de su procesamiento.
No obstante, la reacción de China a las últimas medidas de la administración Biden representa una escalada de tensión sin precedentes. China produce el 98,8% del galio. Cortar el grifo de un material del que depende toda la cadena de suministro ha provocado la inquietud de todo tipo de industrias, especialmente la energética.
¿Del galio al níquel y el cobalto? Si las cosas están así con los que salen, para la administración entrante de la Casa Blanca (que se presupone más agresiva en su política comercial hacia China) se esperan aún más presiones. El temor ahora es que China acabe imponiendo prohibiciones sobre otros minerales estratégicos como el tungsteno, el grafito, el litio, el cobre, el níquel y el cobalto, de los que dependen la industria de la energía y el almacenamiento energético.
Ante esta posibilidad, Estados Unidos ha estado invirtiendo en minas de grafito en Mozambique y de tungsteno en Corea del Sur, además de reabrir minas en Idaho para extraer antimonio doméstico. Dos de los golpes más difíciles de encajar serían el níquel y el cobalto, materiales clave para la fabricación del cátodo de las baterías de litio, cuyo procesamiento está dominado por China. De hecho, la única mina de níquel que hay en Estados Unidos se agotará en 2028.
Mucho que ganar, mucho que perder. La escasa producción doméstica de estos materiales en Estados Unidos exacerba la dependencia de China. El país asiático ya lideraba la producción de paneles solares, turbinas eólicas y baterías de litio, pero limitar el acceso a la materia prima y el procesamiento de estos materiales podría acabar condenando a empresas energéticas de Estados Unidos y sus aliados, además de truncar su desarrollo derenovables y coches eléctricos.
Las restricciones también podrían tener el efecto contrario, incentivando a Occidente a desarrollar fuentes de estos materiales, diversificar cadenas de suministro y mejorar las técnicas de reciclaje. Estados Unidos ya está reduciendo sus importaciones de materiales críticos en busca de fuentes alternativas. En una guerra comercial prolongada, proteger los intereses nacionales con prohibiciones más severas puede fortalecer o debilitar a cualquiera de los dos países.
Imagen | Solar Giga (Flickr, CC BY-NC-ND 2.0)
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