Los Sonny Angels han logrado colarse en Moncloa. Ahora les queda algo más difícil: librarse de las falsificaciones
Cuando algo funciona le salen admiradores… e imitadores. En el caso de los Sonny Angels, los celebérrimos querubines de plástico que llevan meses invadiendo smarpthones y portátiles, los segundos han tardado en surgir poco más que los primeros. A medida que celebridades como Rosalía, Bella Hadid, Victoria Beckham o más recientemente el ministro Óscar Puente mostraban los suyos se ha activado el bien engrasado mercado de las falsificaciones, atraído tanto por su éxito como por la saturación del mercado. El mejor ejemplo lo dejó hace unas semanas Badalona, donde la Guardia Civil confiscó miles de muñecos fakes valorados en 150.000 euros.
Eso nos dice mucho de los famosos querubines de plástico, pero también del fenómeno que representan y su negocio millonario.
Ángeles incautados. Ocurrió hace unas semanas en Badalona. La Guardia Civil sacó pecho por una operación que le permitió retirar del mercado más de 7.320 figuras falsificadas valoradas en 150.000 euros. Las cifras son lo suficientemente jugosas como para justificar que el golpe fuese noticia, pero si acabó acaparando titulares dentro y fuera de Cataluña fue por otra razón: las piezas se vendían bajo la marca Flower Gift, pero su parecido con los Sonny Angels resultaba más que evidente. Tanto, de hecho, que la propia Benemérita habla de «muñecos falsificados» y activó una investigación por un «delito contra la propiedad industrial».
¿Un caso aislado? Incautaciones masivas como la de Badalona no son habituales, al menos en España, pero eso no quita que las imitaciones se hayan convertido en un quebradero de cabeza para los creadores de Sonny Angels. En TikTok, X o Instagram pueden encontrarse un buen puñado de vídeos que explican cómo diferenciar las figuras originales de las réplicas sin autorización y la propia web Sonny Angel incluye varios apartado sobre falsificaciones, un catálogo detallado con sus más de 650 figuras y una lista de las tiendas y distribuidores autorizados.
No es extraño. En primavera Fortune advertía ya de que la falta de stock y las dificultades del proveedor oficial de América del Norte y del Sur para lograr nuevas figuras había alentado dos negocios paralelos: la venta de copias fraudulentas a través de plataformas online y un lucrativo mercado gris en el que los precios llegaban a dispararse un 3.000% y no son extrañas las estafas.
«La demanda está aumentando en EEUU y Europa occidental y también está creciendo nuevamente en el este de Asia», explicaba Alan Buff, vicepresidente de la distribuidora Dreams USA. «Los límites de capacidad de la fábrica están planteando desafíos y muchos de nuestros minoristas leales están recibiendo solo una fracción de las cantidades que realmente les gustaría tener».
Novedoso sí, nuevo no. Sobre el fenómeno de los Sonny Angels ya os hablamos hace unas semanas. Básicamente son figuras de bebés de plástico con una variedad enorme de modelos (más de 600) que se venden por entre 12 y 30 euros en «cajas ciegas» y dentro de paquetes opacos que impiden al cliente saber cuál se está llevando a casa, lo que da un punto de excitación a la compra. Las figuras en sí no son nuevas. Las primeras se lanzaron en Japón en 2004, como una creación del Toru Soeya y con la firma Dreams detrás.
Con el paso de los años las figuras han ido cambiando —las primeras eran mucho más grandes, medían 18 cm— y ampliando su catálogo, pero sobre todo lo que diferencia aquellas primeras unidades de las actuales es la enorme popularidad que han amasado. Hoy los Sonny Angels tienen detrás una vasta comunidad de fans, han captado el interés de celebrities y su fabricante no da abasto.
Del «agotado» a la falsificación. En la web de Sonny Angels para parte de Europa se detalla que la inmensa mayoría de sus productos de las series regulares y limitadas están ya agotados. Lo mismo ocurre con los conocidos como «hippers», Sonny Angels diseñados para que puedan adherirse a los smartphones y que han ganado una enorme popularidad gracias a personajes como Rosalía. En verano la propia compañía lanzó un comunicado para alertar de que estaban llegando al mercado «versiones falsificadas» de sus «hippers».
«Se acaban en una hora». Su enorme fama ha dado visibilidad también a otros productos de la empresa, como los muñecos «Smiski», aunque su éxito parece más moderado. Aunque hay varios modelos agotados en su catálogo, quedan aún versiones con stock, incluida la «hipper», pensada también para adherirse a dispositivos.
«Antes se acababan en una semana y ahora en una hora», reconocía hace poco a El País la dueña de una tienda infantil que vende los Sonny Angels. El mismo diario ha hablado con un cliente que asegura haberse gastado ya alrededor de 1.000 euros en comprar ángeles de plástico.
De Rosalía al ministro Puente. Prueba de hasta qué punto han ganado fama y visibilidad los Sonny Angels es que han llegado incluso al Consejo de Ministros. Que Rosalía o Beckham luzcan un mismo accesorio de moda puede sorprender más o menos, pero entra en lo esperable.
Hace unos días sin embargo las cámaras de los reporteros captaron como la pequeña figura del bebé asomaba por encima del móvil de una persona que ha fraguado su fama en un ámbito bien distinto: el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. De hecho gracias a él, Puente fue uno de los protagonistas de los actos del Día de la Constitución.
La pieza es supuestamente un regalo que recibió días antes, durante el Congreso Federal del PSOE. Sea o no así y curiosidades al margen, lo cierto es que la imagen de Puente con un Sonny Angels encarado a su smartphone revela algo mucho más interesante: hasta qué punto las figuras han conseguido convertirse en un fenómeno intergeneracional. Lo usa Rosalía. Lo usa Victoria Beckham. Lo usa Ana Rosa. Y lo piden también, explican las tiendas que los venden, «niños que ni siquiera tienen móvil» todavía.
¿Y por qué ese éxito tremendo? La pregunta del millón. Los Sonny Angels existen desde hace bastante y su estética recuerda en cierto modo a una creación anterior, los Kewpie, muñecos ideados a comienzos del siglo XX por la ilustradora Rose O’Neill. Que ahora hayan conseguido semejante fortuna en el mercado responde a una serie de factores entre los que se incluye la visibilidad que les han dado celebrities a través de sus perfiles en redes. Pero no solo. Su éxito se apoya en parte en su combinación de precio, diseño, factor sorpresa y capacidad para genera comunidad.
En cierto modo entronca además con conceptos como kawaii, una palabra japonesa que se usa para designar algo «lindo» o «adorable» y que enfatiza precisamente valores como la ternura, la inocencia o la simplicidad en el diseño. También con los «kidults», adultos interesados en juguetes. Los datos recogidos por Fortune y apoyados en estudios de mercado de Circana muestran que suponen ya un grupo demográfico notable que se traduce en un mercado de miles de millones de dólares para la industria.
Imágenes | Guardia Civil-Ministerio del Interior, Pool Moncloa/José Manuel Álvarez y Sonny Angel
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