Resolviendo uno de los misterios de la Navidad: por qué en Cataluña trae los regalos un tronco con ojos
Si visitas la casa de algún amigo estos días lo más seguro es que te encuentres con un árbol más o menos sobrecargado de luces en el salón, tal vez un belén, espumillones repartidos por las escaleras y figuritas de muñecos de nieve y bastones de caramelo colgadas de los muebles. Navidad, ya se sabe. En caso de que ese vecino o amigo viva en Cataluña probablemente te encuentres algo más: un simpático tronco con patas y carita sonriente tocado con una barretina y una manta que lo cubre casi por completo.
Su nombre es tió de Nadal y a cualquiera que no lo conozca le surgen de inmediato dos preguntas: ¿Qué es exactamente? ¿Y por qué esa tradición no se ha extendido a otras partes del país?
Con ustedes, el tió de Nadal. La tradición quizás resulte chocante, pero su nombre desde luego no puede ser más claro. ‘Tió’ en catalán significa “trozo de cepa o rama gruesa”. Y eso exactamente es lo que es el Tió de Nadal, un trozo de tronco decorado como un personaje navideño, con una cara sonriente, barretina y una manta que lo cubre parcialmente. Como ocurre con los árboles de Navidad, el concepto es siempre el mismo, pero sus detalles varían de una región a otra, incluso entre casas.
¿Es un adorno navideño? No. No solo. El tió es mucho más: el protagonista de un antiguo ritual que se celebra cada año en invierno, coincidiendo con el solsticio y las Navidades, y se divide además en varias partes. La primera consiste en la aparición en los hogares del leño, que días antes de las fiestas suele llegar a las casas catalanas de las formas más dispares, como «cayendo del cielo» o colándose en la cama de los niños. Una vez el tió es acogido, empieza la siguiente fase: el «engorde».
Engordado, mimado… y apaleado. El ritual es bastante simple, como recuerdandesde la oficia de Cultura Popular del Ayuntamiento de Barcelona: una vez en casa, el tió recibe paja, algarrobas, galletas, mandarinas, mendrugos de pan, peladuras de naranja… una dieta de lo más variada (y original) para que el leño sonriente «engorde». Esos mimos se acaban sin embargo en Nochebuena o el día de Navidad, cuando los niños, armados con bastones, empiezan a golpear al tió mientras cantan una canción tradicional.
Lo de apalear un palo con una carita sonriente quizás resulte llamativo, pero es una fase importante del ritual si se quieren conseguir los obsequios que oculta el tió. ¿Cómo? Tras calentar el leño a garrotazos, se levanta la manta que lo cubre y se dejan al descubierto los regalos que ha soltado el tronco. Lo tradicional es que fuesen golosinas o los barquillos y turrones que servirán de postre durante esa Navidad, aunque también puede haber pequeños juguetes. A ese proceso se le llama «caga tió».
«Caga, tió!» Ese es el resumen general. En la práctica el ritual tiene más detalles y varia también de una casa a otra o entre poblaciones. Por lo general al tió se lo acoge al comienzo del período de Adviento, se le deja comida cada noche y tapa con una manta y cantan villancicos. Mientras lo golpean con sus bastones, los niños suelen entonar una canción tradicional. Existen múltiples versiones de ella, pero suele repetirse un verso clave para que el leño defeque regalos bajo la manta: «caga, tió!»
¿Y dónde se celebra? Sobre todo en Cataluña y Aragón, región donde se celebra la “tronca do Nadal”, un ritual con sus propias características. En otras regiones tienen también tradiciones de invierno en torno a leños, como el tizón de Nadal de Galicia. Sin embargo, en Cataluña el tió ha logrado un arraigo destacado entre las celebraciones navideñas, hasta el punto de que hay escuelas y asociaciones que celebran sus propias fiestas de cagations antes de que los niños golpeen a sus propios tiós en Nochebuena.
¿Y por qué no en otras partes de España? Para responder a esa cuestión hay que repasar los orígenes del ritual, que se remontan varios siglos atrás. De hecho los expertos suelen asociarlo a las tradiciones precristianas y las antiguas creencias paganas.
El articulista y profesor Marc Pons recordaba estos días en ElNacional.cat que una de las claves es la herencia cultura de la región. Para ser más precisos recuerda que los elementos que conforman la simbología del tió bebe de dos culturas que se encontraron entre el arco mediterráneo, el valle del Ebro y la cordillera pirenaica: los pueblos protovascos y noribéricos.
Mucho más que un leño. El leño del tió también es mucho más que un simple tronco cercenado y con una cara risueña dibujada. En origen, en la sociedad rural y pagana en la que enraíza la tradición, el madero representaba algo clave: la naturaleza.
Que el ritual se llevase a cabo coincidiendo con el solsticio de invierno tampoco es casualidad. Cuidar al tió en el hogar era una forma de agradecer los frutos de la cosecha y alimentar a la naturaleza de cara al próximo ciclo. Golpearlo, la manera de despertarla durante la hibernación y favorecer la renovación. Parte de la tradición consistía de hecho en quemar el leño, lo que simbolizaba también la regeneración de cara al próximo año.
Imágenes | Cyrielle Marlet (Flickr) 1 y 2
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