Una comarca de Valencia como advertencia: el riesgo que el cambio climático plantea para el aceite de oliva español
«La ‘fiebre del oro líquido’ desborda las almazaras«. Era el 8 de noviembre de 2023 y el diario Levante nos contaba cómo la Valencia interior estaba viviendo un boom del aceite de oliva sin precedentes. Era verdad que el clima había reducido ligeramente el rendimiento de los olivos, pero no se notaba: las almazaras de la Canal, la Costera y la Vall d’Albaida no daban abasto y la euforia recorría la provincia.
Hoy, mientras el sector olivarero se recupera en todo el país, la situación ha cambiado. Radicalmente.
«Ha sido una de las peores campañas de la historia». Y es que, en la Canal de Navarrés (una de las principales zonas productivas de la comunidad), se esperaba que la cosecha alcanzara el 10% de lo que se produciría en una campaña normal.
El resultado ha sido aún peor de lo esperado: en la cooperativa de la Canal suelen molturar unos 3,5 o 4 millones de kilos, la producción se ha quedado en un 8%; en la de Navarrés suelen molturar unos dos millones, este año no van a cubrir ni el 4%.
¿Qué ha pasado? Esto es lo peor: que no ha pasado nada que no sea tristemente habitual. Si bien las precipitaciones y las temperaturas han dado una tregua a la mayor parte de la geografía estatal, en las comarcas del interior de Valencia no ha sido así. La lotería meteorológica no ha caído este año en estas zonas.
A día de hoy, los ERTEs y las reducciones de jornada son las palabras que más se escuchan en el lugar.
Un futuro como la Canal… Haber pasado de la euforia oleícola a la»peor campaña que se recuerda» es todo un aviso a navegantes. España, habitualmente, puede compensar la variabilidad meteorológica de sus regiones y eso asegura que nuestras bodegas están llenas. Sin embargo, a medida que el clima se vuelve más extremo, las «zonas buenas» tienen menos capacidad para compensar a las «malas».
Es decir, a medida que avanza la sequía generalizada, la desertificación y los problemas hídricos, el clima de la península pierda la capacidad de estabilizar la producción. Y los productores lo saben.
Eso es lo que ha hecho que hoy haya un 8% más de olivo de regadío que hace cincoaños. Pero, como reconocía hace unos días el MITECO en El Salto, «el potencial productivo que supone el regadío tiene como contrapartida el uso de un volumen importante de agua (en torno al 80 % del volumen total de usos del agua) en un país con territorios donde ésta es escasa».
La solución es hacernos más dependientes de unos recursos hídricos que no tenemos (y que cada vez tenemos más difícil consumir).
Imagenes | Norberto Ortiz / Solamente Itan