La industria del PC está dejando de lado al usuario no-gamer. Sobre todo si hablamos de monitores
En la industria de los periféricos de PC hay un sector especialmente mimado: el del gaming. Es a este tipo de usuarios a los que los fabricantes suelen dedicar sus desarrollos más ambiciosos, quizás a sabiendas de que hoy en día dichos usuarios están especialmente dispuestos a invertir en esos periféricos.
El problema es que en muchos casos eso deja un poco huérfanos a los usuarios que no juegan o solo lo hacen de forma ocasional. Hay desde luego categorías de periféricos muy bien cubiertas para entornos gaming y no-gaming, pero hay uno en especial que no: el de los monitores.
Si eres gamer, todo es felicidad
Los amantes de los buenos ratones y teclados, por ejemplo, tienen a su disposición una cantidad espectacular de opciones, tanto si son gamers como si no lo son. La especialización aquí es espectacular, y lo estamos viendo desde luego en el apasionante mundo de los teclados, especialmente animado en los últimos años gracias al auge de los teclados mecánicos y algunos competidores recientes.
Pero las cosas no están igual de animadas en el mundo de los monitores para quienes no son gamers. Si eres gamer la oferta es impresionante, y la calidad, formato, resolución y sobre todo tasa de refresco de estos modelos no para de dar más opciones a los gamers.
Sin embargo para los que sobre todo nos dedicamos a leer (¡y escribir!), la oferta de monitores es menos llamativa de lo que uno esperaría a estas alturas. Hace meses ya hablamos aquí de lo que para mí sigue siendo inexplicable: parece que los fabricantes no tienen ganas de innovar y nos hemos quedado estancados en la resolución 4K como estándar aceptado.
Buscando el monitor perfecto en el que sobre todo leer y escribir
Pero es que hay vida más allá de la resolución 4K. Yo llevo años usando un monitor Dell UP2715K con resolución 5K y precisamente por eso me resulta difícil —imposible— entender cómo esa resolución no se ha masificado. La mayoría de los monitores 5K disponibles adoptan una diagonal de 27 pulgadas, pero precisamente esa diagonal hace que a no ser que uno tenga vista de halcón sea imposible trabajar a resolución nativa. Pero es que eso no importa.
Sobre todo, porque estos monitores están pensados para funcionar a una resolución escalada de forma que en lugar de la resolución nativa (5.120 x 2.880) trabajes con un cuarto de esa resolución (la mitad por dimensión) de resolución efectiva, lo que resulta en un área de trabajo de 2.560 x 1.440 píxeles. Con eso logras dos cosas.
La primera, algo importante: poder leer lo que pone en pantalla :). Lo segundo, que la definición de cada píxel «se cuadruplique» gracias a ese escalado, por lo que la calidad de textos y elementos visuales sea espectacular. Como dije entonces y digo ahora, es como trabajar sobre una pegatina: todo se ve con una calidad superior a la de monitores 1440p nativos, y también a la de monitores 4K, al menos según mi punto de vista.
Pero hay aquí margen de mejora. Lo demostró Apple con su Pro Display XDR de 32 pulgadas con resolución 6K que sería mi gran opción si no fuera porque cuesta 5.499 euros (sin el soporte Pro Stand de 1.099 euros, recordemos).
Dell tiene una propuesta similar con su Dell UltraSharp 32 6k U3224KB, y de hecho es más de dos veces más barata (2.400 euros, soporte incluido), pero la pregunta que me hago es: ¿ya está? ¿Quienes trabajamos con el ordenador 8 o 10 horas al día solo tenemos dos opciones de este tipo, y las dos a estos precios estratosféricos?
Eso parece. Hay desde luego algunas opciones interesantes: los monitores ultrapanorámicos —no necesariamente gamers— permiten disfrutar de espacios de trabajo extendidos muy interesantes para quienes necesitan esas grandes horizontales.
Aquí hay formatos sencillamente arrebatadores como los de los Samsung Odyssey G9 que a mí, la verdad, me parecieron demasiado ultrapanorámicos: trabajar en ellos era como ver un partido de tenis. Prefiero ultrapanorámicos menos ultrapanorámicos (34-40 pulgadas) pero desde luego la propuesta de Samsung es espectacular y seguramente sí tenga sentido para muchos usuarios.
Durante cierto tiempo incluso pareció que los monitores con el singular formato 3:2 iba a despegar. El Huawei Mateview nos quería demostrar que trabajar con una sola ventana en pantalla era perfecto para no distraerse, y aunque ha habido algunos modelos más —los BenQ RD para programadores—, este tipo de decisión de diseño ha tenido una acogida muy modesta.
Usar una televisión OLED como monitor también parecía ser una posibilidad llamativa. Yo mismo me planteé cambiar mi Dell 5K por una tele de mayor formato en la que trabajar en resolución 4K de forma nativa.
La LG C2 de 42 pulgadas parecía perfecta para eso, pero descubrí que los fabricantes de televisores, por muy bien que lo hagan en ese apartado, no preparan sus productos para ser utilizados como monitores. La definición del texto era aquí claramente peor que en mi monitor 5K, pero diría que también era peor que en monitores 4K o 1440p, por ejemplo. A pesar de sus ventajas en otros ámbitos —multimedia, incluso videojuegos—, usar una televisión con panel OLED para trabajar leyendo y escribiendo no me pareció la mejor experiencia.
Hay otra eterna promesa: la de los monitores con pantallas de tinta electrónica. Parecen un producto fantástico para quienes nos pasamos el día leyendo —menos impacto en la visión— y podrían ser unos compañeros fantásticos incluso al escribir también, pero las tasas de refresco y la ausencia de color los hacen demasiado específicos: no poder disfrutar de la riqueza visual de la web, imágenes y vídeos incluidos, es perderse buena parte de la experiencia.
Aun así, plantean una opción interesante en entornos multimonitor: combinar un monitor con pantalla de tinta electrónica con uno «convencional» parece desde luego algo atractivo, como muestra la imagen. Algunos fabricantes exploraron esa opción con valentía, aunque no parece que la idea cuajara. Lo que está claro es que no hay demasiado movimiento en el mercado en este sentido.
Estamos pues ante una situación en la que los fabricantes no parecen querer arriesgar demasiado. Aunque se presentan nuevos modelos, no hay apenas apuestas que planteen monitores de mayor resolución e incluso tasas de refresco, pero pensados sobre todo para leer y escribir.
No existen monitores 5K con tasas de refresco de 120 Hz (que no sean ultrapanorámicos, me refiero), por ejemplo, a pesar de que los estándares HDMI y DisplayPort ya son capaces de soportar tales configuraciones. La tasa de refresco no es tan importante al leer o escribir como al jugar a videojuegos, pero quien usa monitores gaming para trabajar sabe que esas altas tasas de refresco también son bienvenidas al navegar por internet o realizar cualquier tarea. Son más agradables a los ojos, simplemente.
Quizás los fabricantes acaben dándose cuenta de que hay una oportunidad aquí. Una para dar el salto masivo a monitores de 32 pulgadas 6K, pero también para descubrirnos otras posibilidades que permitan hacer lo que hacemos tantas horas del día —leer y escribir—, pero hacerlo aún mejor.