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Creíamos que el precio del café no podía subir mucho más. La "guerra" diplomática entre Colombia y EEUU opina lo contrario

De las decenas de miles de palabras que componen el léxico inglés, a Donald Trump hay una que le gusta especialmente y a la que le ha declarado su amor en alguna que otra entrevista: tariff (arancel). Este fin de semana se lo recordó al presidente colombiano de una forma bastante práctica, amenazándole con imponer tasas del 25% (o incluso 50%) si no cedía a la agresiva política migratoria que está impulsado desde la Casa Blanca. Todo indica que se quedará en eso, una amenaza, pero sirve para calentar un mercado que lleva meses afrontando fuertes turbulencias: el del café.

Si 2025 pintaba ya complicado para los amantes de los expresos matutinos, su panorama acaba de complicarse.

¿Qué ha pasado? Que Trump ha demostrado que, efectivamente, siente una debilidad especial por la palabra «arancel». A lo largo de las últimas semanas ha anunciado de forma más o menos clara que aplicará gravámenes a las importaciones de China, México, Canadá, Europa, Dinamarca e incluso España, aunque no está del todo claro todavía si esto último lo dijo de forma deliberada o fruto de un ‘patinazo’ geográfico. Curiosamente ha sido otro país el que ha estado a punto de sufrir la furia arancelaria del republicano: Colombia.


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Captura del anuncio de Trump en Truth Social.

¿Y eso por qué? Por algo que en realidad tiene poco que ver con el mercado internacional, las balanzas comerciales y la política impositiva. El detonante ha sido la migración. Y un pulso política entre Washington y Bogotá. Básicamente, ayer el presidente colombiano, Gustavo Petro, se negó a que aterrizaran en su país dos aviones procedentes de EEUU cargados con colombianos deportados. Es más, amenazó con no acogerlos hasta que Trump adopte protocolos que garanticen un trato «con dignidad y respeto» para los inmigrantes.

La respuesta del republicano, que ha logrado regresar a la Casa Blanca tras una campaña electoral que pivotó en gran medida en un endurecimiento de la política migratoria, no se hizo esperar: a través de su plataforma Truth Social anunció una tasa del 25% para la importación de mercancías colombianas que llegaría a elevarse a un 50% en cuestión de días. Petro le respondió al cabo de unas horas con la misma moneda, ordenando una subida fulminante (25%) de los aranceles que Bogotá aplica a las mercancías de EEUU.

¿Cómo terminó el choque? En los despachos y sin llegar a las aduanas. Al menos de momento. A pesar de su reacción inicial, el Ejecutivo de Petro acabó cediendo a las exigencias de Washington y aceptó recibir los aviones con deportados. Suficiente para que Trump no estampe todavía su firma en las sanciones económicas, por lo demás ya redactadas y que se activarán si su vecino del sur “no cumple” con el acuerdo.

«El Gobierno de Colombia ha aceptado todos los términos del presidente Trump, incluida la aceptación sin restricciones de todos los extranjeros ilegales de Colombia que regresen de los EEUU», presumen desde la Casa Blanca, que recuerda que Bogotá los recibirá además «sin limitaciones ni demora».


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¿Qué tiene que ver con el café? Sencillo. El anuncio de los aranceles de Trump y el pulso entre la Casa Blanca y el Palacio de Nariño hizo algo más que agitar la diplomacia americana. También puso en guardia a varios sectores colombianos que tienen importantes intereses en EEUU, como el del petróleo, el de la floricultura (que se prepara para la millonaria campaña de San Valentín) y el del café. De todos ellos el que más expectación genera, por el estado de su mercado y la deriva de los precios, es este último.

Al fin y al cabo Colombia no es un país cualquiera en el mapa cafetero internacional. Y el estadounidense tampoco es un mercado más para los productores colombianos. Esa doble condición hace que todo lo que afecta a la relación entre ambos, incluidas por supuesto las amenazas de aranceles del 25% o incluso 50%, interese (y bastante) al mercado.

Pero… ¿Qué dicen los datos? Para empezar, que Colombia es una de las principales potencias cafeteras del planeta. Las propias tablas del Departamento de Agricultura de EEUU lo sitúan como el tercer principal productor, solo por detrás de Brasil y Vietnam. El mismo dibujo dejan otros observatorios, como Statista. Un informe de 2024de la oficina USDA, ligada al Gobierno estadounidense, estimaba que durante la campaña 2024/2025 las exportaciones de café colombiano sumaría alrededor de 12 millones de sacos GBE.

Importa Colombia en el mapa global del café. E importa también su relación con EEUU, algo que se entiende mejor con ayuda de un par de cifras. Según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), en 2022 Colombia exportó 15.600 millones de dólares a EEUU, de los que casi 1.800 millones se correspondieron con el café. Ese dato lo convierte en la segunda gran mercancía exportada en términos de valor, solo por detrás del petróleo crudo. La huella de Colombia en el flujo de café que llega a EEUU es además considerable.


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¿Pero la tasa afectaría a EEUU, no? La política arancelaria de EEUU es eso, la política arancelaria de EEUU, y como advertía The New York Times ayer básicamente imponer gravámenes del 25% a las mercancías colombianas acarrearía que los estadounidenses deban rascarse más el bolsillo para comprar flores y café. Con todo, si hablamos de grano lo que ocurre al otro lado del Atlántico nos interesa. Y el motivo es muy sencillo: sobresaltos como el del domingo tensionan aún más un mercado que ya de por sí atraviesa turbulencias.

«Si EEUU impone un arancel del 25% a todas las exportaciones colombianas, el mercado del café, que ya está al rojo vivo, se calentará aún más. Colombia es el tercer productor de café del mundo (y una fuente clave de granos de rábica de primera calidad)», reflexionaba ayer en X Javier Blas, columnista de Bloomberg. En el mismo tuit incluía una columna escrita por él mismo hace unos días en la que advertía del complejo panorama que afronta el mercado cafetero.

¿Y qué situación es esa? En Xataka hemos hablado ya varias veces de ella. Y se resume en una sola frase: a la industria le ha tocado lidiar con una complicada tormenta perfecta, mezcla de los efectos de El Niño, sequías, la crisis logística derivada de la inestabilidad en el mar Rojo, la amenaza de cambios normativos y la caída de stock.

El resultado es que la libra de arábica ha alcanzado niveles que no se veían desde hacía más de una década. Y las previsiones para este año son cuanto menos difíciles, sobre todo a medida que los intermediarios concluyen que no podrán asumir parte de las subidas para amortiguar el encarecimiento del grano y, al final, verse penalizados en las tiendas.

¿Y cómo afecta a los precios? Lo advertía Blas en su artículo de Bloomberg: durante este arranque de año es probable que los consumidores de café nos encontremos con una subida sensible de precios. Esa es la conclusión que se desprende al analizar la diferencia entre el precio de la libra de café variedad arábica a finales de año en Nueva York (3,5 $)y las tarifas que se cobran en los supermercados (2,5 $), lo que refleja un desfase entre mayoristas y minoristas.

Por lo pronto, los gráficos sobre los futuros del café C en EEUU muestran que no han sido ajenos al riesgo de los aranceles a las exportaciones colombianas. «El café arábico supera por primera vez los 3,5 dólares la libra en Nueva York. El mercado mayorista se está acercando al rango de 3,5 a 4 dólares que muchos consideran necesario para destruir la demanda», advertía hace poco el propio Blas en X.

El pulso vivido ayer entre Washington y Bogotá deja botando además otra pregunta clave: ¿Podría enfrentarse a un escenario parecido Brasil, gran productor de café, y que ya se ha mostrado crítico con el Gobierno de Trump por cómo llegan los deportados de EEUU al aeropuerto de Manaos?

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Imágenes | Christina Rumpf (Unsplash) y Gage Skidmore (Flickr)

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