Cataluña tiene un grave problema con las garrapatas: cómo una plaga amenaza con convertirse en crisis de salud pública
Hace dos años, un grupo de investigadores y asesores científicos en materia de plagas, revelaron que las garrapatas (Hyalomma lusitanicum) se habían hecho fuertes en Cataluña. La especie invasora había sido localizada en 3o municipios de la comarca de Barcelona y uno de la de Tarragona.
Era, como los investigadores repitieron por activa y por pasiva, un «problema potencial de salud pública». Uno que si no conseguíamos controlar sería muy «difícil de controlar» en poco tiempo.
Acto seguido, como explican ahora los investigadores, las autoridades se dispusieron a no hacer absolutamente nada.
Y la situación se ha descontrolado. Si hace dos años, el número de municipios catalanes donde se había detectado la presencia de la garrapata era de 31; hoy se ha localizado la plaga en 81 municipios (55 ubicados en Barcelona y 26 en Tarragona).
¿Qué ha pasado? Más allá de la inacción de las autoridades de salud pública, el aumento de garrapatas en Cataluña no es casual. La Hyalomma lusitanicum prolifera gracias a las altas temperaturas de los últimos años, a los cambios de los usos del suelo (que desequilibran ecosistemas y los hacen más vulnerables a especies invasoras) y, sobre todo, al aumento de los principales hospedadores de esta garrapata: los conejos y los jabalís.
Pero… ¿por qué esto es un problema? Hay que reconocer que, a primera vista, las garrapatas no parecen un gran problema de salud pública, pero vaya si lo son. Sobre todo, porque hablamos de vectores de enfermedades en un momento histórico en que esas enfermedades están a la vuelta de la esquina.
Para la Hyalomma lusitanicum, lo que más preocupa a os expertos es su relación con la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, una enfermedad grave que detectamos en España en 2016 y tiene una tasa de mortalidad de entre el 10% y el 40%. No es la única patología (la enfermedad de Lyme o la babesiosis también se transmiten gracias a ellas), pero sí es la muestra más clara de cómo la plaga podría causar serios problemas en un área densamente poblada.
¿Y qué se puede hacer? En su momento, los investigadores plantearon que se había que «iniciar un programa de monitorización para conocer la distribución de esta y otras garrapatas». Uno con suficiente detalle como para permitir elaborar plantes de control ambiciosos; algo que el Proyecto GARES del Ministerio de Sanidad no permitiría.
Pero, en realidad, el problema va más allá: es algo que pone de manifiesto todo lo que queda por hacer. Parece que no hemos llegado a comprender que la situación epidemiológica de nuestro país (y del mundo) ha cambiado de forma radical.
Las fronteras geoclimáticas que contenían las enfermedades han desaparecido, el mundo se ha aplanado y tenemos que armarnos epidemiológicamente para defendernos. Lo que muestran las garrapatas es que no lo estamos haciendo.
Imagen | Adam Roscoe | Carlos Pradera & Agustín Estrada-Peña
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