Alaska cree que en sus bosques no hay suficientes renos. Así que ha decidido disparar a lobos y osos desde helicópteros
La convivencia con la fauna salvaje no siempre resulta sencilla. Bien lo saben en Japón, Países Bajos, Suecia o Rumanía, países todos (y no son los únicos) que han movido ficha para controlar con armas sus poblaciones de osos o lobos, incluso en áreas urbanas. España misma mantiene vivo el debate. En Alaska sin embargo han decidido ir varios pasos más allá. Para librarse de decenas de animales en un extensa área arbolada de 8.000 hectáreas en el estado norteño de EEUU recurrirán a algo más que rifles, escopetas y trampas: usarán helicópteros desde los que abatir a las presas.
La decisión ha indignado a los ecologistas, que advierten que no está claro que la medida, que tachan de «bárbara» sirva realmente para el fin que buscan sus defensores.
¿Qué ha pasado? Que Alaska se prepara para reanudar una estrategia extrema para el control de las poblaciones de lobos, osos negros y osos pardos en parte de su territorio: darles caza desde el aire, con ayuda de helicópteros y avionetas. La noticia la avanzaba hace unos días The Guardian, que explica que el programa permitirá a los cazadores acabar con gran parte de los ejemplares de esas especies en unas 8.000 hectáreas de tierras del estado.
Para ser más precisos, el diario británico concreta que el último programa contempla que los «cazadores aéreos» puedan acabar con el 80% de los lobos, hasta dejar su población reducida a 35 ejemplares; el 80% de los osos negros, preservando unos 700 animales; y el 60% de los osos pardos, situando el límite de la población en 375 ejemplares.
¿Son medidas aisladas? No del todo. De hecho la caza desde helicópteros no es la única táctica contemplada por las autoridades que han indignado a los ecologistas. Los críticos ven igualmente «bárbaras» otras prácticas, como matar a los cachorros de lobo y coyote en sus guaridas, usar lanchas a motor para dar caza a los caribúes en el agua o echar mano de luces artificiales y perros para hostigar a los lobos y osos (y sus crías) y obligarles a salir de sus cuevas.
Tampoco son exactamente una novedad. En 2015, durante el gobierno de Barack Obama, se prohibieron una serie de prácticas controvertidas, pero el Servicio de Parques Nacionales (NPS) revocó esos vetos durante el primer mandato de Donald Trump. Como relataba en julio The Guardian, Biden se había propuesto restablecer las normas de la época de Obama, pero la realidad fue otra: en gran medida mantuvo las pautas que había heredado de su predecesor republicano.
Casi 100 osos, con 20 cachorros. Lo de cazar animales a balazos desde helicópteros tampoco es nuevo. Alaska Wildfire Alliance (AWA) recuerda que en 2022 el estado creó un programa de control de osos en la cuenca Wood-Tikchik con ayuda de funcionarios y contratistas para abatir a casi 200 osos. El resultado, precisa, fueron 99 osos abatidos, incluidos 20 cachorros, en un tiempo muy breve de 2023.
A ese balance se suma el de 2024 y probablemente se le añadan otros a lo largo de los próximos años. «Está previsto que el programa continúe cada primavera hasta 2028», aclara la organización. Ante la perspectiva de que la medida siga impulsándose en el estado, los críticos ya han movido ficha.
«La mayor matanza gubernamental». A finales del año pasado AWA animaba a rechazar la propuesta y Public Employees for Environmental Responsability (PEER), organización que respalda a los funcionarios que buscan «estándares de ética medioambiental» en sus puestos, también ha alzado la voz para advertir de una medida que consideran injustificada.
«El estado de Alaska quiere continuar con un controvertido programa de caza aérea de osos y lobos por tercer año, aunque su propia evaluación interna reconoce que podría no tener los efectos deseados», argumenta la entidad, y advierte: «El programa de tiro aéreo de Alaska supone la mayor matanza de osos pardos gubernamental jamás realizada». Según sus cálculos, en 2024 el Departamento de Caza y Pesca mató a 95 depredadores, sobre todo osos, en un área de 1.350 km2. «Principalmente», aseguran, con ayuda de helicópteros.
¿Por qué lo hacen? La idea es controlar las poblaciones de osos y lobos. Aunque ese es solo parte del objetivo. El otro es reducir la presión que estos animales puedan ejercer sobre las manadas de caribúes y alces y aumentar su número. Con menos depredadores en juego se espera que las crías de esas dos especies tengan mayores probabilidades de supervivencia, lo que se traduciría también en un mayor número de animales que sirven de trofeo de caza. Los críticos con la política del estado cuestionan sin embargo que realmente funcione.
PEER sostiene que las autoridades de Alaska manejan al menos un informe oficial, firmado en octubre, que reconoce que aún no se sabe si la caza de osos y lobos ha servido para aumentar las manadas de caribúes. Es más, el mismo dossier señalaría que hay otros factores que estarían afectando a sus poblaciones y nada tienen que ver con los depredadores, como las enfermedades, la climatología y la desnutrición.
¿Errando el tiro? «Más de dos tercios de las crías de caribúes a las que se les realizó la necropsia ‘murieron de hambre o deshidratación’. Al mismo tiempo, los caribúes también sufren la ‘propagación activa y continua de la brucelosis’, una enfermedad que, entre otros efectos adversos, puede reducir la supervivencia de las crías», recuerda PEER citando el informe estatal de octubre.
La organización advierte además que el Departamento de Pesca y Caza tampoco puede evaluar correctamente el alcance del programa porque no estimó la densidad inicial de osos pardo en la región, y previene: más del 50% de los osos pardos abatidos en 2024 eran hembras adultas y más de una quinta parte cachorros. «El estado se niega a permitir que se tomen fotos de la matanza, que haya observadores independientes presentes o que el programa se someta a una revisión científica por parte de la Academia de Ciencias», zanja.
«Inhumana y absurda». «La práctica de ametrallar de forma indiscriminada a los depredadores es inhumana y absurda», advierte Rick Steiner, de PEER, durante una entrevista reciente con The Guardian. «No hay evidencia científica de que esta matanza aumente las poblaciones de alces y caribúes, y hay cada vez más evidencia de que altera el equilibrio saludable entre depredadores y presas en la naturaleza».
AWA incluso va más allá y apunta que osos y lobos pueden ayudar a controlar la expansión de la brucelosis, uno de los factores que estarían afectando a las poblaciones de ungulados. En su opinión otro de los factores que les afecta es el impacto del cambio climático en su ecosistema.
Imágenes | Arctic Warrior (Flickr), Watts (Flickr)