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Esta larva de mosca convirtió su culo en la cabeza de una termita. La gran pregunta que tenemos ahora es cómo será de adulta

Cuando pensamos en camuflaje en la naturaleza, vienen a la mente imágenes de pulpos que se funden con el fondo marino, de sepias o de camaleones. Hay otras tácticas para confundir a posibles depredadores, como mariposas que imitan patrones en las alas para confundir a las aves o los insectos palo. Pero hay un caso aún más comprometido con pasar desapercibido: el de una larva de mosca que ha convertido su trasero en la cabeza de una termita.

Y funciona tan bien que las termitas hasta le dan de comer.

Chiripa. Lo que parece una adorable criatura en la imagen principal es, en realidad, el trasero de una larva de mosca azul. Tiene unas falsas antenas, pero también unos ojos falsos, una morfología impresionante adoptada con un único objetivo: confundir a las termitas. Y el hallazgo se ha hecho… de casualidad.

Investigadores del Instituto de Biología Evolutiva, el CSIC y la Universidad Pompeu Fabra estaban estudiando mariposas y hormigas en la cordillera del Anti-Atlas, al sur de Marruecos. Sin embargo, como explican en la publicación del IBE, como las mariposas no volaban debido a las intensas lluvias, se pusieron a buscar hormigas. “Al levantar una piedra, encontramos un termitero con tres larvas de mosca que no habíamos visto antes”.

Máscara de termita. Ellos mismos afirman que fue un “hallazgo casual”, pero realmente especial porque, tras el mismo, realizaron tres expediciones más en la zona y, “a pesar de levantar cientos de piedras, sólo encontramos otras dos, juntas en otro termitero”. En el estudio publicado en Current Biology, los investigadores desarrollan su sorpresa con estas larvas que han desarrollado “un disfraz único”.

Situada en la parte posterior del cuerpo, la larva de la mosca azul muestra una “máscara de termita” con una cabeza no funcional que cuenta con antenas, palpos y ojos extremadamente parecidos a los que tiene una gran termita cosechadora. Esos ojos tienen una función, pero muy diferente a la que podríamos pensar: son los orificios por los que la larva, simplemente, respira.

Gemelas. Como explican, la mayoría de termitas viven en entornos extremadamente oscuros en termiteros a metros de profundidad, por lo que no necesitan los ojos para nada. Las termitas cosechadoras, sin embargo, salen a la superficie a recoger hierba y tienen ojos funcionales, algo que estas larvas imitan con sus espiráculos.

Camuflaje 3D. Los ejemplares son curiosos, pero realmente habría que definirlos como fascinantes debido a dos detalles extremadamente únicos. Uno es que no sólo tienen antenas en esa cabeza falsa, sino a lo largo de su cuerpo, como si fueran tentáculos. Los investigadores estiman que es algo que facilita la comunicación simultánea con varias termitas en el interior del termitero. Como ahí no se ve, la termita que roce a la larva “estrecha” el tentáculo de la falsa termita y piensa “vale, es de las mías”.

Pero… ¿sólo utilizan el tacto? Lo cierto es que no porque, aparte de ir palpándose, las termitas tienen un aroma singular que les permite identificarse como de una misma colonia en las galerías de su hogar. Y aquí viene el otro detalle fascinante: las larvas imitan ese aroma y huelen exactamente igual que el resto de las termitas. Cada colonia tiene un aroma distintivo, algo que también tienen estas larvas y que los investigadores han calificado como un “disfraz químico”.

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Hasta le dan papilla. “La larva no solamente es tolerada, sino que se comunica constantemente con las termitas”, afirma Roger Vila, uno de los responsables del hallazgo. También especula con la posibilidad de que las propias termitas alimenten a la larva (a través de su cabeza funcional, eso sí), pero es algo que están probando. En una de sus fotografías se puede observas esa posible alimentación boca a boca.

Evolución acelerada. Vila comenta que no es tan raro que haya moscas que se hagan pasar por otros insectos para llevar a cabo formas de parasitismo social. Por ejemplo, las moscas jorobadas también imitan a las termitas, pero en ese caso son las adultas, y no las larvas, las protagonistas.

También apunta a que el ancestro común entre ambas moscas se remonta a más de 150 millones de años atrás, “mucho más que lo que separa a los seres humanos de los ratones, por lo que podríamos afirmar que hemos descubierto un nuevo caso de evolución de integración social”, afirma. Además, apunta que la larva de la mosca azul habría evolucionado muy rápidamente para adoptar estas formas.

Complicaciones. Vila destaca que descubrimientos como este ayudan a tener conciencia de todo lo que aún no sabemos sobre la diversidad y especialización de los insectos, pero también comenta que estudiar estas larvas en laboratorio es algo que se antoja extremadamente complicado.

Las larvas estudiadas acabaron muriendo sin llegar a alcanzar la metamorfosis en el laboratorio, lo que indica que, o bien recrear las condiciones que tienen en el termitero en el desierto es crucial -algo muy difícil- o hay algún otro elemento del nido y la relación simbiótica entre especies que es crucial para la supervivencia de los ejemplares.

Veremos qué terminan descubriendo, ya que ahora el misterio no es sólo saber si es una larva única, sino cómo será en su forma adulta.

Imágenes IBE, Roger Vila, Current Biology

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