Barcelona está a punto de vivir algo inédito desde hace 50 meses y que hasta hace poco creíamos imposible: el fin de la sequía

El año pasado, tras 40 meses consecutivos de precipitaciones inferiores a la media, las autoridades catalanas se decidieron a declarar la emergencia por sequía. No era la primera vez que lo hacía en los dos años previos, pero como si lo fuera. Se hizo tarde y atropelladamente: por ello, durante los siguientes meses nos acompañó un interminable vodevil sobre restricciones de agua, barcos cisterna, piscinas sin llenar, caudales de ríos y trasvases que nunca se llegarán a hacer.
Nada de eso surtió efecto.
En los últimos meses, muchas cosas había cambiado, pero solo una parecía segura: el sistema Ter-Llobregat, el corazón hídrico de las cuencas interiores, estaba exhausto. La noticia ahroa es que parece que ha empezado a cambiar.
Un dato que lo dice todo. El pantano de Sau, en el corazón del sistema, ha pasado de un 7,3% el jueves al 21,3% del lunes. No es un caso aislado: Susqueda pasó del 38,4 al 42% y La Baells ya supera el 66%. Como defiende Carlos Garfella, desde noviembre de 2022, el Govern nunca ha estado tan cerca de poder levantar la alerta en las cuencas que proveen de agua al 90% de la población de Cataluña.
Al fin y al cabo, el Ter-LLobregat estaba al 14,7% de capacidad el año pasado y ahora ya ha superado el 40%. Incluso el Alt Empordà, que llevaba tres años sin ver lluvias abundantes, está recibiendo agua.
¿Y qué dice la Generalitat? Que aún es pronto para lanzar las campanas al vuelo. Tras evaluar las cifras y los posibles cursos de acción, la Comisión Interdepartamental de la Sequía ha decidido no retirar ninguna medida y optar por un enfoque «prudente».
Y es una decisión acertada. Como explica la Agencia Catalana del Agua, a partir del nivel de prealerta se puede considerar que la sequía ha remitido. Pero, a decir verdad, si esa remisión se debe solo y exclusivamente a un episodio muy concreto de lluvias generalizadas, hacer como que todo ha pasado puede ser precipitado.
Pero, más allá de la prudencia, ¿se ha acabado o no la sequía? En este sentido, tenemos buenas noticias: En una conferencia de prensa Rubén del Campo, portavoz de la AEMET explicaba que «la sequía de larga duración, en la que España entró a finales de 2023 y que perduraba aún a finales de febrero, se acabará revirtiendo también muy probablemente con lo que está lloviendo este marzo».
Del Campo hablaba de la sequía meteorológica y la da casi por terminada. Pero hay muchos tipos de sequía. O, dicho de otra forma, hay muchas formas en las que la sequía ha dañado los sistemas hídricos del país. Mientras la meteorológica se refiere a una escasez continuada de precipitaciones, el resto de sequías (hidrológica, agrícola y socioeconómica) se entiende como la consecuencia directa de la primera en distintas facetas de la realidad.
Sin embargo, de la misma forma que la meteorológica precede al resto, su recuperación también. Ahora queda ver cómo conseguimos volver a otra nueva normalidad.
Pero no seamos aguafiestas. Porque aunque el futuro hídrico está lleno de incertidumbres, la mejora de la situación de Cataluña (que hasta hace una semana parecía crítica) es el símbolo que necesitábamos para encarar la primavera con algo de optimismo.
Imagen | Joan GGK | Copernicus