Ante el miedo a perder una fortuna EEUU niega un botón de apagado de sus F-35. Tiene algo peor: el control de la "línea azul"
Hace aproximadamente una semana comenzó a aparecer en medios especializados una leyenda en clave bélica que se repite de vez en cuando: Estados Unidos posee una especie de interruptor de apagado de la artillería que vende al resto del planeta. Fue tal la viralidad de la historia que Washington ha tenido que salir al paso. Ante el miedo a perder miles de millones de dólares ahora que Europa habla de rearme, la nación ha negado tener algo parecido a ese botón en sus F-35. La realidad es que sí lo tiene, aunque de otra forma.
Europa y la exclusión de EEUU. Para entender por qué es importante la retórica de un caza debemos ampliar el mapa geopolítico. La Unión Europea ha lanzado el ambicioso plan “European Defense Readiness 2030” con el objetivo de reforzar su autonomía en materia de defensa, y lo hace a través de un significativo aumento del gasto militar y una drástica expansión de su capacidad industrial para producir armamento local.
La iniciativa surge en un contexto de creciente desconfianza hacia Estados Unidos, motivada por las señales de un distanciamiento estratégico de Europa, la volatilidad en el suministro de armas y las decisiones de Trump que han generado alarma entre los aliados. Qué duda cabe, este giro europeo hacia el proteccionismo armamentístico podría dejar a Estados Unidos fuera de miles de millones de dólares en contratos de venta de armas, pues el nuevo esquema prioriza exclusivamente a países miembros de la UE y a ciertos socios cercanos, excluyendo explícitamente tanto a Estados Unidos como al Reino Unido.
Ucrania encendió la mecha. La decisión está influenciada, entre otras cosas, por el corte abrupto de armas e inteligencia hacia Ucrania durante el mandato de Trump, lo que ha generado preocupaciones sobre la fiabilidad del compromiso estadounidense.
Pero hay más, ya que muchos de los informes que se han estado moviendo estas semanas han generado alarma al sugerir que Estados Unidos podría tener la capacidad de desactivar remotamente armamento de alta tecnología como el F-35, un temor alimentado por la dependencia operativa de estos sistemas respecto a las redes logísticas, de mantenimiento y software controladas por contratistas estadounidenses.
La “verdad” del F-35. Lo contamos hace una semana, pero vamos a ampliar las capacidades que tiene Estados Unidos sobre las funciones del caza. Tanto el Pentágono como la propia Lockheed Martin han negado categóricamente la existencia de un “kill switch” (botón de apagado) en el F-35 que permita desactivarlo de forma remota, sin embargo, la realidad operativa del sistema equivale funcionalmente a lo mismo.

La cadena de suministro global del F-35 en 2018 (importante: en la actualidad las empresas turcas ya no participan en el programa)
¿Cómo? La estructura logística, los requerimientos de mantenimiento y, sobre todo, la dependencia de software propietario hace que ningún país pueda operar plenamente el F-35 sin el apoyo constante de Estados Unidos.
Esta inquietud, que comenzó como un rumor en círculos de defensa, ha escalado hasta tal punto que el propio Programa Conjunto del F-35 (JPO) y Lockheed Martin se vieron obligados a emitir declaraciones oficiales para aplacar la preocupación internacional, afirmando que todos los operadores cuentan con las capacidades necesarias gracias a “acuerdos bien establecidos”. Otra vez, estas afirmaciones subrayan involuntariamente el problema central: el avión no es autónomo para quienes lo compran, y solo vuela si Estados Unidos quiere que lo haga.
Un ecosistema cerrado y controlado. El F-35 no es solo un avión de combate, sino una plataforma de software sofisticada, altamente dependiente de una red de soporte global controlada desde Estados Unidos. Su funcionamiento depende de sistemas como el ALIS (Autonomic Logistics Information System) y su sucesor ODIN (Operational Data Integrated Network), herramientas que no solo gestionan el mantenimiento y logística, sino que también manejan información crítica como los Mission Data Files (MDF).
No es un tema baladí. Estos archivos definen desde parámetros de amenazas hasta rutas de vuelo de detección, pasando por la fusión de sensores y la guerra electrónica. Para que nos hagamos una idea, si un país pierde acceso a ODIN o deja de recibir actualizaciones de sus MDF, el F-35 queda prácticamente inutilizado o gravemente degradado en sus capacidades operativas. Esto convierte a cualquier comprador en lo más parecido a un rehén tecnológico de Estados Unidos imposibilitado de mantener el control total de su flota. El ejemplo perfecto se entiende con la denominada “Línea Azul”.

La línea Azul. Como decíamos, ese “paquete de datos” de planificación de misiones es un factor clave para la supervivencia del F-35. De hecho, todo ello se traduce en un control de la denominada como «línea azul» (la ruta de la aeronave hacia una zona enemiga) proyectada por el sistema, la cual se basa en la combinación de numerosos factores, desde las burbujas de defensa aérea enemigas hasta las capacidades de sigilo y guerra electrónica de la aeronave, así como los sensores y armamentos a bordo, y las tácticas integradas entre los F-35 y otros activos.
Es, como mínimo, una de las armas más potentes del F-35, posiblemente la que más. Dicho de otra forma, sin el control absoluto de la línea azul, el avión de combate y su piloto tienen poco que hacer cuando llegan a zonas enemigas, convirtiéndose en vulnerables a la detección y al derribo.
Un sistema diseñado para la independencia. Todo ello nos lleva a un símil muy sencillo. La lógica detrás del diseño del F-35 es comparable a la de productos tecnológicos como el iPhone o el Tesla: sistemas complejos, cerrados, cuya reparación o actualización está deliberadamente centralizada. Esto implica que cada vez que se daña un componente crítico o se requiere una actualización, es necesario recurrir a contratistas estadounidenses o personal entrenado bajo estándares norteamericanos.
Además, la cadena de suministro involucra a más de 1.400 proveedores en toda la nación y apenas 80 en otros once países, lo que demuestra el dominio absoluto de la industria estadounidense sobre el producto, incluso en sus versiones exportadas.
Miles de millones en juego. Con este mapa del caza nos podemos hacer una idea de la importancia de la “confianza” de los compradores. En esencia, una auténtica fortuna para Washington en un contexto global geopolítico tan inestable como impredecible. Plus: la elección de Donald Trump, su retórica antiglobalista y su cuestionamiento de alianzas como la OTAN han agravado la desconfianza. Los gobiernos comienzan a preguntarse lo segura que es su inversión en un sistema que no pueden controlar completamente y que, en un escenario de tensión diplomática con Estados Unidos, podría dejar de funcionar eficazmente.
Los mercados financieros ya han empezado a reflejar esta transformación estratégica. Las acciones de fabricantes de armas europeos llevan meses al alza, impulsadas por las expectativas de una mayor producción local de material militar. Así todo, aún falta tiempo para que el nuevo plan europeo se traduzca en sistemas de armas concretos. Hasta entonces, Estados Unidos seguirá recibiendo la mayor parte del gasto europeo en defensa, aunque cada vez con más competencia de países como Corea del Sur o incluso Turquía. De fondo, ese “European Defense Readiness 2030” que podría marcar un punto de inflexión histórico.
Imagen | PXHere, Lockheed Martin, USAF