La isla japonesa de Yonaguni era conocida por su belleza y por Bad Bunny. Ahora es una fortaleza militar por culpa de Taiwán
Es posible que hasta hace poco la gran mayoría de la población desconociera qué era Yonaguni. En el año 2021, la pintoresca isla japonesa apareció en el “mapa” de millones de personas cuando el artista Bad Bunny le dedicó una canción (cantándola en español y japonés, además). Sin embargo, el enclave, muy a su pesar, posiblemente será más famoso con el paso de los meses. Se encuentra en el centro de una guerra entre Estados Unidos y China, y tiene de frente a Taiwán.
El paraíso en el conflicto. Yonaguni, la isla más occidental de Japón, se suele recordar como un rincón idílico de aguas cristalinas y rutas casi vacías entre campos de caña. Sin embargo, su ubicación estratégica a solo 110 km de la costa taiwanesa la ha situado en el centro de la creciente tensión entre China y Taiwán, transformando su imagen de paraíso turístico en un enclave militar en expansión.
El gobierno japonés ha anunciado la ampliación de la base de las Fuerzas de Autodefensa (SDF), así como obras para extender el aeropuerto, construir un puerto para grandes embarcaciones y crear refugios subterráneos de evacuación. Estos desarrollos han dejado a sus apenas 1.500 habitantes atrapados entre la creciente militarización y la amenaza latente de un conflicto regional.
Un bastión militar. Como explicaba AP en un reportaje reciente, mientras algunos residentes y autoridades locales como Fumie Kano soñaban con promover vínculos comerciales con Taiwán mediante rutas marítimas directas, pero el plan fue dejado de lado en favor de la militarización, que ofrecía subsidios gubernamentales y promesas de seguridad.
Desde 2016, la isla alberga una unidad de vigilancia costera de 160 miembros, equipada con radares, a los que se han sumado unidades de guerra electrónica y potenciales despliegues de misiles de largo alcance. Hoy, los militares y sus familias ya representan el 20% de la población, una cifra en constante aumento que empieza a reconfigurar la economía y estructura social de la isla.
División ante la amenaza. La posibilidad de una Taiwan yūji, una emergencia provocada por una invasión china de Taiwán, preocupa a los residentes, quienes temen que la isla se convierta en objetivo militar o en receptor de refugiados. No todos, por supuesto. Contaba el Guardian hace unas semanas casos como el del restaurante Shoko Komine, donde no creen que el conflicto sea inminente, aunque sí temen su impacto inmediato sobre el turismo, principal motor económico de la isla.
La militarización, en opinión de su dueño, ha desplazado los esfuerzos por promocionar Yonaguni como destino turístico. Incluso quienes votaron a favor de la base en 2015, cuando fue aprobada por escaso margen, parecen expresar hoy su inquietud ante la posible instalación de misiles, que convertiría a la isla en blanco en caso de hostilidades.

Yonaguni
Geopolítica en el Pacífico. La reorientación de la política de defensa japonesa, que durante décadas se centró en la amenaza soviética en el norte, ha desplazado su foco hacia el sur y la creciente presión de China. Lo contamos hace unas semanas, Yonaguni forma parte de la cadena de islas Nansei, cuya importancia estratégica se ha redoblado en un contexto en el que Estados Unidos exige a Japón un papel más activo en su propia defensa.
Bajo ese marco, el embajador estadounidense en Japón, Rahm Emanuel, visitó recientemente la isla en una muestra simbólica del respaldo estadounidense. Además, otras islas cercanas, como Miyako e Ishigaki, ya albergan unidades de misiles (y viene un paquete más amplio), aumentando la presión sobre la prefectura de Okinawa, que acoge la mayoría de las tropas estadounidenses en Japón.
Defensa o provocación. El pueblo está dividido. Por ejemplo, el alcalde de Yonaguni, Kenichi Itokazu, apoya la expansión militar, considerándola esencial para proteger la isla y acceder a parte del récord de 43 billones de yenes (276.000 millones de dólares) en gasto de defensa previsto para 2028. Argumenta que, ante la experiencia con Hong Kong, no se puede confiar en las promesas pacíficas de Xi Jinping.
Sin embargo, las voces críticas como la del concejal Chiyoki Tasato advierten que el despliegue de tropas y misiles no disuade, sino que atrae el peligro. Tasato considera inevitable que Japón se vea involucrado si estalla una guerra en el estrecho de Taiwán debido al tratado de seguridad con Estados Unidos, el cual impone responsabilidades militares bilaterales. La ley de 2015 aprobada bajo el mandato de Shinzō Abe autoriza a Japón a ejercer la autodefensa colectiva en caso de que un aliado sea atacado, lo que refuerza esa visión.

Una isla en transformación. Yonaguni, como muchas regiones remotas de Japón, se enfrenta a un complicado proceso de despoblación. De los 12.000 habitantes que tenía en 1947, hoy apenas quedan 1.500 civiles, en su mayoría personas mayores. Una cifra que contrasta con los 160 efectivos de las SDF y sus 90 familiares, cuya presencia empieza a transformar la estructura social.
Según cálculos del residente Tetsu Inomata, para 2026 la “población de base” militar superará el 40% del total de habitantes. Aunque los soldados han intentado integrarse, por ejemplo, participando en escuelas, comercios y actividades culturales, muchos isleños sienten que se está configurando un enclave militar que eventualmente podría desplazar a la población civil.
Memoria histórica y presente estratégico. Algunos habitantes, como el político local Mizuho Chida, ven en los simulacros de evacuación que hemos contado antes una preparación encubierta para un conflicto armado. Otros, como Tasato, abogan por reforzar los vínculos económicos y culturales con Taiwán, país con el que Yonaguni compartió relaciones comerciales en la época del Reino de Ryukyu.
A pesar de la proximidad geográfica, actualmente no existen rutas directas entre ambas regiones, aunque se prevén cruces marítimos de prueba próximamente. Esta visión contrasta con la percepción de que la isla ha sido coartada por intereses externos, particularmente los de Washington, con la complicidad de Tokio.
El peso de la historia. El pasado también juega un papel importante en la percepción de los locales. Los recuerdos de la Batalla de Okinawa, donde murieron unas 200.000 personas durante la Segunda Guerra Mundial, resuenan aún entre los residentes. Muchos temen que, como entonces, las islas del sur de Japón sean sacrificadas en nombre de la seguridad nacional.
Hoy Okinawa central alberga más de la mitad de los 50.000 soldados estadounidenses desplegados en Japón, y las nuevas bases en Yonaguni e islas vecinas como Miyako e Ishigaki amplían esa carga geoestratégica sobre una región históricamente marginada por el poder central de Tokio.
Riesgo de desaparición. Es la última de las patas que confluye en el debate de la isla. La creciente militarización amenaza no solo la seguridad de Yonaguni, sino también su esencia como comunidad isleña. Takako Ueno, propietaria de una tienda local, decía temer que el avance del aparato militar conduzca al eventual éxodo de los residentes.
Para muchos como ella, Yonaguni es un lugar único, con una identidad cultural y natural que podría perderse si se transforma en una base avanzada frente a una posible guerra. En ese dilema, la isla avanza hacia un futuro incierto: entre su herencia como cruce histórico de civilizaciones y su presente como peón estratégico en el tablero de tensiones entre China, Taiwán, Japón y Estados Unidos.
Imagen | U.S. Indo-Pacific, Snap55, IToldYa
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