Revolut está haciendo en la banca lo mismo que Netflix en entretenimiento o Amazon en retail: conquistar desde los márgenes

Que Revolut lance una cuenta nómina al 2,25% no es noticia. Lo noticiable es que haya tardado tanto en hacerlo. Este es el momento en que los llamados «neobancos» completan su metamorfosis: de alternativa rebelde a competidor directo, de apuesta complementaria a sustituto total.
La banca tradicional lleva años viendo a Revolut y compañía como irritantes mosquitos digitales. Molestos, pero no letales.
«Les falta músculo regulatorio», decían. «No pueden dar hipotecas», argumentaban. «La gente quiere sucursales», se autoconvencían. Mal timing. Mientras tanto, 4,5 millones de españoles ya tienen Revolut. La tercera población más grande de Europa para la fintech.
Solo queda cerrar el círculo: hipotecas en camino, red de cajeros propios anunciada y ahora, finalmente, la cuenta nómina.
Este no es un movimiento táctico, es estratégico. Los neobancos han seguido una trayectoria calculada: primero las transferencias internacionales (el punto más débil de la banca tradicional), luego las cuentas básicas, después las inversiones, y ahora el corazón del negocio bancario. Hasta aceptan Bizum y se han hecho amigos de Hacienda. El resto también llegará.
Han aplicado el manual clásico de la disrupción: entrar por los márgenes y avanzar hacia el núcleo, ocupando primero los espacios menos protegidos y avanzando pacientemente hasta colonizar el centro. La banca tradicional ha respondido como responden siempre los incumbentes: subestimando, imitando tarde y mal, y finalmente entrando en pánico. ¿Recuerdan lo que pasó con las telecos tras la aparición de las OMVs?
Lo interesante de este momento no es que Revolut ofrezca su cuenta nómina al 2,25%, sino que hemos llegado al punto en que el diferencial entre «neobanco» y «banco» es puramente semántico. Es el instante en que la disrupción completa su ciclo y el disruptor se convierte en el nuevo poder establecido.
Lo vimos con Amazon en retail, con Netflix en entretenimiento y ahora lo estamos viendo con Revolut en banca. La revolutción ha terminado, comienza la era post-banco, donde las entidades nacidas digitales son simplemente «bancos» y las tradicionales son vestigios de otra época industrial.
«¡Después de Picasso, solo Dios!», dijo Dora Maar, amante y musa del pintor malagueño. ¿Y después de que los neobancos lleguen al trono? Seguramente, un período de concentración –también lo vimos en las telecos–, donde los neobancos más exitosos absorban a los más pequeños.
¿Y luego? Una etapa en la que la banca tradicional quede orientada a un perfil de cliente más concreto que el generalista actual: mayores y conservadores.
La incógnita es si Revolut va a conseguir mantener su ventaja –cultural y tecnológica– una vez complete esta transformación. La historia nos deja intuir que no: el revolucionario de ayer es el burócrata del mañana. No hay que más que pensar en ING.
Pero hasta que llegue ese momento, vamos a ver un fantástico espectáculo: el de los gigantes bancarios tradicionales (algunos tienen más de 150 años) que se van a ver desplazados por quienes hace menos de una década eran startups en un coworking.
Imagen destacada | Revolut