Mientras los embalses de todo el país alcanzan cifras records, España sigue teniendo un punto negro de la sequía: Almería
Por octava semana consecutiva, los embalses españoles han vuelto a subir. Era de esperar: las mismas lluvias que han «amargado» las vacaciones a muchos durante la semana Santa se están convirtiendo ahora en buenas noticias hídricas. Por primera vez en muchos años, España ha rebasado la barrera del 75% en agua embalsada.
Y, sin embargo, este entusiasmo no llega a una zona muy concreta del país: el sudeste.
Donde las lluvias no llegan. Si vemos un mapa autonómico de las reservas hídricas del país, veremos toda España de azul (claro, medio u oscuro). Toda excepto Murcia; que, al 36,49% de su capacidad, solo puede aparecer en colores cercanos al naranja o el rojo.
Y es que, aunque las reservas han crecido mucho, la cuenca del Segura sigue muy tocada con 10 puntos menos de la media histórica. Para más inri, no se puede decir que sea un problema de gestión (aunque la gestión de la cuenca siempre ha sido un tema polémico). Es algo que se extiende, como digo, a todo el sudeste.
La provincia de Alicante está al 31,75%. Es decir, por encima de los terribles datos del año pasado, pero sin llegar a la media de la última década. Y luego está Almería.
¿Almería? ¿Qué pasa en Almería? Que oculta entre los excelentes datos de Andalucía (60,59%) y los más que buenos de las cuencas mediterráneas andaluzas (55,54%), la provincia de Almería tiene un enorme problema: sus reservas están al 11,16%. Ligeramente mejor que hace un año, pero aún por debajo de los mejores datos de 2024.
El problema de Almería con el agua no es nuevo. Eso es cierto. Si nos fijamos, la media histórica de los últimos 10 años en la provincia es del 13,13%. Muy ligeramente por encima de las cifras actuales. Y hablamos de un lugar con un peso enorme de industrias intensivas en agua (la agricultura y el turismo); uno que, además, está sufriendo como nadie los problemas de la desertificación y la sobreexplotación (y la contaminación) de los acuíferos.
Como decían hace unas semanas desde Ecologistas en Acción, «ver llover aleja el fantasma de la sequía», pero en zonas como Almería esa sequía nos e ha ido a ningún sitio. Es una falsa impresión que solo puede dificultad la gestión.
Perder la guerra del agua. Al menos hay tres comarcas almerienses en las que la sequía no solo persiste, sino que está completamente cronificada: Níjar, Sierra de los Filambres y el Levante. Y eso que hablamos de la provincia española que suma el mayor número de balsas de diferentes tamaños y características (27.000, según las últimas estimaciones).
En 1987, «se dieron a conocer los primeros informes sobre el deterioro de los acuíferos del Campo de Dalías, el punto donde nació la agricultura intensiva». Y el problema no ha hecho sino aumentar: «cada año, Almería inicia su campaña agrícola con un déficit estructural de alrededor de 200 hectómetros cúbicos».
La historia es simple, demasiado simple. Almería quería convertirse en el gran laboratorio contra la desertificación, pero ha llegado a ser un territorio de batalla. Una batalla que poco a poco estamos perdiendo.
Imagen | Alicia Camacho