Si existía alguna duda de lo importante que es la industria del automóvil en el mapa geopolítico, Japón parece zanjarla
A comienzos de 2025, Japón va a dar un nuevo impulso por escalar posiciones en una industria donde ha ido quedando rezagada. Hasta ahora, 2024 en el sector automovilístico ha estado marcado por el ascenso imparable de China por encima de casi cualquier otra potencia, y eso, como veremos a continuación, puede haber servido de lanzadera para que los japoneses se pongan las pilas. De fondo: no perder el paso de un sector clave a nivel global.
Toyota, Honda y Nissan y un software. El próximo año comenzara el desarrollo conjunto de un software para automóviles entre tres de los mayores fabricantes de automóviles de Japón: Toyota Motor, Honda Motor y Nissan Motor. La idea tiene como objetivo aumentar la eficiencia del desarrollo e implementación de software, así como hacer que el producto final sea más competitivo. Obviamente, también se busca contrarrestar la fuerza en el mercado de Estados Unidos y China.
China le pasa por la izquierda. En realidad, casi podríamos decir lo mismo del resto de “rivales”, pero en clave geopolítica es quizás más importante para Japón el ascenso tan significativo que ha tenido China. A finales de 2023, el país había dado el zarpazo superando a Japón como principal exportador de automóviles del mundo.
Razones del “cambio de poder”. Probablemente hay tres grandes claves. La primera viene dada por la alianza y alta demanda rusa en favor de China. La segunda, con el esfuerzo chino por impulsar una industria dedicada a los eléctricos. El país no ha dudado en poner todos los huevos en la cesta de los EV desde el principio. La tercera clave viene en contraposición de esta segunda: frente a la actuación decidida de China, la aparente indefinición de gigantes japoneses como Toyota y Nissan respecto a los EV, apostando por los híbridos.
Japón y el pacto de caballeros. La situación actual se entiende mejor retrocediendo en el tiempo con la alianza que se denominó como “pacto de caballeros” en Japón. Hablamos de un acuerdo informal que surgió en las décadas de 1970 y 1980. Entonces, Japón experimentaba un rápido crecimiento económico y un aumento significativo en la producción de automóviles. Con la creciente popularidad de los deportivos y modelos “luxury”, las autoridades japonesas empezaron a preocuparse por la seguridad vial y el impacto ambiental. ¿Solución? Este pacto o acuerdo en la industria del país.
No había nada escrito, pero se respetó ampliamente abarcando varias áreas, siendo las más destacadas las limitaciones en la potencia de los motores y la velocidad máxima de los vehículos. Sin embargo, en la década de 2000, la industria automotriz global empezó a cambiar, con la competencia internacional aumentando y las regulaciones de seguridad y emisiones evolucionando. En poco tiempo, marcas como Nissan u Honda daban por terminado el pacto lanzando modelos extremadamente rápidos.
La indefinición japonesa. El final del pacto fue un aviso para navegantes en el país. El sector estaba cambiando y la presión y competitividad internacional era cada vez mayor. Dicho esto, Japón ha estado inmerso en los últimos 15 años en una extraña indefinición. Sin ir más lejos, en marzo Toyota seguía convencida de que los EV no serán la opción preferida hablando de «desperdicio» en la inversión. Incluso algunos fabricantes japoneses habrían recurrido a la tecnología china para tratar de recuperar cuota (entre ellos, Toyota).
Y mientras tanto, aranceles. Frente a la indecisión de Japón o el empuje de China, el mapa geopolítico por hacerse con uno de los sillones privilegiados de una industria que parece clave en el desarrollo económico, no cesa. El 14 de mayo, Joe Biden anunciaba aranceles del 100% a los eléctricos chinos (además de subidas para tecnologías clave como las baterías).
¿Y en Europa? En el continente se guarda silencio mientras se evalúa el impacto de la flota china en el mercado. Todas las posibilidades se mantienen abiertas entre acusaciones de dumping y dudas sobre la idoneidad o no de imponer restricciones. No hay que olvidar que Europa se ha impuesto poner fin a la combustión en 2035, y si no está preparada para asumir la demanda, tendrá que abrir la mano a China o, incluso, a la rezagada Japón.
Imagen | Toyota, Volkswagen
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