El mundo del toro lanzó una plataforma de streaming para retransmitir corridas. Ahora afronta pérdidas millonarias
A OneToro no le salen las cuentas. El canal consagrado al mundo de la tauromaquia acaba de lanzar un comunicado demoledor, especialmente crítico con el sector, en el que anuncia que no retransmitirá las ferias de San Miguel de Sevilla y de Otoño de Madrid. No lo hará, alega, porque en su corta trayectoria acumula ya pérdidas millonarios y ha asumido que sus abonados «nunca llegarán» para cubrir las «cantidades desorbitadas» que le toca pagar en derechos de imagen.
Deja eso sí la puerta abierta a un 2025 en el que «los derechos de imagen dependan directamente de la audiencia». No corren tiempos fáciles para el mundo del toro.
Adiós al directo de dos citas clave. OneToro no retransmitirá las ferias de Otoño en Madrid y San Miguel en Sevilla, dos citas cruciales en el calendario de la tauromaquia patria. Así lo ha anunciado la plataforma en un comunicado que deja unos cuantos tirones de oreja al sector y muestra su delicada situación financiera. A pesar de su juventud, la plataforma, que nació como relevo del canal Toros de Movistar Plus, asegura que en menos de dos años ha superado los 12 millones de euros en pérdidas, lo que ha agotado la paciencia (y bolsillos) de sus inversores.
Su recorrido hasta ahora quizás haya sido breve, pero no tranquilo, ni sencillo. OneToro se enfrentó en un principio con problemas de retransmisión, cambió de nombre y registró cambios accionariales, aseguraba El Independiente hace un año, relacionados con los altos costes de las ferias. En febrero sus responsables habían anunciado una programación «exquisita» y «única en el mundo del toro», en sus propias palabras, con 117 corridas, series de producción propia con más de 180 capítulos, retransmisiones especiales y resúmenes de más de 40 plazas.
«Si apoyo ni exclusividad». Ahora los ánimos parecen ser otros. Tras reconocer pérdidas millonarias, la plataforma explica que sus inversores no están «dispuestos a seguir invirtiendo» sin un acuerdo que «haga viable» la continuidad del proyecto.
«Tienen la sensación de estar subvencionando el sector, ya que después de inyectar en año y medio de forma directa más de 20 millones en derechos de imagen y más de siete millones en producción y promoción de la tauromaquia, se encuentran sin el apoyo ni la estricta exclusividad en las imágenes», recalca el comunicado lanzado por OneToro TV, que deja un aviso a navegantes: su experiencia hasta la fecha le lleva a denunciar «una falta de responsabilidad por parte del sector» taurino.
De las buenas previsiones… a la realidad. No son las únicas cifras desgranadas por la compañía, que ha compartido también las previsiones de mercado con las que empezó, la realidad con la que se ha encontrado y, lo más interesante, cómo explica la abultada diferencia entre ambas. Sus responsables explican que sus sondeos mostraban un mercado de unos 200.000 suscriptores «solo en España», cuando la realidad, asumen, es que en el punto álgido de la temporada no pasaron de los 60.000. A día de hoy son exactamente 53.504.
Más que a un error de cálculo o falta de interés en el mercado, OneToro apunta a cómo se están consumiendo sus contenidos a día de hoy en España. «Lo que esta compañía nunca podía prever es que solo uno de cada cuatro aficionados que ven el canal lo hace de manera legal y pagando la suscripción. En países como México y Perú esta cifra pasa a ser de uno por cada 20. Simplemente no están dispuestos a pagar dicho contenido, decantándose por enlaces y canales piratas», lamenta la plataforma. El precio promedio de la corrida en OneToro TV es de 1,28 euros.
«Precios desorbitados». La base de abonados es solo parte del problema. La otra son los costes de las retransmisiones, la carga económica que supone para la compañía televisar las ferias. OneToro es clara (y muy crítica) al respecto.
«El público objetivo dispuesto a pagar por este contenido nunca llegará a generar los ingresos necesarios para cubrir las cantidades desorbitadas que se exigen, en concepto de derechos de imagen, para retransmitir una corrida en directo», desliza en su nota, y pone un énfasis especial en ese último punto, el de los derechos de imagen: «Los precios que el sector pretende cobrar no se ajustan a la realidad».
Cambios en el sector. Eso es lo que exige OneToro. Anima al sector a «industrializarse como han hecho muchos sectores que dependen de los ingresos de derechos» y trazar una «hoja de ruta concisa y transparente» que permita que la inversión privada resulte «sostenible». «No es una transición sencilla, por lo que estamos preparando una temporada para 2025 donde los derechos de imagen dependan directamente de la audiencia, como ocurre en otros espectáculos».
La clave para OneTore pasa por adoptar «un modelo variable» en el sector que permita a los empresarios, toreros y ganaderos participar de «los ingresos que genera su audiencia». «Entendemos que refleja el valor real de los derechos de imagen que se generan». No lo tendrá fácil. Como deslizaba hace poco El Mundo, una de las claves que explican la longevidad del emblemático Canal Toros, en Movistar Plus, es que tenía detrás el gran músculo financiero de Telefónica.
¿Pérdida de interés? La plataforma termina insistiendo en que el sector «no debe estar en la discusión de toros sí, toros no» y recuerda que su problema no es tanto la falta de afición en la sociedad como que solo el 25% de quienes consumen sus contenidos lo hacen pasando previamente por caja. Hay datos recientes que revelan sin embargo que la tauromaquia ha perdido fuerza en España.
Las tablas de Statista muestran que el 45% de la población considera que las corridas de toros deberían prohibirse y otro 30% es partidario de no fomentarlas, aunque no comparte la idea de vetarlas. El número de citas se ha desplomado en cuestión de unos años en enclaves destacados, como Madrid, y el sector ha visto cómo recientemente se agitaba el debate sobre el valor cultural de la tauromaquia. Hace solo unos meses el Gobierno decidió suprimir el Premio Nacional que le dedicaba desde hacía una década al considerarlo una «tortura animal».
Imágenes | Arild Andersen (Flickr) 1 y 2