Nintendo no se meterá en la guerra de consolas. Para ellos tiene todo el sentido del mundo
Si pensamos en las consolas de sobremesa, toda la discusión suele girar alrededor del catálogo y la potencia bruta. Que si resolución 4K, que si ray-tracing, que si FSR, que si 60 FPS, que si más exclusivos, que si mejores single-player… La discusión es esa: este electrodoméstico reproductor de videojuego es mejor/peor que ese otro porque es más/menos potente y tiene más/menos juegos exclusivos. Es la llamada guerra de consolas.
Una guerra que a Nintendo le da exactamente igual.
Mundos abiertos. Los juegos, en general, se han hecho más y más grandes y demandantes. Mejores gráficos, mapas más grandes, más ramificaciones, más, más y más. Eso requiere potencia. Las consolas se han movido en esa dirección, en ofrecer más potencia bruta que permita a los jugadores disfrutar de las creaciones de los desarrolladores. Gráficos ultrarrealistas, reflejos que quitan el hipo, una tasa de fotogramas por segundo alta y estable, mundos abiertos (más o menos) llenos de cosas que hacer… Potencia. Todo se resume en esa palabra, potencia.
Pero no todo es fuerza bruta. Porque los videojuegos son, al fin y al cabo, experiencias. La consola es el soporte y sí, hay juegos que se disfrutan mucho más cuando el soporte va sobrado de músculo, pero no siempre es el caso. Es más, una cosa no tiene que estar necesariamente relacionada con la otra. Nadie dijo nunca que mejores gráficos es sinónimo de mejores videojuegos. Nintendo es, en ese sentido, el mejor ejemplo.
«¿Ray-tracing? Nah, yo es que tengo a Mario». Mientras que la guerra de electrodomésticos reproductores de videojuegos se ha basado en la potencia, Nintendo ha optado por un camino distinto: el camino de la Nintendo Switch. Lleva desde 2017, hace ya siete años, comercializando una consola con hardware antiguo que en un benchmark sintético quedaría totalmente aplastado por una PlayStation 4, 5, Xbox One, Series X y Series S. Y sin embargo, las cifras hablan por sí solas: 143,42 millones de unidades y 1.266,46 millones de juegos vendidos.
La guerra de consolas es para quien la quiera. La compañía nipona ha inaugurado un nuevo Museo de Nintendo en Japón y, a tenor del mismo, Famitsu ha tenido la oportunidad de entrevistar a Miyamoto, padre de Super Mario. Según el ejecutivo, «si queremos preservar todos los productos antiguos de Nintendo y hacer que la gente entienda lo que es Nintendo, entonces sería genial si no sólo los empleados, sino también las generaciones de padres y niños que conocen Nintendo, entendieran la compañía».
En ese sentido, Miyamoto ha apuntado que «espero que la gente entienda esto y que Nintendo no se involucrará en la llamada ‘guerra de consolas’, con las altas especificaciones y el rendimiento de los juegos de consola […] Pensé que sería una buena oportunidad para que la gente entendiera que Nintendo continuará haciendo cosas que sean únicas usando varias tecnologías actuales, y que continuará haciendo no sólo videojuegos, sino también películas […]».
Mucha potencia, pero mira mi Zelda. Nintendo sabe dónde es fuerte y dónde no. La compañía no va a competir contra Sony y Microsoft en potencia bruta porque, sencillamente, no lo necesita. La Gran N sabe que es buena haciendo experiencias, juegos divertidos, sencillos, con carisma, atemporales, disfrutables hoy y mañana.
No necesita resoluciones 4K y que podamos verle los poros a Link. Basta con que el juego le de tanta libertad al jugador como sea posible. Basta con que ponerse a los mandos de Mario sea divertido, que el nuevo Pokémon tenga algo diferente, que puedas coger otros dos mandos y jugar con toda la familia a daros palos en el ‘Smash Bros’ o en el ‘Mario Kart’… Nintendo hace juguetes con los que es divertido jugar y para eso no es necesario que la consola tenga tropecientos muchiflops.
La Switch 2 va por el mismo camino. Sabemos que Nintendo tiene una nueva consola en el horno y que, si todo va bien, deberíamos verla antes del 31 de marzo de 2025. Esta consola, según apuntan las filtraciones, tendrá una potencia equivalente a la octava generación, es decir, a PlayStation 4 y Xbox One. Su chip: un NVIDIA Tegra T239, de nuevo, según las filtraciones.
Es decir, que de confirmarse esto (y no lo podemos saber), estaríamos ante una consola que, otra vez, sería mucho menos potente que las de sus rivales de Sony y Microsoft. No solo eso, sino que si asumimos que las consolas actuales han pasado ya el ecuador de su ciclo de vida y que, probablemente, la next-gen llegue en 2028, estamos hablando de que la Switch 2 convivirá junto a la generación actual y la próxima generación. De nuevo, Nintendo será totalmente derrotada en potencia y, de nuevo, le dará exactamente igual.
Imagen | Nintendo