España ha pulverizado su récord de turistas extranjeros, pero se enfrenta a su mayor reto: el hartazgo de las ciudades
Al turismo español le va bien. Muy bien. Lo refleja con claridad el INE, que en su último balance sobre el sector deja algunas pinceladas que permiten pensar en un año récord en afluencia de visitantes extranjeros. Solo en agosto identificó cerca de 10,9 millones de turistas internacionales, un 7,3% más que en 2023, y durante los ocho primeros meses del año calcula que llegaron a España unos 64,3 millones de visitantes de otros países, lo supone la marca más alta desde que hay registros.
Las cifras pintan bien, pero se topan con un problema: protestas vecinales que reflejan que al menos en ciertas zonas del país, las más concurridas, la población empieza a estar saturada. «Cambiemos el rumbo, pongamos límites al turismo», podía leerse hace no mucho en los carteles de una manifestación secundada por más de 12.000 personas y que se desplegó por las calles de Palma de Mallorca.
Un balance récord. Cuando les toca planificar sus vacaciones, cada vez más extranjeros piensan en España. El último informe del INE muestra que durante los ocho primeros meses de 2024 el país recibió algo más de 64,3 millones de turistas internacionales, «su cifra más alta» desde que hay registros estadísticas, apostilla el observatorio. Solo en agosto fueron 10,9 millones, un 7,3% más que el año pasado, ejercicio que ya se cerró con un saldo nunca antes visto por el sector.
Si nos ceñimos únicamente a la campaña de verano, la cosa pinta bien también. A la espera de saber cómo han ido las primeras semanas de septiembre, entre julio y agosto el INE contabilizó 21,8 millones de turistas internacionales. El Periódico ha revisado el registro histórico del INE y ha comprobado que representa un 4,2% más que durante el mismo período de 2017, mucho antes de la crisis sanitaria y cuando el sector alcanzó su mejor temporada estival. Al menos hasta ahora.
Cuestión de visitas… y euros. Que el sector reciba más o menos turistas extranjeros o esté más o menos cerca de batir su propio récord importa por una razón muy sencilla. Turismo es dinero. Y el INE también da buena cuenta de ello. Sus técnicos han calculado que en agosto cada visitante internacional se gastó, de media, 188 euros al día. A lo largo de sus vacaciones eso se traduce en 1.405 euros y en el conjunto del sector supone 15.363 millones de euros. De nuevo son cifras en positivo, que reflejan un incremento de entre el 5 y el 13% con respecto a 2023.
Los datos reflejan que el aumento de turistas se ha traducido en un aumento todavía mayor de gastos. Durante los ocho primeros meses de 2024 el gasto total de los visitantes extranjeros alcanzó los 83.471 millones, un 17,6% más, mientras que la afluencia en sí creció un 11,2%. El porcentaje se explica en gran medida por el turismo llegado de países vecinos, Alemania, Francia y Reino Unido, que han aumentado el presupuesto para sus vacaciones en España en más de un 10%.
¿Cómo se reparte? Esa afluencia de turistas (y euros) no se nota por igual en todo el país. Baleares es la región de España que más visitantes extranjeros recibió a lo largo de agosto. Y también en la que más dinero se gastaron. El archipiélago sumó 2,4 millones de turistas internacionales, el 22,4% del total, que se dejaron 3.560 millones de euros, un 9,1% más que el año anterior. En la lista de regiones más exitosas en el mercado no hay sorpresas. Le siguen Cataluña, Andalucía, Comunidad Valenciana y Canarias, tanto en afluencia como en negocio.
¿Hay más datos? Sí. El INE publica algunas cifras extra que ayudan a comprender cómo avanza el sector en general, no solo en lo que se refiere al turismo extranjero. Por ejemplo, durante el segundo trimestre anotó un descenso del 8,3% en los viajes realizados dentro de España por los propios españoles, que han aumentado sin embargo sus salidas al extranjero. En total, a lo largo de agosto se alojaron en los «establecimientos hosteleros» del país 13,6 millones de viajeros, un 2,4% más que hace un año y el mejor balance desde al menos desde 1999.
Entre récords y protestas. Son buenas cifras para un destino, España, con buenas perspectivas en el mapa turístico internacional. Hace unos meses Google y Deloitte presentaron un informe que concluye que en 2040 será el país con mayor afluencia de turistas del planeta, por delante de Francia o Estados Unidos.
Habla en concreto de 110 millones de viajeros extranjeros en España, varios millones más que cualquier de los otros dos destinos del «TOP3». El problema es que no todos contemplan ese escenario con entusiasmo. Sobre todo en los grandes destinos, como Barcelona, Palma de Mallorca o las Canarias, se han organizado ya marchas de vecinos que claman contra los efectos del turismo masivo.
«Cambiemos el rumbo». Esa era una de las proclamas que podían leerse en julio en una de las protestas organizadas contra el crecimiento descontrolado del turismo. La marcha en cuestión se celebró en Palma, reunió a alrededor de 12.000 personas según la Policía Nacional —los organizadores sostienen que la asistencia fue muy superior, de 50.000 personas— y exigía un «poner límites al turismo».
No fue la única movilización de ese tipo organizada en España. En mayo se había celebrado ya otra marcha similar en Baleares e iniciativas parecidas o muestras de rechazo ante el turismo masivo se han sucedido en otras regiones, desde Barcelona a Canarias a Madrid, Valencia, Sevilla, Santiago o Cantabria, donde un proyecto que promete convertirla en «la Ibiza del norte” movilizó a a miles de personas.
¿Y por qué protestan? Puede haber diferencias de un caso a otro, pero en general los vecinos claman contra la saturación de las ciudades, el impacto del turismo masivo en el entorno y su efecto en un ámbito especialmente sensible: la vivienda. Cada vez son más las ciudades que se lanzan a frenar la proliferación de pisos turísticos en un intento por evitar el encarecimiento de los alquileres.
Con mayor o menor rotundidad, lo han hecho ya los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Valencia, Santiago de Compostela… Y la lista suma y sigue. «La gente está harta de un modelo económico que no tiene en cuenta los problemas que el turismo causa a los residentes», clamaban durante la marcha de Mallorca.
Más allá de España. El desafío no es ni mucho menos exclusivo de España. En plena recuperación del flujo internacional de turistas tras el parón de la pandemia, cada vez son más los grandes destinos que deciden frenar los efectos y costes de la masificación. En Japón han empezado a cobrar por el ascenso al Fuji y restringen el paso al barrio de las geishas en Kioto, en Seúl quieren evitar el colapso del casco histórico, en Venecia han estrenado una nueva tasa turística, Bali o Nueva Zelanda ha disparado su tasa turística, Italia amaga con hacerlo y Ámsterdam ha creado un amplio paquete de medidas contra el boom turístico. Y, de nuevo, la lista crece.
Imágenes | Tommie Hansen (Flickr) y Eduardo Pitt (Flickr)