Un jubilado plantó un árbol en 2003 en una de las zonas más peligrosas de Sao Paulo. Hoy es una alucinante "selva" de la ciudad
Reforestar al planeta de forma masiva no parece la mejor solución. Plantar árboles y conservarlos ayuda a la lucha climática, pero no de forma desaforada. De hecho, hay estudios que hablan del final que les espera a estas iniciativas algo obsesivas. En la acera de enfrente, sin embargo, tenemos una historia muy distinta. La lucha de un solo hombre durante dos décadas dedicadas a crear una “selva” en un páramo ha cambiado por completo la ciudad de Sao Paulo.
De profesión: plantador de árboles. Helio da Silva, natural de Promissao, tiene 73 años y lleva décadas viviendo en Sao Paulo. El hombre, hoy jubilado, fue un ejecutivo de negocios exitoso en Brasil, pero en su país se le conoce por el trabajo que comenzó hace 20 años. Tras pasar con su mujer por una de las zonas más conflictivas de la ciudad más grande de América del Sur, tuvo una visión.
En aquel vertedero en las orillas del río Tiquatira, una minicracolandia (de adictos al crack) peligrosa que los ciudadanos solían evitar, Silva vio una oportunidad de desarrollo. “En diez años voy a cambiar esto”, le dijo a su mujer el 23 de noviembre de 2003. Al final fueron algo más de 10 años, pero desde el primer árbol que plantó hasta hoy, la zona se ha convertido en un gigantesco ecosistema verde que sirve de pulmón entre dos grandes avenidas de Sao Paulo.
40.000 árboles. Hoy, si sobrevolamos la metrópolis brasileña es imposible no percatarse del épico trabajo que ha perseguido durante algo más de dos décadas Helio da Silva. Lo cierto es que resulta muy complicado no ver la franja verde de árboles de 3,2 kilómetros de largo y 100 metros de ancho encajada entre dos de las carreteras más transitadas de la ciudad.
Él solo ha plantado aproximadamente 40.000 árboles en la jungla urbana de Sao Paulo. El que fuera ex ejecutivo de la industria alimentaria recuerda que lo tildaron de «loco» cuando comenzó su misión de transformar el enclave donde abundaban consumidores de drogas. Hoy la zona es conocida como Parque Tiquatira, un testimonio de su epopeya donde abundan miles de árboles de hasta 160 especies repartidas.
Un legado. A la pregunta de por qué se embarcó en semejante misión, el hombre ha respondido siempre de la misma forma. Quería dejar un legado en la ciudad que lo había acogido durante tanto tiempo, “empecé y nunca paré», contaba. Lo hizo, además, sin autorización formal de la administración, utilizando sus propios ahorros para recolectar y comprar esquejes con los que plantar en su ciudad adoptiva. «Compré 200 primeros esquejes y los planté. Los arrancaron. Mi familia y amigos dijeron: ‘¿Ves? Te avisamos’. Regresé y planté 400», explicaba hace unas semanas al diario El País.
Así, en los primeros cuatro años de su proyecto, plantó él solo 5.000 árboles. Su impresionante hazaña llevó a la municipalidad de Sao Paulo a reconocer sus esfuerzos y la zona como el primer parque lineal de Sao Paulo. Esto no hizo más que animar a da Silva, que continuó plantando más y más árboles nativos.
Vida donde no había. Hace cuatro años, Helio había plantado más de 25.000 árboles en un área de 3,2 km de largo, logrando una tasa de supervivencia del 88%. Se calcula que por cada 12 árboles, plantó una especie frutal con la esperanza de atraer aves y animales a su oasis verde. Su apuesta dio resultado, ya que, según el municipio, se han identificado 45 tipos de aves en el parque.
Cuatro años después, el Parque Lineal de Tiquatira cuenta con más de 41.000 árboles individuales, y el hombre que hoy se ha convertido en héroe local no planea dejar de plantar hasta llegar al menos a 50.000 de ellos. Un trabajo que, según sus propias estimaciones, le ha costado alrededor de 7.000 dólares al año en sus esfuerzos de plantación.
Resultado. En la actualidad, los expertos destacan que los espacios verdes como Tiquatira son vitales para reducir las temperaturas en los centros urbanos donde el paisaje es poco más que hormigón, mejorando, por ejemplo, la calidad del aire. De hecho, Sao Paulo, hogar de 12 millones de personas, se enfrenta una grave contaminación, y los recientes incendios forestales en el país han degradado aún más la calidad del aire.
Mientras, Helio sigue a lo suyo. El hombre afirma que le lleva unos 10 minutos plantar un esqueje y que disfruta conversando con “sus” plantas, aunque «en voz baja» para evitar que lo consideren loco «una vez más». El lugar que una vez fue de los más peligroso de la ciudad, hoy es una “selva” de especies, un ecosistema propio donde pasear o hacer ejercicio con gimnasio, bancos, mesas y juegos, convirtiéndose en una de las áreas más populares de la urbe.
Imagen | Albert Carlos S Domingos, Carlos Dussán Gómez
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