Ganar dinero fácil y hacerse millonario de la noche a la mañana es el sueño de cualquier mortal. Sin embargo, tras esa promesa siempre se cierne la sombra de las estafas financieras. En la historia de las grandes estafas, hay nombres que resuenan con especial fuerza. Entre ellos, el de un hombre conocido por llevar a un nivel nunca imaginado un esquema piramidal de estafa que, paradójicamente, no inventó: Carlo Ponzi.
Ponzi construyó su imperio en los años 20 en Estados Unidos, prometiendo lo imposible: ganancias estratosféricas en poco tiempo. Era solo un castillo de naipes que colapsaría en cuestión de meses.
Un inmigrante con grandes sueños y solo 2,5 dólares
Carlo ‘Charles’ Ponzi nació en 1882 en Lugo (Italia). Como muchos otros italianos de su generación, Ponzi soñaba con un futuro próspero lejos de Europa.
Según publican en Smithsonian Magazine, en sus días de gloria Ponzi concedió una entrevista a The New York Times en la que aseguraba que había nacido en Parma (Italia) y que había iniciado estudios universitarios en Roma, aunque sin mucho éxito. «En mis días de universitario, yo era lo que aquí llamaríamos un derrochador. Es decir, había llegado a ese período precario en la vida de un joven en el que gastar dinero parecía la cosa más atractiva del mundo», aseguraba Ponzi en aquella entrevista.
En 1903 y con solo 21 años, Ponzi hizo el petate y emigró a Estados Unidos a bordo del S.S. Vancouver con muy poco dinero y muchas esperanzas. Sus primeros años en Boston no fueron nada fáciles. Según Biography, el joven Ponzi estuvo cambiando entre trabajos temporales precarios que odiaba: jornalero, lavaplatos, camarero e incluso asistente de enfermería. En la entrevista del NYT, Ponzi aseguraba: «Llegué a este país con 2,50 dólares en efectivo y un millón de dólares en esperanzas, y esas esperanzas nunca me abandonaron».
Zarossi no tiene un esquema piramidal con su apellido
Cansado de trabajos mal pagados, Ponzi decidió probar suerte un poco más al norte y emigró a Canadá, donde comenzó a trabajar en el Banco Zarossi de Montreal, fundado por el también italiano Luigi Zarossi.
El Banco Zarossi se hizo tremendamente popular en aquella época por ofrecer unas tasas de interés del 6%, el doble de lo que pagaban otras entidades rivales. Las promesas de altos intereses atrajeron los ahorros de muchos de sus compatriotas, esperando hacer crecer sus escasos ahorros con pingües intereses.
Carlo Ponzi descubrió que el banquero utilizaba los nuevos depósitos para pagar los intereses de los depositarios más antiguos. ¿Te suena? Efectivamente, es la base de un esquema piramidal Ponzi.
Como sucede habitualmente en ese tipo de estructuras, el Banco Zarossi no tardó en colapsar por falta de liquidez, pero duró lo suficiente como para que Luigi Zarossi pusiera pies en polvorosa huyendo a México con el dinero de los incautos paisanos que le confiaron sus ahorros.
Tras eso, Carlo Ponzi se quedó sin empleo y, tratando de salir adelante, fue detenido por falsificar un cheque por valor de 423 dólares. Le condenaron a tres años de prisión que cumplió en Montreal. Tras saldar su deuda con la justicia, decidió poner fin a su aventura canadiense y volver a EEUU.
No sería la primera entrada de Carlo Ponzi en prisión. Tras verse en envuelto en distintos delitos menores, finalmente fue detenido y nuevamente encarcelado durante dos años en 1911 por ayudar a inmigrantes a cruzar ilegalmente la frontera.
Según Smithsonian Magazine, en 1917, Carlo Pozi volvió a Boston, donde conoció a su esposa Rose Maria Gnecco y tomó las riendas del negocio familiar de comestibles que hasta entonces regentaba su suegro. Fue entonces cuando, mientras ojeaba un periódico, Carlo Ponzi tuvo una genial idea para hacerse rico: los cupones de respuesta internacional (IRCs, por sus siglas en inglé
El origen de la mayor estafa nunca vista
Estos cupones, emitidos por los correos de diferentes países, permitían a los destinatarios canjearlos por sellos postales en otros países. Aprovechando las diferencias en los tipos de cambio de las distintas divisas, Ponzi pensó que podría comprar estos cupones en países europeos con monedas devaluadas y venderlos en Estados Unidos, obteniendo por el camino un enorme margen de beneficio.
La idea, al menos en teoría, era sólida. En la realidad, su plan era logísticamente imposible, pero eso no iba a detenerle.
Ponzi fundó una empresa con nombre rimbombante: Securities Exchange Company, y comenzó a ofrecer a los inversionistas la oportunidad de obtener una rentabilidad del 45% o del 50% en solo 45 días o triplicarlo en 90 días.
Según Time, sus primeras víctimas fueron amigos cercanos y conocidos, quienes le confiaron sumas pequeñas. Lo único que tenían que hacer es traer con ellos a más inversores y comenzarían a ver crecer sus inversiones.
«Mi primer vendedor fue la bola de nieve. Hasta el 1 de enero de 1920, reuní exactamente a 18 inversores. La bola de nieve había comenzado su camino cuesta abajo. Cobró impulso cuando, alrededor de la segunda semana de febrero, pagué a mis primeros inversores 2.478 dólares sobre su inversión original» de 1.770 dólares, explicaría Ponzi en su biografía.
Pronto, sus promesas empezaron a atraer la atención de la gente común, que acudía en masa a entregarle sus ahorros. Ponzi utilizaba el dinero de los nuevos inversores para pagar a los anteriores, creando una falsa sensación de éxito y alimentando la bola de nieve.
National Geographic aseguraba que el periódico The Evening Post de Nueva York de 1920 publicó un artículo en el que se leía: «Todo Boston se enriquece rápidamente con Carlo Ponzi, el creador de fortunas, un moderno Rey Midas […] préstale tu dinero, de 50 a 50.000 dólares, y en noventa días te devuelve el doble de lo que le diste. Lo ha estado haciendo durante ocho meses y todavía lo está haciendo».
El esquema piramidal creció de manera exponencial y, en pocos meses, Ponzi estaba generando más dinero del que jamás había imaginado. Como señalan desde El Observador, llegó a ganar hasta 250.000 dólares al día y a gestionar un millón de dólares diarios en inversiones. En solo unos meses, su fortuna alcanzó los 20 millones de dólares, el equivalente a unos 255 millones de dólares en la actualidad.
Ponzi comenzó a vivir como el millonario que siempre soñó ser. Vivía en una casa con 12 habitaciones con servicio doméstico y tenía varios automóviles. También se dejaba ver por los mejores restaurantes de Boston y se codeaba con lo más granado de la sociedad.
Pero alguien hizo números
Según National Geographic, las sospechas sobre Carlo Ponzi comenzaron cuando periódicos y autoridades empezaran a preguntarse cómo era posible que alguien generara semejantes ganancias en tan poco tiempo.
En 1920, un reportaje del Boston Post, se puso en duda la legitimidad del negocio de Ponzi. Los periodistas comenzaron a investigar más profundamente, y pronto se hizo evidente que no había suficientes cupones en circulación para respaldar las enormes sumas de dinero que Ponzi afirmaba estar generando.
El artículo del Boston Post señalaba que en EEUU tan solo existían 27.000 cupones de respuesta internacional y, según los cálculos del autor del artículo, se necesitaban unos 160 millones de sellos para hacer para que la Securities Exchange Company de Ponzi pudiera hacer frente a los pagos comprometidos. Las cuentas no salían.
Las autoridades decidieron iniciar una investigación, y Ponzi congeló la entrada de nuevas inversiones. Sin embargo, el esquema de Ponzi, como todos los esquemas piramidales, dependía de que nuevos inversores siguieran llegando o su estructura se derrumbaría.
El golpe final llegó cuando un auditor del gobierno determinó que Ponzi debía mucho más de lo que poseía en activos. El colapso fue rápido.
Solo los inversores más avezados consiguieron recuperar su dinero, pero miles de personas perdieron sus ahorros, y Ponzi fue arrestado y condenado por fraude postal. La sentencia inicial fue de cinco años de prisión, pero sus problemas legales no terminaron ahí.
En 1924, tras cumplir su condena, se enfrentó a varios cargos por fraude y estafa y fue condenado a siete años de prisión más. Finalmente, fue deportado a Italia en 1934, donde intentó sin éxito rehacer su vida. Pasó sus últimos años en la pobreza y murió en Brasil en 1949. Tenía 66 años y un patrimonio de solo 75 dólares.
Imagen | Wikimedia Commons (Boston Public Library, British Post Office)