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Creímos que lo aprendido del coronavirus nos ayudaría a resistir mejor otras epidemias. La gripe nos demuestra que no

Han pasado ya cinco años desde los inicios de la pandemia causada por el SARS-CoV-2, el virus del Covid-19. En aquellos primeros meses, algunos se preguntaron qué lecciones podíamos aprender de epidemias pasadas, como la de la “gripe española” de 1919 que pudiéramos aplicar a la nueva epidemia.

La pregunta ahora es otra, la contraria, podríamos decir: qué podemos aprender de la pandemia que nos ayude con epidemias como la de la gripe estacional. Y sobre todo, por qué parece que no hemos aprendido estas lecciones aún.

Aunque la lucha contra el Covid trajera consigo medidas extremas como el confinamiento, medidas que ni son necesarias ni implementables en epidemias como la que vemos cada invierno asociada a alguno de los virus de la gripe, sí es posible mirar atrás para encontrar medidas que sí podemos poner en práctica, especialmente si presentamos los síntomas asociados a la gripe o a un catarro.

Quizás la primera lección que nos enseñó el Covid respecto a la gripe es que es posible cortar la transmisión de este virus: el invierno entre 2020 y 2021 fue el invierno sin gripe: las medidas para mantener a raya la expansión del coronavirus hicieron que la incidencia de la gripe se desvaneciera.

Esto tuvo otra repercusión: la desaparición de una cepa del virus, la llamada B/Yamagata. La extinción de este linaje de la gripe B aún está envuelto en cierto misterio, pero lo que sí sabemos es que desde 2020 no se ha vuelto a tener noticias sobre esta cepa.

Pero la pandemia también nos dejó lecciones que podemos aplicar, si no en nuestro día a día del invierno, al menos cuando notamos la aparición de síntomas que asociamos a gripe o a catarros (similares pero no idénticos), como el malestar general, moqueo, irritación de las vías respiratorias o la fiebre.

La pandemia incentivó el estudio de la transmisión de los virus respiratorios, de cómo los aerosoles que contienen estos patógenos se desplazan por el aire. Algunos de estos conocimientos pueden servir a los expertos, siendo extrapolados a otros virus similares, como los coronavirus que causan algunos de los catarros típicos de estas fechas y la propia gripe.

Guardar distancias es uno de los consejos que las autoridades sanitarias dan a quienes presentan estos síntomas, algo que sin duda puede recordarnos al distanciamiento social de la pandemia. La transmisión de los virus respiratorios suele ser similar, y en estos casos, mantenernos a cierta distancia de la otra persona puede resultar de ayuda a la hora de que no exista contagio.

Otra recomendación que podemos encontrar en las guías es la de ventilar adecuadamente los espacios. Ya sea en nuestro hogar, oficinas o en el transporte público, una ventilación adecuada puede también guardar la clave para evitar nuevos contagios.

Por supuesto, las mascarillas suponen una barrera física a la expansión del virus. Aunque las autoridades sanitarias recomiendan reposo evitar salir a la calle cuando padecemos enfermedades como la gripe, las mascarillas pueden ser de gran ayuda en casos en los que no quede esa opción.

Otra lección útil está en los tests. Las pruebas rápidas de Coronavirus fueron de gran ayuda a la hora de mantener a raya la expansión del virus y algunos tests no tardaron en incorporar la posibilidad de buscar la presencia de otros patógenos, como el de la gripe.

Durante la pandemia nos familiarizamos con este tipo de pruebas rápidas, ahora mucho más baratas y asequibles que hace un lustro. Sin embargo su uso presente quizás no esté tan extendido como cabria esperar en el contexto de las epidemias estacionales de gripe.

De forma similar, la pandemia permitió nuevos avances en el desarrollo de vacunas, pero también sentó las bases de campañas de vacunación más eficientes. También lo aprendido por científicos y autoridades puede ser de ayuda a la hora de afrontar los brotes anuales de gripe.

Olvidando lo aprendido

¿Y por qué olvidamos estas lecciones? Olvidar es parte de nuestra naturaleza, incluso puede tener sentido en muchos contextos, incluido el del Covid. Olvidar puede facilitar el trabajo de nuestro cerebro, pero también es importante para nuestra salud mental.

El proceso de olvidar tiene mucho de visual: asociamos la época del Covid a imágenes como la de las mascarillas o las calles vacías. La memoria de las mascarillas (o su olvido) puede ser especialmente relevante precisamente por ser un elemento que puede dificultar el contagio de la gripe y otras enfermedades del sistema respiratorio.

Las lecciones no solo pueden ser válidas a la hora de considerar estrategias para medirnos a la gripe estacional. Durante los últimos años hemos sido testigos de diversos brotes de gripe aviar, estando el brote activo en los Estados Unidos entre los más preocupantes. El virus ha alcanzado a numerosas personas y, aunque por ahora no se han detectado contagios entre humanos hace unas pocas semanas se reportaba la primera persona fallecida como consecuencia del brote.

Las ramificaciones de este brote han sido importantes. El brote no solo ha afectado a aves salvajes y de corral, también se ha cebado con el ganado bovino e incluso se han detectado casos en el ganado porcino del país. Las últimas semanas veíamos que el virus volvía a circular entre aves de corral en Europa, por lo que la posibilidad de que esta zoonosis siga extendiéndose no es desdeñable.

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Imagen | Anna Shvets / CDC

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