Reino Unido desplegará el "Frankenstein" de la guerra electrónica para proteger sus cables submarinos: el P8 Poseidón
Lo contamos ayer. La decisión del secretario de Defensa británico, John Healey, de autorizar la aparición de un submarino nuclear cerca del “barco espía” ruso Yantar ha llamado la atención, no solo por la acción en sí, sino por la posterior revelación pública en la Cámara de los Comunes. Healey justificó la maniobra como una “medida de disuasión” acusando a Rusia de espiar los cables submarinos que conectan a la nación con el mundo. La tensión no ha quedado ahí. Reino Unido va a sacar a escena una de las “bombas” de la guerra electrónica.
La respuesta y una operación. Como respuesta a la creciente amenaza de espionaje submarino que se ha dado en el Báltico y en las aguas británicas, Reino Unido lanzó a principios de enero la operación Nordic Warden, en colaboración con los países nórdicos y bálticos. Su objetivo: vigilar embarcaciones sospechosas en 22 zonas del Canal de la Mancha, el estrecho de Kattegat y los mares del Norte y Báltico. Además, se implementará IA para identificar objetivos y coordinar respuestas entre los países participantes ante actividades sospechosas.
Ocurre que, a pesar de estas medidas, la actividad del Yantar ruso no ha cesado. Como explicamos ayer, el buque atravesó el Canal de la Mancha sin detenerse, lo que llevó a Healey a revelar públicamente el incidente de noviembre y esta semana, probablemente con la intención de enviar un mensaje a Moscú.
Poseidón a escena. Con respecto a Nordic Warden, el Ministerio de Defensa británico ha confirmado que proporcionará una serie de aviones de patrulla marítima muy particulares: los P-8 Poseidon junto a aviones de vigilancia RC-135 Rivet Joint para la operación. El P-8, desarrollado por Boeing a partir del avión comercial 737, viene a ser el “Frankenstein” de la guerra electrónica por sus propias características híbridas. Estamos ante una plataforma extremadamente versátil, una diseñada para la guerra antisubmarina (ASW), guerra antisuperficie (ASuW) e inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR).
El P-8 está equipado con sofisticados sensores, como sonares de última tecnología, radar de apertura sintética, sistemas de inteligencia electrónica y capacidades de enlace de datos en red. Puede desplegar torpedos, misiles antibuque y sonoboyas para la detección de submarinos, además de operar en misiones prolongadas gracias a su gran autonomía y sistemas de reabastecimiento en vuelo. Utilizado por la Marina de Estados Unidos, el Reino Unido cuenta con nueve de estos aviones, operados desde la base de la Real Fuerza Aérea (RAF) en Lossiemouth, Escocia.
Pero hay más. La operación también incluye otros recursos marítimos, como fragatas y drones navales, todos con el fin de vigilar y proteger las infraestructuras submarinas críticas que los expertos consideran altamente vulnerables a sabotajes.
Mensajes políticos y músculo militar. Qué duda cabe, la revelación de estas operaciones submarinas, tradicionalmente mantenidas en secreto, sugiere un esfuerzo (ahora británico, antes de Finlandia) por proyectar una postura más firme. Este tipo de diplomacia militar recuerda a eventos similares, como la aparición del submarino de misiles balísticos USS Tennessee en el mar de Noruega en junio del año pasado, en respuesta al despliegue del submarino ruso Kazan en Cuba.
A este respecto, expertos como Jonathan Bentham, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, describen la aparición en superficie del HMS Astute británico como “una demostración de fuerza”, reflejo de un cambio en la estrategia de la Royal Navy para adoptar un enfoque más proactivo. Por último, también se enmarca en el contexto de la creciente retórica entre Londres y Moscú, intensificada tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Perspectivas y posibles escenarios. Contaba el Guardian esta mañana que la efectividad de esta estrategia británica aún está por verse, especialmente dado el interés ruso en imponer costes a Occidente por su apoyo a Ucrania. En este sentido, la verdadera prueba radicará en si se producen nuevos ataques a infraestructuras submarinas críticas en las próximas semanas.
A pesar de que la guerra directa con Rusia no parece inminente, las líneas entre conflicto y espionaje se están volviendo más difusas, generando una situación cada vez más inestable. Si se quiere también, es un reflejo de cómo opera la geopolítica en el campo militar. La presencia de submarinos, cazasubmarinos y barcos espías en aguas estratégicas, no es solo una cuestión de seguridad, sino también de mensajes políticos y de disuasión para evitar cualquier contienda.
Una cosa parece más o menos clara: la tensión actual sugiere que los próximos incidentes en el mar determinarán hasta qué punto la postura británica y del resto de naciones que le sigan logra disuadir futuras provocaciones rusas.
Imagen | aceebee