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En la Edad Media los médicos se preguntaron de cuántas formas podía morir una persona. El resultado es el 'Hombre Herido'

No importa lo que te haya pasado, lo mal que haya ido la semana, si estás exhausto tras subir y bajar cajas durante una mudanza, te has lesionado, tienes fiebre, has dado positivo en COVID o ayer te cortaste el meñique mientras cocinabas. Por muy mal que te encuentres y mucho que sufras es imposible que estés peor que el ‘Hombre Herido’. Si hay un personaje desdichado en la historia, uno maltratado al límite, ese es él. Ni el Job bíblico. Mi Héctor arrastrado por Aquiles. Ni Julio César con el puñal de Marco Bruto.

El Hombre Herido es la criatura más sufriente de la creación por una razón muy sencilla: se creó para eso, para sufrir, para soportar todas las penurias imaginables por las mentes medievales. Y sin embargo ahí lo vemos en los códices de los siglos XV y XVI, con expresión resignada, casi casi impávido.

¿El Hombre Herido? Exacto. Probablemente sea uno de los nombres más desgraciados (y también uno de los menos originales) de la historia de la humanidad; pero así, ‘Hombre Herido’ (‘Wound Man’), es como se conoce al diagrama que durante siglos, aproximadamente entre el XV y XVI, aunque también pueden encontrarse algunos ejemplos destacados bien entrado el XVII, ilustró los manuales de cirugía.

El término lo dice todo. El Hombre Herido era una representación en la que se combinaba el criterio estético y médico para básicamente mostrar eso: un «hombre herido». Aunque decirlo así es quedarse corto. El personaje era un compendio de catástrofes, una criatura que reunían todo tipo de lesiones, infecciones y dolencias varias. Prácticamente todas las desgracias que cabían en una mente medieval.

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Eejmplo de Hombre Herido recogido en un tratado de la Wellcome Collection.

Un alfiletero con patas. Si es cierto ese dicho de que una imagen vale más que mil palabras, el Hombre Herido es su máximo exponente. La figura no solo está «herida». Si nos mostrase el retrato de una personal real, de carne y hueso, lo más probable es que fuese incapaz de mantenerse en pie.

No todas las versiones son iguales, pero por lo general el Hombre herido solía estar atravesado por espadas, puñales, lanzas y flechas (algunas asoman, otras tienen la punta cortada), golpeado por garrotes, lleno de cortes sanguinolentos y con espinas clavadas en los pies. ¿Hay más? Sí. También le han mordido serpientes y perros, se ha topado con sapos venenosos y le han picado abejas y escorpiones.

Y lo anterior es solo de ‘pellejo afuera’. Por dentro el panorama no era mucho mejor. Las imágenes lo muestran lleno de bubones que nos sugieren que ha contraído la peste y con marcas de viruela. En un ejemplo particularmente despiadado del Hombre Herido, elaborado en el XV y que hoy se conserva en los fondos de la Wellcome Collection de Londres, se le ve con el pene cercenado mientras uno de sus testículos tiene un aspecto que invita a pensar que sufre una venérea.

Una celebridad medieval. Hoy su imagen quizás nos sorprenda (o incluso parezca exótica), pero en su día, durante la baja Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, el Hombre Herido fue un tópico relativamente popular en los tratados médicos europeos. Jack Hartnell, profesor de la Univerisity of East Anglia y quien le ha dedicado varios ensayos, calcula que se ha encontrado en al menos una docena de ejemplos en manuscritos medievales y más de veinte manuales impresos en la Edad Moderna. Y esos son solo los casos conocidos.

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Hombre Herido conservado en una xilografía en la Colección Wellcome .

Un largo (y extenso) viaje. «Las primeras versiones conocidas aparecieron a principios del XV en libros sobre el oficio quirúrgico, en particular en obras del sur de Alemania relacionadas con el famoso cirujano Würzburg Ortolf von Baierland», relata Hartenell en un artículo publicado en Public Domain Review. Curiosamente y a pesar de su aspecto maltrecho, el Hombre Herido sobrevivió al siglo XV, la Edad Media y los códices manuscritos y llegó a colarse en los manuales creados con la nueva tecnología de impresión.

En 1497 lo encontramos en la portada de un libro sobre cirugía de Estrasburgo y en 1678 aún podemos observarlo en las páginas del ‘Discurso completo de las heridas’, del cirujano londinense John Browne. El Hombre Herido vivió lo suficiente como para que lo maltrataran con nuevas armas, no solo lanzas, espadas, dagas, flechas y garrotes. En 1517 el cirujano militar alemán Hans von Gerdorff incluyó una versión en su manual de campo en el que se veía cómo al desdichado hombre le disparaban balas de cañón a las manos y piernas.

¿Y para qué servía exactamente? Buena pregunta. Difícil respuesta. Y el motivo es que su significado, su papel, el propósito que tenía en los manuales quirúrgicos que ilustraba, pudo variar con el paso del tiempo. Lo reconocen desde la propia Wellcome Collection, custodio de una de las versiones más fascinantes que se conservan, el único ejemplar inglés, incluido en un tratado médico de finales del XV.

«Su propósito exacto sigue siendo un tanto misterioso, pero presumiblemente sirvió como recordatorio de las heridas a las que es propenso el cuerpo humano», relata la institución británica. Al menos en algunas de las primeras versiones, el Hombre Herido estaba acompañado de numerosas anotaciones relacionadas con cada una de sus lesiones, en ocasiones textos más o menos extensos acompañados de cifras, lo que refuerza su rol como diagrama. «Un índice humano», en palabras de Hartnell. En el ‘Das buch der cirurgia’, manual de 1497, ya lo vemos sin embargo libre de anotaciones.

Hombre Herido

Ejemplo extraído de un tratado de Estrasburgo de 1519.

¿Arte o ciencia? Su extensa trayectoria y esos cambios a lo largo del tiempo ha llevado a diferentes interpretaciones sobre cuál podía ser su uso exacto. Hartnell señala por ejemplo que al menos en sus primeras versiones servía como guía didáctica, un hilo conductor del manual que facilitaba su manejo al cirujano.

En un ejemplar alemán del XV vemos al personaje rodeado de números y frases, cada una relacionada con una dolencia distinta (un sablazo, una picadura, un flechazo…) que dan pistas sobre dónde encontrar referencias para su cura. En otras versiones la figura parece haberse desprendido de ese valor práctico para convertirse básicamente en un adorno. Eso sí, cargado de significado.

Objetivo: despertar empatía. «La imagen no fue pensada como un diagrama quirúrgico, sino como un personaje que provoca simpatía en el espectador. De pie, en un desafío estoico pese al trauma que se le ha infligido, ejemplifica el cuerpo narrativo, en el que están inscritos los daños y heridas de la existencia humana», señalan desde la UChicago Library junto a un ejemplar datado en 1530. «De una manera casi cómica, su dolor y vulnerabilidad son palpables, lo que obliga a los espectadores a imaginar las calamidades que ha sufrido».

Un embajador medieval. Se comparta una u otra interpretación, haya servido más de diagrama o de ilustración filosófica, lo cierto es que hoy en día el Hombre Herido es algo más. A su modo actúa como recordatorio del desarrollo de la medicina medieval. Lo era en su día. Y lo es más para quienes lo contemplamos con los ojos (y prejuicios) del siglo XXI. Así lo reivindica Hartnell, quien defiende que los Hombres Heridos eran «una prueba viviente de la eficacia de la labor quirúrgica» y el valor de los saberes médicos de la época.

Imágenes | Wellcome Collection 1 y 2 y Wikipedia

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