Después de 34 años de saga, parecía imposible reinventar la rueda. 'Civilization VII' lo ha conseguido
Un turno más y lo dejo. Cuando hablamos de un juego de estrategia por turnos, en concreto uno de la saga ‘Civilization’, esa frase es un cliché. No por ello es menos cierta, y algo que he descubierto estos últimos días con el análisis de ‘Civilization VII’ es hasta qué punto echaba de menos esa sensación que tuve durante meses con la quinta entrega y que perdió algo de magia con la sexta.
Siempre es complicado hablar de un juego de estrategia porque lo que ofrece es muy distinto a lo que podemos vivir en un título de aventura o acción, siendo éstas experiencias más lineales y ancladas, por lo general, a lo que los desarrolladores quieren que vivas. En un ‘Civilization’, la estrategia tiene que ver, pero da igual los planes que hagas porque la inteligencia artificial del juego está ahí para hacerte la puñeta.
Y del último juego de la remarcable saga de Sid Meier tengo dos cosas que decir. La primera es que pensaba que estaba cansado de la fórmula de la franquicia, ya que llevo muchos, muchísimos años con esta experiencia y, pese a estar el VI en el mercado, seguía jugando cada cierto tiempo al V (para mí, el mejor).
Lo segundo que tengo que decir es que estaba equivocado. No sabía hasta qué punto.
Quién quiere fidelidad histórica
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Cada vez que se lanza un juego con tintes históricos, no faltan los que argumentan que cualquier detalle que se salga de lo que se considera ‘fidelidad histórica’ es algo que arruina la experiencia. Leí algunos comentarios de este estilo cuando se supo que en este juego podríamos tener a Isabel I de Castilla como líder de los Han de China, pero seamos serios: estamos en una saga en la que es meta lanzar la bomba atómica con Gandhi. No podemos venir ahora con la fidelidad histórica.
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Admito que es chocante para los que llevamos varias entregas de la saga, pero elegir líder y civilización por separado es algo que lo cambia todo. Si la saga ya nos permitía, más o menos, hacer lo que quisiéramos, ahora la libertad es total. Cada uno de los líderes tiene unos atributos y su propio árbol, pero es que cada civilización también tiene sus características.
Aprovechar esa mecánica es lo que nos ayudará a pasarlo mejor o peor en la partida (no en diversión, sino en cuanto a frustración) pero creo que, por lo demás, es puro ‘Civilization’. Esto es: fundar la capital de nuestro imperio, ir construyendo edificios de producción, diversión, investigación, economía o militares en las casillas adyacentes; fundar nuevas ciudades e intentar conquistar el mapa. Todo esto por turnos y mientras hacemos migas con unos vecinos que, muchas veces, son bastante toca narices.
![Civilization VII](https://i0.wp.com/i.blogs.es/e3ce24/base-screenshot-2025.02.08---11.48.36.31/450_1000.jpeg?resize=1220%2C686&ssl=1)
Creo que lo mejor que puedo hacer es contarte por encima mi primera partida. Empecé con la vietnamita Trung Trắc, que se enfrentó a la dinastía Han. Bien, pues mi civilización, precisamente, fue la de los Han. Atributos: militarista y científica. “Me sirve”, pensé, así que… a funcionar. Como sabía que era la partida para el análisis, quise darle pimienta (me arrepentí enseguida) y empecé en dificultad media, con mapa enorme y fundé mi capital al lado de un volcán (entran en erupción destruyendo edificios de vez en cuando).
Empecé a expandirme y pronto fundé otras dos ciudades: una minera y otra agrícola, todas con salida al mar, por lo que pudiera pasar en un futuro. Seguí avanzando expandiendo mi ciudad y creando sólo unas unidades, hasta que me encontré con Benjamin Franklin. Todo bien al principio. También con Maquiavelo, a quien conocí poco después. Y con José Rizal las cosas también como la seda. “Soy un pacifista”, pensé, pese a que a Trung le va lo militar.
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A Maquiavelo, ni agua
Cuando seguía a mi bola expandiéndome y afianzando mi relación con los tres, a Maquiavelo y a Benjamin se les fue la cabeza y se declararon la guerra mutuamente, también a Rizal. Apoyara a quien apoyara, dos se iban a enfadar, así que hice lo que cualquier militarista mente de tiburón haría: apoyé a Rizal, que vivía muchísimo más lejos, y entré en guerra con Maquiavelo y Benjamin. A la vez.
Quería quedarme sus ciudades, así que me vino de perlas. Empecé a fortificar mis ciudades y a reforzar las fronteras. Creé una balista de asedio y destruí una de las ciudades de Maquaiavelo. Era el turno ciento y pico y mi enemigo no eran ya dos muertos de hambre como el italiano y el estadounidense, sino… la crisis. Sabía que las crisis eran una mecánica del juego, pero estaba tan concentrado que no lo vi venir. Y llegó, como si fuera Lehman Brothers en 2008.
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Ayuda
La crisis llegó a mi imperio con descontento social y un agujero económico debido a la cantidad de unidades que debía mantener. Hice lo que hace un líder: buscar petróleo en una nación extranjera y seguir presionando a mis enemigos sin prestar atención a mi pueblo cuando, de pronto, todo acabó. La Antigüedad llegó a su fin y llegó la Era de los Descubrimientos. Había que decidir a qué civilización dar el salto y elegí la normanda (total, puestos a reventar la fidelidad histórica…) y descubrí algo curioso: la crisis se había esfumado.
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Mis unidades habían dado el salto a sus versiones más actuales de la nueva edad, los edificios habían cambiado de diseño, algunos que ya no servían se habían ido y todas las guerras se habían esfumado (aunque la relación con los líderes enemigos no mejoró). Tocó empezar de nuevo en una nueva era, una que te premia con recursos jugosos si te vas a explorar a nuevos continentes, donde también habrá otras facciones con las que decidir cómo relacionarnos.
Y ahí estaba yo, con la crisis resuelta como por arte de magia, con una ciudad de Maquiavelo en mi poder, habiendo demostrado a Benjamín cómo se la gastan los chinos controlados por una vietnamita y con un nuevo mundo por descubrir y conquistar. El problema es que, con mis ansias expansionistas, volví a cometer un error: entre tanto menú, con un diseño minimalista que hace que un jugador que venga de anteriores juegos se pierda, me salté el de la religión.
![Civilization VII](https://i0.wp.com/i.blogs.es/6228e0/base-screenshot-2025.02.08---20.13.11.04/450_1000.jpeg?resize=1220%2C686&ssl=1)
Un fallo garrafal, ya que esta partida (que aún no he acabado), creo que se va a ir a pique o, al menos, me costará muy caro. Mis rivales no estaban mandando soldados a mis vigiladas fronteras: estaban enviando misioneros. Los misioneros pueden entrar a sus anchas en mis ciudades y convertir a mis ciudadanos y ahí me vi, con seis ciudades, cada una de una religión.
Llegó un momento en el que un evento narrativo me puso entre la espada y la pared: monoteísmo o que cada cual crea en lo que le dé la gana. Eligiera lo que eligiera, alguien se enfadaría. Así ocurrió y dos ciudades se están rebelando contra mí.
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Ese fulano en Chang’an está convirtiendo a mis ciudadanos
Cuando eso pasa, empiezan a quemar edificios y es complejo reconducirlo. Empecé una nueva partida para dejar esa para cuando tuviera ganas de acabar con los rebeldes, pero en mi nueva partida, mucho más centrada en un único objetivo (en la primera, para el análisis, busqué abarcarlo todo), llegué a una Edad Moderna de la que no voy a contar nada porque es la más interesante a nivel jugable debido a la locura que se desata prácticamente en cada turno.
Y todo esto en un bucle de turnos del que es complicado salir. Uno de los días que jugué era domingo y pensé: no tengo nada más que hacer, por lo que me voy a hacer un café y me siento tranquilito con el ‘Civi’. Eso fue a las 10. Cuando miré el reloj, eran las 14 y no me había hecho el café.
Me pesan los circuitos
Porque la ciencia no se hace sola, he jugado en PC, pero en tres sistemas diferentes. Uno es un sobremesa con i7-7700K y una GTX 1080, otro un portátil con una RTX 3060 y también en la Steam Deck. Lo primero es lo primero: no hay guardado en la nube en Steam, al menos de lanzamiento, por lo que el único modo de empezar una partida en un PC y continuarla en otro es mediante el cross-save que se activa enlazando tu cuenta de 2K. Parece mentira a estas alturas, pero así es.
En cuanto al rendimiento, con tarjetas NVIDIA no hay DLSS, algo extraño teniendo en cuenta que sí hace gala de la tecnología FSR de AMD (que viene como anillo al dedo a Steam Deck) y también del escalador de Intel. Tenemos un montón de parámetros que toquetear y el rendimiento es bueno, y con amplias opciones de personalización, en mis tres PC.
![Civilization VII](https://i0.wp.com/i.blogs.es/a77560/base-screenshot-2025.02.09---13.46.06.51/450_1000.jpeg?resize=1220%2C686&ssl=1)
Ahora bien, cuando entramos en la última era, la cosa cambia. Si bien en los ordenadores se ha podido manejar bien la resolución 1.080p, a Steam Deck le pesan los circuitos aquí y tuve que rebajar algo la calidad gráfica. Es un periodo de tiempo en el que hay muchísimos cálculos de inteligencia artificial (algunos son inconsistentes y están todo el rato beligerando, aunque acaben de caer derrotados) y se mueven mapas enormes, por lo que es totalmente normal que ocurra.
Sin embargo, he de decir que se sigue viendo genial, podemos ajustar el escalador en modo ‘Ultrarrendimiento’ para rascar frames por segundo y el esquema de control en la portátil de Valve sigue siendo muy bueno. Y a nivel audiovisual es excelente, con un estilo más realista que el VI y con un detalle apabullante tanto en las ciudades, donde los pequeños edificios brillan como si fueran miniaturas, y un sonido muy bueno, con una gran banda sonora y voces dobladas.
![Civilization VII](https://i0.wp.com/i.blogs.es/ea91cc/base-screenshot-2025.02.09---12.56.03.65/450_1000.jpeg?resize=1220%2C686&ssl=1)
Hecho el apunte técnico, tengo que decir que pensaba que no podían innovar a estas alturas, pero con cambios aquí y allá, han creado una experiencia que se siente familiar y refrescante para los veteranos (con un periodo de adaptación a los iconos e interfaz más minimalista), acoge a los novatos en el género y es, sobre todo, muy divertida.
La profundidad es apabullante, con puntos de experiencia a distribuir entre tu líder, algunas unidades, multitud de políticas que puedes aplicar, las llamadas ‘Rutas de Legado’ que marcan objetivos que nos recompensan si los cumplimos durante la partida y, en resumidas cuentas, una cantidad de contenido de base que no hace que sienta que es un juego incompleto.
Es, en definitiva, como volver a casa, y al mismo tiempo siento que es el mejor punto de partida para cualquier jugador que quiera adentrarse en la saga. Y cuando estoy trabajando, en lo único que pienso es en volver. Y en borrar del mapa a Benjamin.
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