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Vivir a 1.300 kilómetros del Polo Norte: un catalán cuenta su experiencia en la ciudad más septentrional del mundo

El archipiélago de Svalbard es el lugar habitado más septentrional de Europa. Es un enorme páramo helado muy por encima del Círculo Polar Ártico donde unas 2.500 personas tienen oficialmente prohibido morir. Allí, justo allí, hay un catalán.

¿Un catalán? Efectivamente. Nacido en Sant Cugat del Vallès hace 29 años, Nil Rodés se ha convertido en el ingeniero jefe del Departamento de Geología del centro universitario de las islas Svalbard. Y acaba de ser entrevistado en Via Lliure de RAC1 donde da detalles sobre cómo es vivir muy (pero que muy) al norte del Círculo Polar.

«Hace unos cuantos meses que es de noche», decía Rodés. «Entre las once y la una, ahora tenemos una luz azul [como la del final del día] y, para el mes de marzo, ya habrá sol». No lo lleva muy bien y, de hecho, el ingeniero catalán aprovecha los meses de mayor oscuridad para irse fuera de la isla.

Eso sí, siempre lenqueda la duda de si “es algo relacionado con la sangre mediterránea» porque, en los cinco años que lleva viviendo alli en el norte, «ha conocido a muchas personas que adoran la oscuridad» profunda de la noche ártica.

Una isla sin indígenas… No hay pueblos originarios de las islas porque está demasiado al norte. Y los primeros habitantes estables llegaron con las empresas mineras que empezaron a explotar el carbón de las islas a finales del XIX y principios del XX. Antes de eso, solo había pequeñas bases de pescadores que se usaban de forma esporádica.

Lo cierto es que, de todas formas, tampoco hay muchos nativos en sentido estricto. Está prohibido nacer en las islas. Cuando se llega a una etapa avanzada del embarazo, las madres tienen que ir a Noruega para poder parir con seguridad. De la misma forma, está prohibido morir (y ser enterrado) en la isla. Salvo casos de muertes accidentales, nadie muere allí.

…pero con muchos osos. Hay unos 3.000 osos en la región frente a las 2.500 personas. 300 de esos animales viven en la isla principal (y eso significa que siempre que sales del asentamiento tienes que ir armado con rifles o pistolas de bengala). De hecho, hay una señal de tráfico en la que se indica la zona en a partir de la que la seguridad de los individuos depende de ellos mismos.

¿Y qué hace un “ingeniero jefe” en una isla así? Buena parte de la actividad de las islas tiene ver con educación e investigaciones de todo tipo (desde cuestiones relacionadas con el clima o la geología a estudios sobre fauna y conservación de ecosistemas). No hay que olvidar que la «bóveda del fin del mundo» está allí mismo. El trabajo de Rodés tiene que ver con la logística y seguridad de todos los proyectos vinculados a las investigaciones geológicas. Como digo, los poblados en sí son zonas seguras, pero mas allá de esos límites cualquier imprevisto puede ser crítico.

Al límite de lo imposible. Según contaba Rodés, el sitio debe de ser realmente sobrecogedor. Un lugar donde en invierno no está claro qué es tierra y qué es hielo marino (más allá de que la «llaneza» del terreno puede darte pistas importantes); y en el que, durante seis meses, solo se pueden mover con motos de nieve.

En los últimos años, las islas Svalbard solo han saltado a los medios por los problemas que la guerra de Ucrania (y las sanciones asociadas) crearon en la relación entre la capital de las islas (Longyearbyen) y un pequeño asentamiento ruso (Barentsburg) a 50 kilómetros. Por lo demás, es un pequeño remanso de paz en miad de una de las zonas que más está cambiando debido al cambio climático.

Imagen | Janik Rohland

En Xataka | Un científico español en el lugar más inhóspito de la Tierra

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