El Aston Martin Cygnet fue un fracaso histórico pero nos dejó una idea genial: embutir un V8 a un Toyota iQ. Y lo puedes comprar
Intelligence Quotient. Una clasificación que ayuda a establecer si te encuentras dentro o no (para bien o para mal) de la media del resto de la población en cuanto a tu rendimiento cognitivo. O, en palabras llanas: la inteligencia.
Los exámenes de IQ son utilizados para establecer si una personas tiene algún problema cognitivo o, por ejemplo, si se encuentra muy por encima de la media. Por esto último las siglas IQ se suelen relacionar con el nivel de inteligencia. Esa relación la utilizó Toyota a la hora de presentar uno de sus coches urbanos.
Al presentar el Toyota iQ, los nipones querían dejar clara una cosa: era una opción inteligente. Un coche urbano, de tamaño muy comedido y que gastara poco para ser utilizado en la ciudad. La asociación estaba tan clara como la de Smart (inteligente y elegante en inglés) a una compañía que presentaba un coche de características muy similares.
En Km77 explicaban en su prueba del Toyota iQ que era un coche relativamente espacioso para pasajeros y que, sobre todo, se movía muy bien en ciudad, con un radio de giro muy contenido pero que, al mismo tiempo, no se sacrificaban en exceso sus capacidades cuando salía a carretera abierta.
Era, en resumen, una decisión extremadamente inteligente para quien buscara un coche en ciudad que no gastara mucho y que no quisiera gastar mucho más de 10.000 euros.
Toda esa inteligencia que se diluía cuando una marca de lujo era capaz de pedirte casi 40.000 euros por ese mismo coche.
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Uno de los Aston Martin más raros de la historia
Porque eso es lo que hizo exactamente Aston Martin con el Cygnet. La compañía inglesa aprovechó una colaboración con Toyota para darle al iQ algunos retoques y ponerlo en el mercado a un precio de 40.000 euros.
La idea de la compañía era clara: disfruta de un Aston Martin en tu día a día sin necesidad de sacar a la calle el típico DB9 que guardas en el garaje. Era algo así como un Toyota iQ tuneado. El capó delantero recibía dos entradas de aire o la parrilla delantera tomaba la imagen de la compañía inglesa.

Aston Martin apenas trató de disimular que delante de nosotros teníamos un Toyota iQ
Pero había un problema: era el mismo coche. Literalmente, el Aston Martin Cygnet y el Toyota iQ era el mismo coche. Aston Martin ni si quiera se molestó en meterle un motor mucho más potente que atrajera a los clientes potenciales y que, al menos, te hiciera creer que estabas ante la versión deportiva del modelo nipón.
Perdieron la oportunidad de hacer de él algo antológico, uno de esos deportivos pequeños que pasan a la historia. Algo que rompiera todo lo razonable. Utilizar el 1.3 VVT-i 98 CV que también estaba disponible en el Toyota era matar el potencial del coche. Una decisión que llegaba por la necesidad imperiosa de tener que reducir las emisiones medias de la compañía y así evitar multas.
Ese lastre se hizo evidente con sus ventas. Especialmente si tenemos en cuenta que el Cygnet podía sumar unos cuantos miles a la factura final si se elegía con cambio automático (1.435 euros) o tapicería de cuero (otros 3.988 euros). Aunque el dueño de un Aston Martin no tuviera muchos problemas para dejarse 40.000 euros en un utilitario… era complicado pensar que iban a llegar a venderlo simplemente por el hecho de cambiarle la parrilla.
Para tener una idea de su fracaso comercial, la compañía pensaba vender unas 4.000 unidades al año del Cygnet. Vendió a un ritmo de 150 unidades anuales. El fracaso fue tal que dilapidó el poco esfuerzo económico que la compañía había realizado y mató de un plumazo la posibilidad de entrar en un nuevo mercado si hubiera ofrecido un producto atractivo.

Pero sí hubo un Aston Martin Cygnet muy especial
Pese a todo, podemos olvidar alguna de las cosas que escribí más arriba.
Porque, efectivamente, hubo un Aston Martin Cygnet realmente especial al que llamaron Aston Martin V8 Super Cygnet. La compañía inglesa embutió un tremendo V8 en una de las unidades fabricadas y creó el one off que todo amante de los deportivos minúsculos querría haber visto producido en serie.
El coche se presentó por primera vez en Goodwood en 2018 y, esta vez, sí tenía una carrocería a la altura. Pareciera que el Toyota iQ se había atiborrado a esteroides, con pasos de rueda ensanchados de fibra de carbono, la nueva parrilla de la compañía (más bruta y menos elegante), frenos de disco específicos para esta unidad, jaula antivuelco con asientos Recaro de competición, nuevo túnel de transmisión… un ejercicio de ingeniería que se resolvía con la joya de la corona.
Esa joya era un enorme motor 4.7 litros V8 atmosférico que entregaba una potencia de 436 CV (heredado directamente del Aston Martin Vantage S) que lanzaba al Cygnet hasta los 100 km/h en 4,2 segundos. Debía ser toda una sensación alcanzar los 272 km/h que marcaba de velocidad punta en un chasis que medía menos de tres metros.
Y, ahora, ese one off está a la venta. Concretamente en el portal de Nicholas Mee, conocido por los espectaculares modelos que tiene disponibles entre su oferta. En estos momentos, quien busque un Aston Martin Cygnet los encontrará alrededor de los 40.000 euros pero, evidentemente, esta unidad debería ser mucho más cara.
En el portal de compraventa no han publicado su precio pero es de esperar que alcance una cifra extraordinariamente elevada ya que el modelo de base ya vendió muy pocas unidades y esta versión con motor V8 es lo que todo aficionado habría pedido cuando supimos que Aston Martin tendría su propio modelo urbano.
Foto | Aston Martin
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