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Hay una razón por la que Canarias no es británica: el día que Reino Unido invadió Tenerife sin saber lo que había dentro

Casi todas las naciones del viejo continente cuentan con una figura histórica en clave bélica. Sin embargo, pocas como la figura del vicealmirante Horatio Nelson, oficial de la Marina Real Británica (Royal Navy) cuyo nombre se hizo omnipresente durante las contiendas de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas. Para que nos hagamos una idea, está considerado uno de los más grandes comandantes navales de la historia. Todo cambió cuando llegó a Canarias. Salió huyendo.

Y sin un brazo.

Contexto: Cádiz y la frustración británica. Para entender cómo se inició el plan de tomar la isla de Tenerife debemos retroceder a la batalla de Cabo San Vicente en febrero de 1797. Fue una victoria británica sobre la armada española, pero no logró debilitar por completo a la flota enemiga. De hecho, el almirante John Jervis, frustrado por la resistencia en Cádiz y las dificultades para mantener un bloqueo efectivo, decidió desviar su atención hacia el sur. Destino: Tenerife, un punto clave en las rutas comerciales españolas con América.

Plus: el informe de que varios barcos españoles transportaban riquezas desde el continente americano hacia la isla convenció a Jervis de que un ataque sorpresa a la capital de Santa Cruz podría resultar en una victoria fácil. Así, llamó y ordenó a Horatio Nelson comandar una expedición con el objetivo de tomar la ciudad y saquear sus tesoros.

La partida. La figura histórica de Nelson se encomendó a la misión. El comandante partió el 14 de julio de 1797 con una poderosa escuadra de 4.000 hombres y más de 400 cañones, compuesta por su buque insignia HMS Theseus y otras embarcaciones como el HMS Culloden, HMS Zealous junto a varias fragatas y buques auxiliares. El plan consistía en una operación nocturna con desembarcos en dos puntos estratégicos, seguida por un asalto final contra el puerto.

Preparativos defensivos. Ocurre que el teniente general Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, que ya había derrotado a los británicos en dos intentos previos, anticipó el ataque y fortificó Santa Cruz con 91 baterías de artillería, tropas regulares, milicianos locales y marineros franceses capturados de la fragata Mutine. Aunque su fuerza era menor, con 1.700 hombres, la posición fortificada de la ciudad le daba una ventaja decisiva.

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Retrato de Nelson

El ataque británico. El 20 de julio, Nelson envió un ultimátum exigiendo la rendición de la ciudad y amenazando con su destrucción si no se cumplían sus demandas. Gutiérrez rechazó categóricamente la propuesta. Así, en la noche del 22 de julio, el ataque británico comenzó con una primera oleada de desembarco en la playa de Valleseco, pero las fuertes corrientes y el fuego español causaron confusión entre los atacantes. Varios botes se hundieron, y los soldados que lograron llegar a tierra fueron blanco fácil para la artillería española. Viendo el fracaso, Nelson ordenó la retirada de esta primera incursión.

Decidido a tomar Santa Cruz, Nelson ideó un segundo asalto, esta vez liderado por él mismo. A las 10:30 p.m. del 24 de julio, dirigió una flotilla de 700 hombres hacia el puerto con la esperanza de sorprender a los defensores. Sin embargo, los centinelas españoles detectaron la maniobra y dieron la alarma. A las 11:00 p.m., una intensa lluvia de cañonazos y disparos de mosquete cayó sobre los británicos, quienes se encontraron con sus municiones mojadas e inutilizadas.

El brazo. Aquí se produce uno de los hechos más reseñables de la batalla debido a la importancia del personaje. Nelson, que acababa de desembarcar en la playa, fue alcanzado por un disparo de cañón en el brazo derecho. Herido gravemente, su hijastro, el teniente Nisbet, le hizo un torniquete improvisado y lo llevó de vuelta al HMS Theseus. Una vez a bordo, el cirujano le amputó el brazo y los restos fueron arrojados al mar. Nelson, frustrado y debilitado, fue retirado del combate.

La resistencia canaria. Mientras tanto, los británicos que lograron desembarcar en la playa de Las Carnicerías intentaron tomar la ciudad, capturando el convento de La Consolación. ¿Qué ocurrió? Que fueron rodeados y hostigados por fuego cruzado desde las fortalezas y los tejados de las casas, donde los ciudadanos se unieron a la defensa disparando contra los invasores.

Los británicos lograron bloquear momentáneamente el acceso al puerto, pero sin apoyo desde el mar y con muchas bajas, se dieron cuenta de que estaban atrapados. Troubridge, el comandante británico al mando tras la retirada de Nelson, amenazó con incendiar la ciudad entera si no se les permitía retirarse con honor. Gutiérrez, experimentado militar, se negó a ceder ante la intimidación y aumentó el bombardeo sobre los británicos sitiados.

La rendición. En la madrugada del 25 de julio, viendo que no había escapatoria, Troubridge solicitó una tregua. Gutiérrez, en un gesto que los historiadores siempre han definido como de caballerosidad, aceptó negociar y permitió que los británicos se retiraran con honores militares, a condición de que no volvieran a atacar Tenerife ni las Islas Canarias.

Las cifras finales arrojaban un claro vencedor: los españoles perdieron solo 30 hombres, mientras que los británicos sufrieron 250 muertos y 128 heridos. Gutiérrez incluso prestó barcos a los británicos para transportar a sus soldados heridos de vuelta a Inglaterra.

Cerveza y queso. De hecho, en un intercambio de cortesía poco común en tiempos de guerra, Nelson envió una carta de agradecimiento a Gutiérrez, al parecer acompañada de cerveza y queso inglés. Gutiérrez respondió enviándole vino y queso español.

A pesar del gesto amistoso, Nelson nunca olvidó aquella humillación sufrida en Tenerife, una batalla que más tarde describiría como «el infierno más horrible que jamás he soportado».

Impacto y legado. Así se daba carpetazo a una historia que podría haber cambiado la bandera de Canarias. La derrota en Santa Cruz de Tenerife marcó el final de las ambiciones británicas en las islas. La Royal Navy nunca volvió a intentar invadir Tenerife, y la victoria fortaleció la moral española en un momento crucial de la guerra contra el Reino Unido. Desde entonces, en Santa Cruz se conmemora cada año la batalla con la Recreación de la Gesta del 25 de Julio, en la que actores vestidos con réplicas de los uniformes de la época recrean el enfrentamiento.

Con un ejército inferior en número y recursos, Gutiérrez y sus tropas demostraron que la resistencia estratégica y el conocimiento del terreno podían imponerse incluso a la armada más poderosa del planeta. De ahí que en la Plaza de España las ruinas del Castillo de San Cristóbal alberguen un museo donde se exhibe el cañón «El Tigre», el arma que, según la historia, dejó al mismísimo Horatio Nelson sin un brazo para el resto de su vida.

Imagen | Pedro Szekely, Richard Westall, Lemuel Francis Abbott

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