Cuando los glaciares se derriten, aparecen los cadáveres: los arqueólogos están recuperándolos en una contrarreloj

Hace cinco años, la NASA publicó un documento tan imponente como triste: un timelapse que mostraba cómo los glaciares de Alaska se han derretido durante medio siglo. No es algo exclusivo de ellos, ya que, a medida que la temperatura media ha aumentado, los glaciares de todo el mundo han menguado. Y esto, además de aumentar el nivel del mar, nos permite echar un ojo al pasado.
¿El motivo? Los glaciares están llenos de basura, objetos y restos humanos de hace miles de años.
Ötzi. Que los glaciares pierdan hielo implica que dejan al descubierto todo lo que fue cubierto antaño. Cuando esa capa blanca se va, aparecen los cadáveres, y quizá, el más famoso de todos es Ötzi. Apodado como ‘El hombre de hielo’, Ötzi fue un hombre que murió hace 5.000 años en los Alpes de Ötzal. Fue descubierto por una pareja de montañistas en 1991 y relevante por varios motivos.

Reconstrucción de Ötzi. Ni tan mal para tener 5.000 años
El primero, porque antes de su hallazgo, los arqueólogos no habían buscado en los glaciares porque asumían que, como afirma el arqueólogo Andreas Putzer a BBC, “los humanos no podían pasar por ahí porque el terreno era muy difícil”. El segundo, porque era el cadáver antiguo mejor conservado de la historia. Es algo que permitió reconstruir su cuerpo, estudiar el motivo de su muerte, sus tatuajes y los objetos que cargaba, como el arco, las flechas, su ropa, herramientas y sombrero de piel de oso.
Y el tercero es obvio: los glaciares estaban perdiendo su hielo, dejando al descubierto elementos del pasado.
Desenterrando el pasado. No es un caso tan extremo como el de Ötzi, pero esto de cadáveres que emergen en el deshielo es algo casi cotidiano. Transeúntes y trabajadores de estaciones de esquí llevan topándose en Suiza con cadáveres que llevan décadas ahí. Algunos, incluso, desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Es el caso de Marcelin y Francine Dumoulin, dos granjeros que salieron a dar un paseo por el monte, sufrieron un accidente en agosto de 1942 y ahí se quedaron. Hasta que sus cuerpos emergieron en 2017.

Lo que llevaba puesto
Nada nuevo. En 2012, dos montañeros británicos que recorrían el glaciar del Aletsch encontraron en mitad del camino restos humanos junto a varias botas, prendas de vestir y equipamiento de montaña. En 2014, cerca de la cima del Matterhorn, a más de 4.000 metros de altitud, se localizaron los restos de un alpinista británico desaparecido en 1979. Ese mismo año, también fue recuperado el cadáver de un explorador checo perdido desde 1974.
En 2016, el deshielo del glaciar Morteratsch reveló los restos de un esquiador alemán que se había extraviado en 1963. Y, en 2019, otro grupo de montañeros se topó con restos humanos también en Matterhorn. En esta ocasión, se trataba de dos alpinistas japoneses desaparecidos en 1970 a unos 2.800 metros de altitud.

Reconstrucción de los objetos que portaba Ötzi
No sólo cuerpos. Son ejemplos, entre muchos otros, de los restos humanos aparecidos a lo largo de estos años debido al aumento de temperaturas. Pero, aunque recuperar esos cuerpos es importante, también lo son los objetos que han ido saliendo a la luz porque nos permite redescubrir la historia o reubicar la fecha en la que una tecnología que consideramos posterior, apareció por primera vez.
Así, hemos encontrado multitud de flechas prehistóricas con puntas de piedra y plumas intactas usadas en la caza, herramientas como bastones, estacas o utensilios de caza, prendas de vestir de cuero que nos permiten conocer las técnicas de confección de la Edad de Piedra. Artefactos que sugieren prácticas espirituales, el hacha de Ötzi, un peine para los piojos y raquetas para caminar en la nieve de hace 1.700 años o monedas romanas. También animales con órganos internos intactos, como un zorzal de hace 4.000 años o la médula ósea de un reno de hace 4.200 años.
Mal asunto. Para la arqueología, es una bendición. El hielo permite conservar materiales orgánicos que no sobrevivirían en otros ambientes, lo que permite estudiar con todo lujo de detalles cómo vivían hace milenios. Pero es evidente que el problema de fondo es mucho más importante: el cambio climático parece no detenerse, que se derritan los glaciares es una de las nefastas consecuencias y que aparezcan estos restos obliga a los arqueólogos a trabajar contra el reloj.

Un ejemplo de deshielo: el glaciar de Bouldert, que ha retrocedido más de 400 metros en 30 años
Apagando el congelador. Thomas Reitmaier es el director del servicio arqueológico del Canton de Grisons, en Suiza, y en el mismo artículo comenta que el deshielo y lo que estamos encontrando es similar a “dejar el congelador abierto. En algún momento, la carne congelada se pudre y desaparece”. De hecho, y teniendo en cuenta que muchos de los descubrimientos se han realizado de casualidad, Reitmaier pide ayuda comunitaria para hacerse con todas las muestras arqueológicas posibles antes de que desaparezcan.
«Necesitamos hacer un llamamiento al público, a quienes van de excursión a los Alpes, para que nos avisen si ven un posible hallazgo, porque estas zonas son enormes y no podemos controlarlas todas», comenta el investigador, añadiendo que hay que salvar todo lo que se pueda ya que “hasta el objeto más diminuto puede contar una historia apasionante”.
Registro planetario. El temor de Reitmaier es que esta arqueología de los glaciares sea “un campo de muy corta duración: una vez desaparezca el hielo, ya no tendremos ese archivo de los glaciares”. Pero más allá de la cantidad de objetos humanos que están quedando al descubierto, este fenómeno implica que también podemos conocer más sobre nuestro planeta.
El hielo glaciar contiene información sobre los cambios climáticos abruptos ocurridos hace miles de años, lo que nos puede ayudar a entender los patrones históricos, pero además, a entender que abrir una fábrica en Manchester tiene un impacto en la otra punta del mundo.
Y, si además de explorar los glaciares en busca de restos, dejamos de convertirlos en un vertedero, mejor que mejor.
Imágenes | Wolfgang Sauber, 120, Mauri Pelto, Davemor
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