Cultura

En 360°, la antiobra de Nicanor Parra

Yanet Aguilar Sosa
CIUDAD DE MÉXICO, julio 30 (EL UNIVERSAL).- Antipoeta y antiartista visual, el chileno Nicanor Parra, fallecido en enero de 2018 a los 103 años, está hoy en la mirada de muchos a través de la muestra Antiexposición: No siga la flecha, que reúne cerca de 40 piezas -de entre más de 100- de la obra visual del poeta, matemático e intelectual, que se exhiben en los jardines de su casa-museo La Reina, en Santiago de Chile, en el contexto de la pandemia de Covid-19, una muestra que echa mano de la tecnología de realidad virtual.
En un recorrido virtual de 360°, la muestra que se puede ver en https://fundacionparra.cl/antiexposicion/, propone al espectador un recorrido libre y abierto para admirar, una a una y en medio del bosque y los patios de la casa familiar de los Parra, las piezas creadas por Nicanor entre 1976 y 1995, y entre las que hay obras emblemáticas como Mamadera mortífera, Mensaje en una zapatilla, Mensaje en una botella, Voy & vuelvo y Narciso, entre otros artefactos u objetos del premio Cervantes 2011 y premio Juan Rulfo 1991.
«Es un salir a dar un paseo al aire libre también de estas obras», asegura a EL UNIVERSAL Adolfo Montejo, curador de esta «antiexposición» que lleva por subtítulo «Un paseo por el nicho ecológico de Nicanor Parra».
Montejo Navas afirma que «a Nicanor Parra le resultaría extraño el confinamiento, porque él andaba más interesado en los desconfines, otra suerte de márgenes», y esa idea que late a lo largo del recorrido de esta antimuestra que «desmiente la idea sacrosanta de Museo, de ahí que se haya realizado algo en sintonía, casi una muestra situacionista, valorando los desvíos perceptivos, imaginarios que ella genera y despierta, en lugar de mitificarla en un cubo blanco».


Sobre los vínculos entre poesía y arte, el curador de la XIV Bienal de Curitiba reconoce que la obra artística, visual de Parra está imbricada con su poesía, «es otra forma de ella, lo que ya suele suceder en casos de ruptura de límites del lenguaje».
Dice incluso que el «antiguion» que él ideó responde al aviso-invitación a pasear y no seguir la flecha del código, del sistema, del lugar común, de la inercia, de la tautología espiritual. «La actualidad de sus proposiciones críticas, irónicas, humorísticas muestran las capas o estratos tantas veces perversos de que se compone la realidad consensuada, y que en tiempos del virus, está boca abajo, o como un rey desnudo».

Arte ecléctico

Antiexposición: No siga la flecha es «un paseo imagético», como lo define Montejo, un juego con la distancia propuesto al espectador para que recorra milímetro a milímetro, y desde muy cerca o muy lejos, las obras del antipoeta que abrevó su arte de cuatro vías de convivencia ecléctica, afirma el curador.
«Las que proceden del primer arte conceptual que desmaterializa el objeto artístico: concretamente el espíritu dadá, el ready made de Duchamp y Man Ray y el objeto encontrado por el azar surrealista; luego la porosa contaminación pop, con su imaginario de consumo, mercado y posterior sociedad del espectáculo; la apropiación visual y sígnica del propio apropiacionismo, que relee intersemióticamente el universo anterior pop y, por último, o entonces la primera relación, la afinidad con las experiencias de la poesía visual más ampliada, incluyendo piezas gráficas, el libro de artista, intervenido, por ejemplo, ahora de moda», apunta Montejo.
El principal leit motiv de No siga la flecha, a decir de Montejo Navas, fue disponer el acervo del poeta en el curso de un paseo virtual que, por las circunstancias de nuestros días pandémicos, sólo se podría hacer virtualmente, según una idea de José Alfredo Rojas, administrador de la sucesión del poeta, con piezas que funcionarían como apariciones e insurgencias en el recorrido.
«La estructura es más una ramificación, un fractal, una reunión articulada de poemas-objeto, pequeñas esculturas o de medio formato, que se muestran en un contexto de naturaleza, en cierto modo salvaje, como obras de cultura: una relación-conflicto (cultura-naturaleza) que siempre estuvo ahí en su obra también lírica, en verso, de forma pionera, y que aquí se puede explicitar más enfáticamente», asegura.


Pero al tiempo es una muestra flexible y que invita al público a sabotear el guion curatorial, pues debe ser un paseo libertario de 360 grados de no seguir la flecha y mirar estas piezas que fueron hechas en un periodo muy extenso, pero «de completa madurez como poeta inventor de nueva mirada, de total reconocimiento como corpus lírico, pero sobre todo marcado por la paralela y creciente irrupción de los objetos, llamados ‘trabajos prácticos o artefactos visuales’, por la extensión tridimensional que su poesía pedía».
La muestra se desdobla también en una especie de catálogo de tarjetas postales y links que precisan detalles y características de cada pieza, escritas por el propio Montejo. Y aunque se incluyen piezas que se exhibieron en la retrospectiva de La Telefónica, en Madrid, en 2001, en La Casa de la Moneda, en Santiago de Chile en 2006; y sobre todo como parte de la XIV Bienal Internacional de Arte de Curitiba, en Brasil, en 2019-2020, curada por Montejo, No siga la flecha es inédita.
«En el fondo, la muestra como está visualizada es un poco un site specific portátil, porque va quedar registrado el lugar donde una vez se contemplaron, pero al mismo tiempo son obras comodín, piezas-naipes que permiten mucho juego en diversos contextos, pero nunca igual a la exhibición al aire libre como jardín heterodoxo», dice Montejo Navas, curador de esta exposición que tiene la misma cosmovisión imaginativa del mundo y de las cosas que están en la poesía de Parra.
Una cosmovisión que se extiende hasta el objeto, afirma, como otra forma de concentración lingüística, otro objeto de lo real, un artefacto. «Aunque ya hubiera en su propia obra lírica en verso, la percepción de los objetos, situaciones performáticas, signos visuales (como, por ejemplo, los «4 sonetos del Apocalipsis», hechos sólo con cruces, sin ninguna letra o palabra)».

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