Qué son los eventos superemisores y por qué es tan importante controlarlos para el futuro del planeta
Imágenes satelitales han permitido detectar la presencia de cientos de masivas fugas de CH4, un gas que calienta la atmósfera 80 veces más que el dióxido de carbono, pero que podría ser clave en la lucha para combatir el cambio climático en el corto plazo
Cuando hablamos sobre el calentamiento global, todos los dedos suelen apuntar a un mismo culpable: el dióxido de carbono (CO2), un gas que producimos cuando quemamos combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
Pero según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático -más conocido por sus siglas en inglés, IPCC-, más de un cuarto del llamado «efecto invernadero» es causado por otro gas: el metano (CH4).
Quizás has escuchado hablar sobre el problema medioambiental que generan las vacas cuando eructan. Bueno, eso es metano, el principal componente del gas natural, que se produce por la descomposición o putrefacción de la materia orgánica.
Aunque lo de las vacas puede sonar un tanto jocoso, lo cierto es que el CH4 preocupa bastante a los expertos porque es un gas muchísimo más dañino para nuestro medio ambiente que el dióxido de carbono.
Cuando decimos «muchísimo» no exageramos: según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) «el metano es más de 80 veces más potente que el dióxido de carbono en su capacidad de calentamiento durante la docena de años que permanece en la atmósfera».
El motivo -explica el organismo- es que «debido a su estructura química, el metano atrapa más calor en la atmósfera por molécula que el dióxido de carbono».
Por eso el IPCC señaló que para lograr el objetivo de limitar el calentamiento global a no más de 2Cº en comparación con la era preindustrial, debemos urgentemente reducir en al menos un tercio las emisiones de CH4, una meta a la que se comprometieron 121 países en la Conferencia de Cambio Climático en Glasgow, en 2021.
Pero los eructos de las vacas no son el único desafío para lograr esta meta, si bien la ganadería es responsable del 33% de las emisiones de metano producto de actividades humanas.
Según el PNUMA, la agricultura y los residuos orgánicos generan otro 30%.
Y la mayor fuente de este gas (35%) es la misma que genera la mayoría del dióxido de carbono: los combustibles fósiles.
Y una de las maneras que contamina esa industria es a través de los llamados «superemisores» de metano.
¿Qué son?
Los superemisores son equipos, instalaciones u otras infraestructuras que -en general por culpa de fallas- padecen fugas masivas de metano.
Estos enormes escapes pueden llegar a durar semanas, liberando gigantes cantidades de CH4 a la atmósfera.
Aunque la mayoría de las superemisiones ocurren en la industria del petróleo y el gas, también se pueden producir durante la extracción de carbón y en vertederos muy grandes, como puedes ver en este mapa.
Un estudio liderado por el científico Thomas Lauvaux del Laboratorio de Ciencias Ambientales y del Clima de la Universidad de Saclay, en Francia, publicado en 2022 en la revista Science, estimó que entre 2019 y 2020 los superemisores liberaron cerca de 8 millones de toneladas métricas de metano al año durante la producción de petróleo y gas.
Eso equivale a entre el 8% y el 12% de las emisiones globales anuales de CH4.
Pero, a pesar del enorme daño medioambiental que provocan, hasta ahora ha sido difícil frenar estas grandes pérdidas.
Uno de los principales motivos es que para frenarlas primero hay que detectarlas. Y rastrear emisiones de metano es complicado, porque se trata de un gas incoloro e inodoro.
Con el fin de hallar y catalogar las pérdidas de metano, el PNUMA lanzó en octubre de 2021 el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano (IMEO, por sus siglas en inglés).
«El gran desafío es saber exactamente cuánto [metano] se está emitiendo, dónde se está emitiendo y durante cuánto tiempo se ha emitido para así poder reducir las emisiones al nivel que necesitamos», declaró Manfredi Caltagirone, director del IMEO.
Cómo lo detectan
Giulia Ferrini, quien trabaja en la puesta en marcha del IMEO, señaló a BBC Mundo que para descubrir dónde ocurren las pérdidas «actualmente estamos limitados por imágenes satelitales provenientes del espacio».
Estas imágenes son obtenidas por sensores especiales capaces de detectar la presencia de metano.
Por ejemplo, los investigadores franceses y estadounidenses que publicaron el estudio sobre superemisores en Science utilizaron información obtenida por el Sentinel-5 Precursor, un satélite de observación terrestre desarrollado por la Agencia Espacial Europea (AEE).
El satélite llevó un sensor llamado Tropospheric Monitoring Instrument (más conocido como Tropomi), que logró detectar cerca de 1.800 superemisiones de metano entre 2019 y 2020.
Ferrini advierte que el uso de imágenes satelitales tiene sus limitaciones.
«Es importante reconocer que los satélites pueden ver mejor algunas partes del mundo que otras, por lo que la detección de superemisores puede estar sesgada por la capacidad de observación de los satélites», aclara.
No obstante, también afirma que «a medida que la tecnología mejora continuamente, el umbral de observación se reduce significativamente, lo que significa que podemos detectar (y, por lo tanto, mitigar) eventos de emisiones más pequeños. Esto nos equipa para poder progresar más allá de los grandes emisores».
El objetivo del IMEO es «integrar datos de múltiples fuentes para, en última instancia, brindar al mundo un conjunto de datos totalmente transparente«.
«Solo con una sólida comprensión de dónde nos encontramos en términos de emisiones de metano podemos desarrollar un plan claro y sólido de mitigación para proteger nuestro futuro», dice la experta.
Ferrini señala que al brindar información de acceso público sobre dónde se producen las grandes pérdidas de metano «las partes interesadas de una variedad de sectores tienen más motivaciones para demostrar sus esfuerzos de mitigación como parte de la lucha global contra el cambio climático».
La experta, quien administra la Asociación de Metano de Petróleo y Gas 2.0 del PNUMA, afirma que ese sector, donde ocurre la mayoría de superemisiones, es el que tiene el mayor potencial para arreglarlos «de manera eficiente y rentable».
«Tenemos evidencia de que muchas estrategias efectivas de mitigación de metano costarían solo una fracción de las ganancias de la industria», afirma.
Solución a corto plazo
Los expertos en combatir el cambio climático no solo se han enfocado en reducir las emisiones de metano debido a que es mucho más dañino que el C02. También lo pusieron como meta porque sería la solución más rápida.
Esto se debe a que un aspecto positivo del CH4 es que tiene una vida atmosférica mucho más corta que el dióxido de carbono (alrededor de 12 años en comparación con los siglos que dura el CO2).
Por ello, si se logra frenar las emisiones de este gas, en poco más de una década deberíamos ver un cambio muy positivo.
Con esto en mente, el IMEO ha propuesto una ambiciosa meta: «si se reduce el metano antropogénico (de origen humano) en un 45% en este decenio, se mantendría el calentamiento por debajo del umbral establecido en el Acuerdo de París», detalla en referencia al límite de 1.5ºC.
«El metano es un factor determinante clave de la velocidad a la que se calienta el planeta», explica Ferrini. «El dióxido de carbono determina la cantidad total de calentamiento, pero el metano dicta qué tan rápido ocurre el calentamiento de nuestro planeta».
«Por lo tanto, reducir las emisiones de metano es una oportunidad crítica para limitar la velocidad del calentamiento a corto plazo a medida que continúan los esfuerzos de descarbonización más amplios», concluye.