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CitiCar fue el sueño de lo imposible en Estados Unidos, vender un coche eléctrico y enano en 1974. Y lo consiguió

China ha decidido que quiere imponer el coche eléctrico como su nuevo medio de transporte con cuatro ruedas. En Europa, hemos presionado a los fabricantes a seguir la misma senda con regulaciones de emisiones que obligan a pasar, sí o (casi) sí, por la electrificación. En Estados Unidos, tan reacios en sus compras al coche eléctrico, también están dando pasos para aumentar su flota.

De hecho, precisamente fueron las regulaciones políticas en aquel país las que salvaron a Tesla en sus primeros días, con Toyota por medio con un RAV4 donde los de Elon Musk tuvieron mucho que decir. Pero esa es otra historia que puedes recuperar en este enlace.

Pero en la historia de hoy viajamos medio siglo. Estamos en Estados Unidos, son los años 70 y un coche quiere romper con todo lo que entiende un conductor estadounidense por lo que debe ser un coche.

Es pequeño. Es eléctrico. Se llama CitiCar.

El contexto

Los años 60 en Estados Unidos fueron buenos tiempos para los amantes de la gasolina y los coches con motores gigantes.

La década había comenzado con una recesión durante los dos primeros años pero pasado 1961 comenzó un amplio periodo de bonanza para el país. Las familias tenían dinero en el bolsillo, el crecimiento se disparó y los fabricantes de coches lo notaron.

Con un precio de la gasolina ridículo, el mercado se inundó de preciosos coupés de cuatro plazas con motores inacabables. Eran tremendos tragamillas que podían recorrer las interminables carreteras americanas a un ritmo muy alto. Los deportivos equipados con motores V8 de cinco, seis y siete litros de cilindrada crecían como setas.

Pero al mismo tiempo que la década iba terminando, el ritmo económico también fue decayendo. Y a finales de los años 60 la sociedad ya no tenía tanto dinero en el bolsillo. El ambiente ya no era tan optimista. Las protestas contra la Guerra de Vietnam ya anticipaban que algo estaba cambiando y, finalmente, en 1973 todo cambió radicalmente con la Crisis del Petróleo.

La Crisis del Petróleo mató a los muscle cars. El aumento en el precio de los combustibles hacía poco recomendable moverse con un coche que bebía combustible tan rápido como alcanzaba velocidades de escándalo.

Era el momento clave, el que esperaba Bob Beaumont para gritar a todo el mundo que, efectivamente, estaban equivocados. Era el momento de vender un coche eléctrico enano. Y triunfó, en parte.

Carpic

Un coche eléctrico especial

Beaumont era un vendedor de coches. En los años 60 servía en bandeja los coches a los que más tarde trató de matar. Cuentan que, cansado de poner en el mercado coches con un consumo altísimo de combustible, se deshizo de su concesionario y se embarcó en la aventura de producir su propio coche eléctrico.

Y fue en 1974 cuando le llegó la oportunidad. Los clientes empezaron a buscar coches mucho menos gastones, algo que les permitiera ahorrar un buen dinero a final de mes. Beaumont tenía el coche perfecto para ellos: el CitiCar.

«El CitiCar es un coche ideal para esta época de combustibles caros y dificultades de aparcamiento», explicaban en el NODO. El coche se basaba en un carrito de golf y no era más que un vehículo con cuatro ruedas especialmente pequeño, de morro afiladísimo para reducir la resistencia al aire, dos pequeñas plazas y un corte vertical que cerraba el coche.

El vehículo fue recibiendo hasta tres actualizaciones en su corto tiempo de vida. Entre 1974 y 1977 se desarrollaron y se pusieron en el mercado las versiones SV/36, SV/48 y el 1/2. Eran, todos ellos, perfectos para la ciudad, con autonomías que rondaban los 60 kilómetros y baterías que fueron creciendo desde los 1,9 kWh de su modelo original hasta los 4,5 kWh del último de ellos. La potencia también pasó de 2 a 6 CV. Como era un coche extremadamente pequeño, conseguía circular a unos 60 km/h como velocidad máxima.

Como podemos ver en las imágenes del vídeo del NODO (antes mencionado), el coche de Sebring-Vanguard, quienes producían el vehículo, presumía de maniobrar en espacios extremadamente reducidos y ser la mejor alternativa al vehículo de combustión en el día a día. Frente al clásico gusto americano por los coches gigantescos, el CitiCar iba completamente contracorriente.

Y, sorprendentemente, el coche gustó lo suficiente para llegar a fabricar 4.444 unidades entre 1974 y 1979. Pueden parecer muy pocas pero hay que tener en cuenta dos datos:

  • Sebring-Vanguard llegó a posicionarse aquellos años como el sexto mayor fabricante de coches de todo Estados Unidos.
  • Hasta 2011, con el Nissan Leaf, nadie produjo más coches eléctricos en Norteamérica.

El coche conocido como CitiCar se dejó de producir en 1977 cuando llevaban a la venta unas 2.300 unidades del modelo. A partir de entonces, la compañía Commuter Vehicles compró la producción del automóvil y desarrolló un nuevo modelo que se vendería a partir de 1979 y que ya se llamaría Commuta-Car. El nuevo producto estuvo a la venta hasta 1982 cuando parece que las piezas pasaron a ser vendidas como kits de carrocería para armar el coche a distancia. Algo similar a lo de este «coche de Ikea».

La vida del CitiCar fue muy breve y, comparadas con las ventas nacionales de aquellos años en Estados Unidos, fue casi testimonial. Pese a todo, consiguió llevar al mercado un vehículo que rompía moldes con todo lo que se veía en el país, que utilizaba una tecnología que en la que apenas se había avanzado y que, con todo, se necesitaron casi 40 años para que un fabricante del tamaño de Nissan le superara en la producción de coches eléctricos.

Foto | Steve Jurvetson y Fubar2001

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